Entrevista | Pablo Simón Politólogo y analista político en tertulias

"No hay una mayoría a favor del gobierno, la hay anti-vox"

"Hay un personaje político que pasará a la historia como el peor gestor de expectativas, Albert Rivera, que tuvo en sus manos cambiar el destino de España y no supo hacerlo: tomó decisiones cegado por la idea de hacer un sorpasso al Partido Popular"

El politólogo Pablo Simón, en Oviedo, el pasado lunes.

El politólogo Pablo Simón, en Oviedo, el pasado lunes. / Mario Canteli

Pablo Simón (Arnedo, La Rioja, 1985), profesor de Ciencia Política en el departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid, es un conocido politólogo, habitual de tertulias y debates en los medios de comunicación, que analiza las claves políticas a nivel nacional. Esta semana dio una charla de Tribuna Ciudadana en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

–¿Nos estamos cansando de la política?

–Es un hecho: hay un agotamiento de la gente. Cuando preguntamos en nuestros estudios cuánta gente no habla nunca o casi nunca de política en su entorno hemos vuelto a niveles muy parecidos a los de 2010 y 2011. Nos hemos despolitizado. Antes, a cuatro de cada diez españoles les interesaba la política; ahora estamos en unos tres y medio.

–¿Por qué?

–Hay varios factores y hemos tenido muchísima política esta década, porque han pasado muchas cosas y muy vertiginosas. Una parte tiene que ver con el desencanto respecto a la llegada de los nuevos partidos y hay un factor que es muy importante: la polarización. En un entorno muy crispado la gente pasa, prefiere cosas que entretengan. El bajón más importante de la atención a la política coincide con el covid. La gente se retrae a hablar de política.

–¿El universo político es una burbuja y fuera de ella no hay interés?

–Totalmente. Hablamos muy mal de política. Normalmente tenemos una visión muy estrecha y decimos que política es lo que hacen los políticos. Si hablásemos de política en un sentido más amplio, como la educación, el interés de la gente aumenta. ¿Qué nos ocurre? Que hacer ese tipo de información es costoso y difícil. Hay dos partes de la ecuación: una política cada vez más basada en el espectáculo y en llamar la atención y unos medios precarios, que van con la lengua fuera y no tienen tiempo para profundizar en los temas. La pescadilla se muerde la cola.

–¿Cuánto hay de relato y cuánto hay de realidad en la política actual?

–Hay una combinación. El problema es que tenemos una absorción por parte de esas narrativas y ese es el drama. Tenemos un ritmo muy vertiginoso de hablar de los temas y sacar noticias. El otro día se tomó el Presidente un descanso y ahora ya no importa. Las catalanas, las europeas... No hemos tenido tiempo para profundizar.

–¿La polarización no es algo muy madrileño? En el Parlamento asturiano se ve respeto y educación.

–Sin duda. La caja de resonancia es institucional, pero hay una parte de la polarización que se filtra hacia abajo, que es la preocupante. Hay dos tipos. La ideológica, que consiste en que los partidos defiendan cosas diferentes, que es maravilloso, y bienvenido sea. Y luego que vayan al odio o al rechazo a quien piensa distinto. Eso se filtra cada vez más. Rodear sedes de partido, agredir a concejales... No tiene que normalizarse.

–Hay un cambio total del tono que se utiliza en el Congreso respecto a los parlamentos autonómicos.

–Eso depende también del nivel de la Administración. En el Congreso hay mucho teatro y en las administraciones más cercanas la cosa se modula bastante.

–¿Por qué aguanta tanto Pedro Sánchez?

–Porque el poder desgasta al que no lo tiene. Desde la Moncloa tienes una cantidad de instrumentos a tu alcance para hacer política y nuestro sistema está hecho para resistir. A Sánchez, que ahora tiene enormes dificultades para sobrevivir, no le puede echar nadie. Si convoca elecciones se puede ir a casa, pero no hay moción de censura viable. Mientras eso sea así puede seguir en el Gobierno sin gobernar. Nuestro sistema está blindado para que el Presidenta pueda tener mando en plaza.

–¿Su fuerte es su personalidad?

–El candidato marcó las diferencias en el 23J. El PSOE subió un millón de votos con ayuda de sus rivales, pero también él influyó. Cambió radicalmente su estrategia y fue a todos los platós de televisión, marcó que era el candidato, fue de cara... Eso le ayudó. Pero para seguir en el poder le tienen que echar una mano sus rivales, que fueron muy torpes. La campaña del PP fue desastrosa y cerrar pactos con Vox tan pronto movilizó el voto del miedo.

–¿La amnistía le resta votos?

–No. Una parte de los votantes socialistas no están cómodos con esta política y si se habla de ello se retraen, van hacia la indecisión. Eso no significa que la gente vaya a votar solo por eso. En las europeas se pugna por imponer una pregunta, que es el objetivo de todas las campañas. El PSOE quiere imponer ¿Ultraderecha sí o no? Y el PP: ¿Sánchez sí o no?

–¿Está el PP algo perdido de cara a las europeas?

–Claramente. Transformar estas elecciones en un plebiscito es un error. Con una participación tan baja y la gente sabiendo que no se juega nada se genera una imagen distorsionada. El PP esperaba arrasar, pero es muy difícil con este sistema electoral. Igual le saca cinco puntos a Sánchez, pero le sabrá a poco, por inflar las expectativas.

–¿Se cambia mucho el voto de las generales a las autonómicas?

–No hay mucha diferencia. Sabemos con los datos que tenemos que la participación es menor, los gobiernos lo hacen peor y los partidos pequeños mejor. La gente no cambia mucho el voto. Hubo una excepción, en 2014, cuando surge Podemos. En el resto de casos se vota parecido. Puedo anticiparle que la próxima delegación que mandará España al Parlamento Europeo estará más a la derecha que la de 2019 y será más euroescéptica, pero es muy probable que el bloque de la izquierda y los nacionalistas queden cerca de la derecha en votos o escaños.

