Podemos y PSOE, media naranja o pomelo

Francisco García

Francisco García

Ha llegado el gobierno de la nación a estas alturas a un punto tal de mal avenimiento que uno no sabe ya si el PSOE es para Podemos su media naranja o un amargo pomelo. Que una parte del gabinete vote contra sus socios y la otra busque la suma de los escaños de la derecha para sacar adelante la modificación de la polémica ley del “sólo sí es sí” no se había visto en este país en décadas. Es la segunda vez en meses que el PP salva la cara al PSOE con una ley principal; si bien la aprobación de la reforma laboral se achacó al dedo tonto del diputado aquel amigo de Mario Arias que erró al pulsar el botón.

PSOE y Podemos se quieren como hermanos, al modo fraternal en que se querían Caín y Abel. Pero nunca llega la sangre al río ni el golpe de la quijada de mula impacta en el cráneo del ministro vecino. Caigan rayos o centellas sobre las cabezas de los socios, los misiles llegan exentos de carga nuclear y la pólvora se gasta en salvas, pues no habría peor final para el primer gobierno de coalición de la democracia que un baño de sangre a pistola o navaja.

Para ser Ejecutivo hay que estar dispuesto a ejecutar. Y Sánchez, experto en aplicar garrote a la disidencia casera, prefiere jugar a la pesca sin muerte: echa la caña paciente hasta que los morados muerden al anzuelo y antes de que se asfixien los devuelve al agua. El gran jefe aprieta, pero no ahoga: sienta a los díscolos en la silla eléctrica pero no aplica el máximo voltaje. Se conforma con un calambrazo admonitorio como el propinado a Irene Montero, que gravemente desautorizada por sus compañeros de bancada en vez de dimitir prefirió aguardar el fin del mandato en el pasillo de la milla verde. En el penal de Moncloa se come caliente y se vive bien; y fuera del gobierno hace mucho frío.

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