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¿Vuelta al bipartidismo?

Antonio Papell

Antonio Papell

Si nos guiamos por los resultados de las elecciones municipales cuatrienales, la evolución del llamado "bipartidismo imperfecto" articulado en torno al PP y al PSOE muestra una caída considerable en las consultas de 2015 y de 2019, en las que ambos partidos apenas superaron levemente el 52 % de los votos entre ambos, cuando en las dos elecciones anteriores el conjunto de los grandes partidos alcanzó el 71,91 % en 2007 y el 65,32 % en 2011.

En las de mayo pasado, PP y PSOE sumaron el 59,65 %, lo que representa una subida de más de siete puntos con respecto a las dos anteriores, celebradas en plena explosión del abanico de partidos vinculada a la gran crisis financiera que arrancó el 2008.

En lo referente a las elecciones generales, las de 2008 (segundas de José Luis Rodríguez Zapatero) fueron las últimas normales ya que en ellas PP y PSOE lograron el 73,59% de los sufragios. En las de 2015, en las que irrumpió Podemos (20,66%), los dos grandes partidos apenas consiguieron el 50,73%. En las de 2016, con Ciudadanos pletórico, sumaron el 55,69%; en las de abril de 2019, el 45,38%; y en las de noviembre de 2019, el 49,14%, tras el derrumbe de Ciudadanos. Veremos qué ocurre el 23 de julio.

La razón del prolongado y pronunciado declive de PP y PSOE durante todo el periodo de la crisis financiera y sus repercusiones posteriores sobre el bienestar de la sociedad civil ha de buscarse en la decadencia de los grandes partidos, incapaces de prevenir la catástrofe e incapaces también de resolverla con un coste social aceptable.

El "no nos representan", coreado en las plazas de Madrid y otras capitales, indicaba el desapego de mucha gente hacia la política convencional y la búsqueda de soluciones en alternativas radicales capaces de sintonizar mejor con los anhelos colectivos y de repartir mejor las cargas y los beneficios.

Hoy puede decirse que la situación tiende a normalizarse. La mejora de las condiciones de vida es un hecho, e incluso hemos visto como Europa combatía una nueva crisis con procedimientos mucho menos traumáticos que los utilizados anteriormente.

Así las cosas, y puesto que la ley d´Hondt castiga electoralmente a las minorías, sería lógico pensar que la tendencia es hacia otro bipartidismo imperfecto que rentabilizará mejor el valor del voto. Naturalmente, estas son solo especulaciones teóricas y cualquier respuesta cierta deberá esperar a las ya inminentes elecciones generales.

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