Nicolás Redondo, principios y acción

Antonio Trevín

Antonio Trevín

La radio me dio la noticia. Se nos ha ido Nicolás Redondo. De inmediato mensajeé a su hijo, buen amigo: "Con tu padre se va buena parte de la historia del mejor sindicalismo español y del socialismo más comprometido con la Constitución del 78".

La Transición no se puede explicar sin sus grandes líderes institucionales y políticos, pero tampoco sin dirigentes sindicales como Nicolás Redondo o Marcelino Camacho. Ellos también son parte del que algunos denominan "régimen del 78".

La pugna entre ambos fue tensa en algunos momentos. No impidió, sin embargo, que ambas organizaciones firmaran en julio de 1977 los Pactos de La Moncloa, que lograron encarrilar, social y económicamente, nuestra Transición. A Camacho le sucedió Antonio Gutiérrez, con el que Nicolás se entendió mejor. La Unidad de Acción Sindical que ambos acordaron supuso importantes avances para la clase trabajadora.

Redondo tuvo mucha relación con Asturias. Por las huelgas mineras y siderúrgicas en la dictadura franquista; en Suresnes (1974), en el que los asturianos, con Agustín González ("Otilio"), y los vascos con él, catapultaron a Felipe González al liderazgo del PSOE; por la reconversión siderúrgica de los años 70 y 80 en Asturias y Euskadi. Y por la especial relación que tuvo con destacados ugetistas asturianos.

Con Manuel Fernández, Lito, sobre todo. Lo había preparado para que fuera su sucesor, pero algunos malentendidos, sobre todo personales, lo impidieron. Sin embargo, ni vascos ni asturianos se bunkerizaron en el rencor. La UGT de Asturias, que siempre tuvo como gran referente a Lito, lo invitó en varias ocasiones a la celebración anual en la que hacía públicos sus reconocimientos. Y en 2009, siendo Justo Braga su secretario general, le concedió su máxima distinción: la medalla de oro de la UGT de Asturias.

En su sede ovetense tuvo, sin embargo, un buen susto. El ascensor en el que subía al despacho de la planta 12, con Donaire y Lito, al llegar al tercero, en lugar de seguir subiendo paró y de inmediato inició un acelerado descenso. Aún hoy, a quien por primera vez va a usar dicho elevador se le advierte del suceso para que actúe en consecuencia.

Fue muy vasco, en el amplio sentido de la palabra. Serio, formal en los acuerdos, coherente, poco dado a barroquismos, y voraz lector para compensar los déficits de su formación académica.

Edmund Burke, escritor y político del siglo XVIII, indicó: "Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada". Nicolás Redondo peleó siempre. Contra la dictadura franquista y contra el capitalismo salvaje.

Mi adiós más sentido a un hombre bueno, con principios y de acción.

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