–¿En unas europeas se vota más mirando al partido o al candidato?

–Las europeas son muy de marca. Importa el logo del partido. La gente no presta atención, ni siquiera sabría identificar a los candidatos.

–¿Cómo se mueve el voto en la gente que está menos politizada?

–Para ellos es muy importante el último regusto de la campaña. Tenemos votantes "online", como usted o como yo, que vemos muchas cosas de política y actualizamos lo que pensamos. Hay otra parte del votante que no presta atención y está dispuesta a cambiar de opinión y cambia entre bloques, que se pasan del PSOE al PP, o al revés. Pero por eso los alcaldes inauguran tanto en los últimos meses de mandato.

–El Gobierno central se está mostrando incapaz de tramitar varias leyes, ¿esto se puede aguantar?

–Es más complicado que dure la legislatura como la anterior, porque Sánchez necesita a todo el mundo todo el tiempo. El problema es que no hay una mayoría en el Congreso a favor del Gobierno, sino una mayoría anti-Vox. Es lo único que une a todos los partidos que sostienen al Gobierno. Junts y PNV no quieren votar nunca con Vox, entonces Sánchez los tiene, aunque hay una mayoría más a la derecha que a la izquierda, pero para hacer una ley es imposible juntar a unos y a otros. En lo que llevamos de legislatura solo se va a aprobar la ley de amnistía, dos reales decretos y una reforma constitucional que se pactó con el PP. Igual toca algo vinculado con la justicia, pero de políticas reales... Si no saca sus primeros presupuestos, el Gobierno se arrastrará hasta mitad de legislatura y ahí ya será cuando convenga a Sánchez. Es muy difícil aguantar cuatro años, pero hay una variable de la que nunca se habla: la coyuntura económica, favorable para el Gobierno. Si se girase sería insostenible.

–¿Por qué la derecha no gobierna en España? Sánchez dijo mucha veces una cosa e hizo la contraria.

–Hay una premisa que hay que cambiar. La derecha no ha tenido tanto poder como ahora en los territorios, pero en el Congreso le faltó un punto más en Andalucía. Perdió en el último minuto y el problema que tiene el PP es que no puede sumar a Vox y a los nacionalistas moderados. O logra superar eso o lo tendrá muy difícil. Hay un problema que comete el PP: Ciudadanos ha desaparecido, sí, pero Vox no lo va a hacer.

–¿Vox es una moda?

–No. Bajó medio millón de votos, pero tiene una parte estable. Hay una corriente de fondo que empuja a los partidos de la familia de Vox a permanecer. Han venido para quedarse. Incluso para que haya más partidos de la familia de Vox.

–¿Feijóo no se adapta a Madrid?

–Se rumorea que es parte del problema, que se siente cómodo. Feijóo llegó para presidir el PP como el líder de una gestora de barones que acabaron con Pablo Casado con unos dirigentes de su círculo de confianza en Galicia y los códigos son diferentes. Muchas veces comete errores de comunicación incomprensibles.

–Hablamos mucho de Ayuso... ¿Qué pasa con Juanma Moreno?

–Es el gran tapado. Hay un eje importante en el PP: Sevilla-Madrid-Santiago de Compostela. Ahora hay más barones que nunca y es más fácil construir una coalición de apoyo detrás de Juanma Moreno que de Díaz Ayuso. Dependerá del sistema: no es igual un congreso del partido que una votación de militantes.

–¿Si hubiese hoy unas generales?

–No está claro que Sánchez sobreviviese. El espacio a la izquierda del PSOE está arrasado.

–¿Yolanda Díaz es buena ministra y mala líder política?

–Es mala constructora de partidos: tiene problemas orgánicos tremendos. Es un reto organizar tantos partidos, pero está cometiendo muchos errores, incluida la lista de las europeas. Le da oxígeno a Podemos, que es su gran rival. No está siendo capaz de gestionar ese espacio.

–En el relato, ¿qué figura le ha sorprendido en todo este tiempo?

–Hay un personaje que pasará a la historia como el peor gestor de expectativas y capital político: Albert Rivera. Tuvo en sus manos cambiar el destino de España en múltiples ocasiones, no supo leer el momento político y lo dejó pasar. Hay dos momentos claves: 2016 y 2019. Tuvo la oportunidad de exigir al PSOE un gobierno de coalición con Sánchez. Toma la decisión de no hacerlo, cegado por la idea del sorpasso al PP. Dio todos los gobiernos al PP en las autonómicas a ver si luego se moría en las generales. Su oportunidad única era una pequeña coalición.

–¿Aquello no hubiera matado al PSOE?

–Probablemente, pero ese no era problema de Rivera. Podría haber quitado al PP muchas comunidades y no supo. Pasó sin pena ni gloria y ahora nadie puede ser bisagra.

–¿La gran coalición es posible?

–Imposible en España. Nuestra lógica es de bloques, pero es importante que haya pactos, tendría que haber elementos fundamentales, como la política exterior o educación.

–¿Cómo ve a Barbón? Preside uno de los pocos gobiernos socialistas...

–Las relaciones entre el PSOE y todo lo que está a su izquierda no han sido fáciles y eso es diferencial en la política asturiana. Asturias tiene algunos elementos interesantes. Ahora se va a discutir el tema de la oficialidad y hay desafíos estructurales tremendos, en la demografía y la industria. Barbón puede tener proyección a nivel nacional, estuvo alineado siempre con Sánchez y está bien colocado para algún papel futuro.

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