El Blanco tiene mucha solera en Lugo de Llanera: "Este es nuestro bar de siempre, donde se viene a diario"

El establecimiento hostelero, con más de cuatro décadas de historia, es actualmente el más antiguo de la localidad en activo

Natalia Parra (izquierda) y Diana Blanco, tras la barra del establecimiento de Lugo de Llanera. | L. P.

Natalia Parra (izquierda) y Diana Blanco, tras la barra del establecimiento de Lugo de Llanera. | L. P.

Hablar del Blanco en Lugo de Llanera es hablar de toda una institución. Porque el Blanco es en realidad la Cafetería Restaurante Blanco, un negocio familiar que suma ya 43 años, que forma parte de la vida de los vecinos y que a la sazón se ha convertido en el negocio hostelero más antiguo de la localidad. Una especie de santuario gastronómico y espacio de reunión que ha visto pasar a lo largo de sus cuatro décadas largas de existencia bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños, reuniones familiares y, más recientemente, "baby showers". Cosas de los tiempos, y de la capacidad de adaptación de un negocio que siempre ha estado en manos de la misma familia.

Fue el matrimonio compuesto por Rosa Macías y Ramón Blanco el encargado de poner en marcha un proyecto que nació de la convicción y el amor por la hostelería. Porque Ramón "ya había sido camarero en sitios como el Rialto y el Tropical en Oviedo, y siempre había querido tener su propio negocio". Nacido en Valdés y casado con Rosi, de Lugo de Llanera "de toda la vida", fue en esta localidad donde decidieron emprender, haciéndose con un bajo "de aquellos antiguos, sin aceras".

Arriba, las cocineras Ana Alonso (izquierda) e Isabel Bermejo. Sobre estas líneas, imagen antigua del exterior del Blanco. | R. L. P.

Arriba, las cocineras Ana Alonso (izquierda) e Isabel Bermejo. Sobre estas líneas, imagen antigua del exterior del Blanco. | R. L. P. / Luján Palacios

Empezó como salón de té, y les iba tan bien que decidieron añadir una cocina y abrir restaurante. Rosi tenía 24 años y "no sabía nada de nada de hostelería, todo lo tuve que aprender con esfuerzo y mucho trabajo; aún me acuerdo de la primera paella que hice", rememora con humor, ya jubilada.

De aquellos años recuerda con mucho cariño a "Socorro, la cocinera de la que fui aprendiendo, a muchos camareros como César, Clemente, Iván, Manoli… Fueron muchísimos los que pasaron por aquí en cuarenta años". Con todos ellos "trabajamos siempre muy bien, dábamos cocinas y cenas al principio, y con el tiempo ampliamos a los locales de al lado, con una sidrería y un gastrobar", relata Rosi Macías.

El Blanco tiene mucha solera en Lugo

El Blanco tiene mucha solera en Lugo / Luján Palacios

Además tuvieron cafetería en Oviedo, en unos tiempos de mucho afán, de criar a las dos hijas detrás de la barra, de trabajar duro pero siempre con una sonrisa. Porque pueden presumir de haber sido siempre "una pequeña gran familia, con clientes de toda la vida, muy fieles, que siempre han respondido muy bien y a los que no podemos más que dedicar palabras de agradecimiento".

Pese a haber hecho sus primeras recetas con cierto temor, Rosi se convirtió con el pasar de los años en una reconocida cocinera en todo el concejo. Los clientes acuden al Blanco a degustar fabada, paella de marisco y las célebres tortillas de la casa, entre otras delicias. O los desayunos que se ofrecen desde las siete y media de la mañana "siempre con bizcocho casero disponible".

Ramón Blanco se jubiló hace ya siete años, y a Rosi Macías le tocó el pasado mes de octubre. Ahora es su hija Diana Blanco la encargada de seguir con el negocio, si bien se ha reducido a la cafetería y restaurante, ya sin sidrería ni gastrobar, sólo con comidas a mediodía y con el sábado como día de cierre, aunque con muchas jornadas gastronómicas dedicadas a diversos manjares porque "hay que innovar".

"Me quedé con lo de toda la vida, lo más antiguo", cuenta la actual responsable, quien atesora recuerdos de toda la vida laboral de los padres como las pequeñas jarras de cerámica con el número de teléfono del bar impreso. O una radio que estuvo toda la vida en el bar, o un escudo en madera que les regaló un cliente y que también lleva años viendo la vida pasar desde uno de los comedores.

En el Blanco fueron de los primeros en tener vídeo, y los clientes iban al bar a ver películas a la vez que consumían. "Fue toda una novedad y tuvo mucha aceptación por parte de la clientela. Venía una chica, Dorita, en su coche con las películas para alquilar", rememora Diana Blanco.

A lo largo de todos estos años su padre también organizó viajes con la clientela: a Segovia, La Rioja, Valladolid o el Bierzo, donde se recibía a los clientes con un pincheo de bienvenida en la plaza del pueblo, Valtuille de Abajo, amenizado con gaitas. En las salidas se visitaban bodegas, donde no podía faltar una buena comida y después antes del regreso a casa, echaban unas partidas a las cartas.

Visita diaria

Diana estudió Magisterio pero nunca ha ejercido, porque "lo tenía claro, siempre quise hacerme cargo del negocio familiar, y mientras la gente me quiera, aquí seguiré", afirma, curtida ya en el sector y con la pandemia como la época de más dificultad, "sin duda". Fueron tiempos de mucha incertidumbre, pero los clientes les respondieron una vez más y "vendimos mucha comida para llevar para casa, y es algo que se ha quedado y por lo que estamos muy agradecidos". Su marido, Emilio Fuente, también trabaja en el negocio. Y a su familia hostelera suman a las cocineras Ana Alonso e Isabel Bermejo, y a camareras como Natalia Parra y Sabrina Prado.

Hoy en día Rosi disfruta cuidado de sus dos nietas, Valeria y Mencía, y aunque no echa de menos el ajetreo del día a día, sí que disfruta tomando algo en la cafetería, o jugando la partida de cartas de rigor. Rodeada de los de siempre, aunque siempre va llegando gente nueva.

Porque "este es el bar de siempre, donde vengo a diario a tomar un vino", y donde lo mejor es "la amabilidad del personal, y por supuesto la comida", confiesa uno de los parroquianos, Joaquín Rodríguez. Porque por encima de todo, y desde un lejano febrero de 1981, han conseguido que el Blanco sea el lugar de encuentro de muchos. Para sentirse como en casa.