Opinión | LXXV | Temporada de Ópera

Un espectáculo extraordinario

El estreno de "La dama del alba" desde la óptica de un aficionado a la música teatral

Este domingo los muchos que tuvimos la fortuna de asistir al espectáculo, podremos contar que vivimos un acontecimiento memorable. Celebramos el 75º. aniversario de la Opera en Oviedo, una iniciativa reivindicadora del valor de nuestra cultura y su impacto social. Durante estos 75 años se ha ido construyendo tradición y tejiendo capacitaciones artísticas excepcionales que desembocan en una obra asturiana, concebida y realizada por asturianos y que el domingo vio la luz en nuestro entorno más emblemático: el Campoamor.

Remito estas letras en un afán de compartir, desde mi limitado bagaje de simple aficionado, la experiencia artística de este domingo que cuento entre las mejores de una vida, viajera, donde el gusto por la ópera me llevó a tantos teatros del mundo. Y lo hago desde la convicción que estamos ante un espectáculo extraordinario que ojalá tenga la suerte de encontrar el recorrido y proyección que su gran calidad merece.

La cultura, alimento de la innovación, cambia y a veces progresa cuando encuentra un camino inexplorado. El espectáculo (teatro, cine u opera) es una manifestación cultural cuyo valor artístico está, cada vez más, en el balance, en el equilibrio y armonía de todos sus elementos, trama, escena y música, que con la contribución de la tecnología y el talento configuran el valor artístico innovador.

La trama de "La dama del alba" atesora una historia fascinante, entre lo ilusorio y lo real, un dialogo entre la vida y la muerte con unos caracteres tan propios para los asturianos y un entorno en nuestra tierra y nuestra mitología. Recurrir a la obra de Casona para construir una ópera en poco difiere lo que han hecho tantos otros grandes compositores a lo largo del tiempo.

La puesta en escena da el carácter diferencial a la obra y transporta la trama hacia un ejercicio de armonía, naturalidad y naturaleza, espacio para los personajes, verticales, que se desarrollan por encima de lo trágico. La atmósfera, la belleza plástica del contraluz, el entorno de bosque mágico o majada, el movimiento, la tecnología o los efectos especiales centran la atención y arrastran a un mundo que transmite emoción y sosiego.

La música, más participativa que protagonista, desarrolla una misión incidental elevando la atmósfera de la obra, en castellano y el entorno Asturias, o reforzando lo emocional de los personajes. En muchas ocasiones presenta destellos a los clásicos, el cine o las tradiciones populares que se acercan al subconsciente del espectador.

Quizás apuntar, al futuro espectador, la conveniencia de prevenir el partir de una conceptualización que siempre recoge experiencias anteriores y limita la capacidad por percibir el valor de una obra nueva. Para despertar la emoción, basta con escuchar una concatenación de arias en Rigoletto o una orquestación grandiosa en el Anillo, pero para valorar y disfrutar "La dama del alba" hay que ir al teatro y ver y (no solo oír) el conjunto.

Termino animando a los lectores a acudir al Campoamor a ver un producto de la Asturias moderna, competente y disruptiva. Hay que tener valor y entusiasmo para lanzarse a una iniciativa como esta y con tan pocos medios. Las grandes cosas siempre se han hecho de esta manera.

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