Sama de Grado estudia ampliar su icónico Museo Etnográfico

"Tenemos un carro del país, arados y piezas grandes que se podrían ubicar en las antiguas aulas", explican en el pueblo

Espacio del Museo Etnográfico de Sama de Grado.

Espacio del Museo Etnográfico de Sama de Grado. / LNE

Ángela Rodríguez

El Museo Etnográfico de Sama de Grado "no podría estar en ningún otro lugar", aseguran en el pueblo. Y es que el espacio está vivo y alimentado continuamente por la esencia de la pequeña comunidad moscona que lo conserva y presume ante los visitantes. Creada en el 2000, la asociación "La Castañar" promovió "con mucho esfuerzo" la instalación en un espacio de la antigua escuela del pueblo. Casi veinte años después de su inauguración, y con más de mil piezas, es hora de ampliar.

"Las diferentes piezas las comenzó a reunir una vecina, Olvido la del Molín de La Espina. Empezó decorando su lugar hasta que eran demasiadas cosas y decidimos hacernos cargo en la asociación. En 2005 inauguramos el museo gracias a una subvención de la Consejería de Vivienda y Bienestar Social. Así nació este lugar tan especial para nosotros", explica Patricia Arias, presidenta de "La Castañar".

El inmueble donde se ubica el museo fue escuela y aún es consultorio periférico. "A un lado está la zona de consulta de los médicos, que, actualmente, vienen los martes y los jueves. En el centro está el museo, y en otra ala, dos antiguas aulas en las que, pensamos, se podría ampliar el espacio museístico", detalla Arias.

Y es que "hay muchas piezas grandes, tipo arados y otras herramientas de labranza. Muchas de ellas, en una panera guardadas por falta de espacio, y es una pena que no se puedan mostrar. Se podrían aprovechar esas aulas de la derecha o el patio del medio, una vez cubierto", explica la presidenta.

"La Castañar", que gestiona las visitas al Museo Etnográfico, ubicado en un inmueble único, una escuela indiana de las que no abundan en la zona, hace mucho más que abrir y cerrar la puerta. "Limpiamos, hacemos los folletos para promocionar el museo, y los miembros de la junta directiva o los vecinos que puedan también lo enseñan a los visitantes. Se suele concertar cita, para poder cuadrar los horarios de trabajo. Vienen de la residencia o los colegios de la zona, por ejemplo. Pero, si alguien llega un día de visita al pueblo y quiere ver el museo, por supuesto que se lo mostramos, sostiene la presidenta del colectivo.

El pequeño museo es joya y orgullo del pueblo, que cuenta con algo más de un centenar de habitantes. Algunas de sus piezas tienen más de setenta años, y son ellos, los propios vecinos, los encargados de cuidarlas y distribuirlas, diseñando las diferentes estancias del espacio museístico, como la cocina o el llagar.

"Este museo tiene sentido aquí, en Sama. La mayor parte de la gente del pueblo trabajaba en la fábrica de Trubia. Algunos artilugios que hacían son realmente increíbles, como una máquina para picar cebolla u otro picador de chorizo", destaca Arias, que estudiará junto a las administraciones la posibilidad de que el especial legado etnográfico de Sama siga creciendo.