La ultraderecha en Argentina

El catálogo de salidas de tono e insultos de Milei, el 'Terminator' del lenguaje

La prohibición gubernamental del lenguaje inclusivo coincide con una verba que se expande hacia las zonas más recónditas del pudor político

Javier Milei, presidente de Argentina, en la cumbre del G7

Javier Milei, presidente de Argentina, en la cumbre del G7 / EFE

Abel Gilbert

La era de Javier Milei se mide también por el uso de palabras filosas como cuchillos. La prohibición gubernamental del lenguaje inclusivo coincide con una verba que se expande hacia las zonas más recónditas del pudor político. Antes de subirse al avión que lo llevó a Madrid, el presidente defendió a su ministro de Economía, Luis Caputo, jaqueado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los productores agropecuarios que reclaman un nuevo precio para el dólar. "Nadie le puede tocar el culo", dijo Milei. La principal voz del Estado argentino puede sintonizar en cualquier momento la frecuencia gamberra. A veces se inclina por la ofensa o la descalificación. En otras, se 'sexualiza'. Semanas atrás dijo en un acto público que cuando leyó la Teoría del valor de Gérard, un libro de "una belleza matemática que es superinspiradora", tuvo sensaciones extraordinarias en su cuerpo. "Disfruté más que mi primer Playboy".

Milei habla y siempre está latente la posibilidad de una oración fuera de tono. "Como un ataque al sentido común, la lengua política de Javier Milei produce desprecio. Su contenido es el insulto y la agresividad; su forma, la verborragia y el fanatismo", ha señalado el politólogo e investigador universitario Nicolás Freibrun. Con las diferencias de contexto, su "retórica fanática y monolingüe" le recuerda "a los dirigentes fascistas", aunque "la desmesura de aquellos era desplegada para una movilización" que, por el momento, en Argentina no ha tenido lugar. Pero, además, el fascismo clásico establecía una identificación absoluta entre el líder y el Estado, mientras que el anarcocapitalista dice que lo odia y que se ha "infiltrado" en sus estructuras para "destruirlo".

Cuando irrumpió en las tertulias televisivas en 2016, el economista no solo llamó la atención por su cabellera despeinada. Lo que podía permitirse en las pantallas e, incluso, en un teatro y en calidad de cómico, ha adquirido otra relevancia al pasar del espectáculo a la política. A medida que se crearon las condiciones para que buena parte de los argentinos dejarán de considerar dislocada la idea de una presidencia anarcocapitalista, Milei sembró el espacio público de frases que pasaron a constituir una antología del agravio político.

Diccionario de una época

El papa Francisco fue considerado "el representante del Maligno en la tierra". Una vez en el poder, y antes de visitarlo en el Vaticano, expresó su arrepentimiento. Antes de ser un incómodo aliado y el hombre que endosó su capital político para que Milei pudiera derrotar a Sergio Massa en el segundo turno electoral, el expresidente de derechas, Mauricio Macri, era un "pelotudo (idiota)". Sus ministros, entre los que se encontraba Caputo, fueron tachados de "torre de estiércol". "Zurdo de mierda, te aplasto, gusano arrastrado, pelado asqueroso", espetó al entonces alcalde capitalino, el macrista Horacio Rodríguez Larreta. "Inútil, mentiroso hijo de puta", llamó a Matías Kulfas, ministro de Economía del peronista Alberto Fernández. "Pedazo de mierda, por qué no estudias", dijo al titular de la cartera de Producción, Martín Kulfas. Al gobernador bonaerense, el peronista Axel Kicillof, no le fue mejor. "Enano diabólico", lo llamó.

El ministro del Interior, Wado de Pedro, tenía ante sus ojos la consistencia de un "sorete". El gobernador de la norteña provincia de Jujuy, Gerardo Morales, era un "parásito" y un "chorro (ladrón) ". El diputado macrista Fernando Iglesias es en la actualidad un encendido defensor del presidente. Años atrás, Milei lo tachaba de "tontito, bobito, estúpido, idiota". "Burra", dijo a una periodista que mentó el nombre del británico John Maynard Keynes, la encarnación del demonio de las teorías económicas, de acuerdo con Milei. Un economista liberal, Roberto Cachanosky, pasó a ser "mongólico" por no compartir su credo. La Asociación de Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA) lo repudió. " Los idiotas que me critican mis formas me chupan un huevo. Si un tipo dice un montón de pelotudeces (tonterías) es un pelotudo", se defendió.

El camino a la presidencia no atenuó sus reacciones intempestivas ni su estilo. Durante la campaña electoral, Milei advirtió que no tendría tratos con "comunistas" como Luiz Inácio Lula da Silva, a quién llamó también "corrupto" y "ladrón". Patricia Bullrich competía por la presidencia en nombre de otra facción de la derecha. Durante un debate televisivo la acusó de "poner bombas en jardines de infantes". Bullrich lo demandó por difamación. Milei la convocó para que integrara su Gobierno. "Cómo no la voy a sumar? Ha sido exitosa combatiendo la inseguridad".

"¿Qué es en el fondo un socialista? Es una basura, es excremento humano", sostuvo, en alusión a Gustavo Petro. "Esto decía Hitler", respondió el mandatario colombiano a través de X. No sería el único choque. "Mucho no se puede esperar de alguien que era un asesino terrorista, un comunista", dijo ya investido como presidente. El Gobierno colombiano estuvo a punto de retirar a su embajador, como finalmente ocurrió en el caso de España por los ataques de Milei contra Begoña Gómez, la esposa del jefe de Gobierno, Pedro Sánchez. El capítulo español se inició en 2021, en medio de un acto de Vox y no parece tener fin. Del mandatario chileno Gabriel Boric dijo que era un "empobrecedor"; el mexicano Andrés Manuel López Obrador, un "ignorante".

El coste del exceso

La injuria o el vituperio tienen como la otra cara de la moneda presidencial el ejercicio de la grandilocuencia. "Soy uno de los cinco líderes más importantes del mundo", dijo en una ocasión el hombre que se ve a sí mismo como 'Terminator'. Pero, de inmediato, subió su precio. "Soy el segundo líder más importante del mundo". No contento, añadiría en otra oportunidad: "Soy el mayor representante de la libertad en el mundo". Para Jorge Fontevecchia, director del diario 'Perfil', el presidente "corre el riesgo de padecer el síndrome de Hubris (o hibris, del griego, desmesura) pasando a creerse infalible e indestructible como los dioses, que en la mitología y la tragedia griega destruyen al engreído".

El estilo presidencial no influye por ahora en las encuestas. Los argentinos están más preocupados por el ajuste, la inflación y la pobreza. Madrid, en tanto, pone este viernes a prueba esa doble inclinación hacia la invectiva y el exceso.  

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