El cursor de Pedro Sánchez

Al presidente en funciones se le considera intrépido, pero en el fondo es un líder radicalmente transaccional

Valentí Puig

Valentí Puig

Cuando un experto informático te revisa el ordenador por control remoto te quedas ante tu pantalla viendo cómo el cursor por sí solo va arriba y abajo, de derecha a izquierda, desde el arranque a las copias, y que parece que la flecha actúe como una brújula desnortada. Algunos movimientos tácticos de Pedro Sánchez se asemejan a ese cursor, pero en realidad las improvisaciones, los alardes, los silencios, sonrisas y estupores, todo encaja en el cálculo de un interés primordial que en caso de tener que definirse es personal más que colectivo. Consiste en ser capaz de moldear a su medida el estado de opinión ajeno sin tener que pronunciarse sobre nada. O lo que es lo mismo: adaptarse al otro para que el afán excesivo de poder quede disimulado. Políticamente, su ego es desmesurado y a la vez deportivo.

Hace unos años, cuando aparecía un nuevo político, la pregunta era: "¿Tiene carisma?". Ya nadie se acuerda del carisma. Ahora la pregunta es: "¿Tiene empatía?". Y pronto nadie se acordará de la empatía. Pedro Sánchez ya lleva años en escena, pero todavía no se sabe cómo calificar su liderazgo. Sus críticos le atribuyen un regate corto, más presencia que consistencia, eslóganes huecos, más gesto que sustancia, pero quizás es que corresponde a un liderazgo de otro cuño, nutrido de otra energía, indefinidamente mimético, nacido para circunstancias que no son las clásicas aunque no sea muy original en su adecuación obsequiosa con la oportunidad. ¿Lo estarán sospechando algunos afiliados del PSOE, que tienen que votar sobre los pactos y condiciones de la investidura?

Al indagar las categorías de liderazgo se habla de "soft" o "hard", de líderes transformacionales o transaccionales, tal vez por ser clasificaciones muy esquemáticas y, por tanto, siempre cómodas. En general, a Pedro Sánchez se le considera intrépido pero en el fondo es un líder radicalmente transaccional. Lo que se ve por ahora en el diseño de la amnistía es una transacción desmesurada. Sánchez complementa ese sentido transaccional con su capacidad para apartar a enemigos y aliados cuando le estorban. Es decir, "soft" en el arte de la política; "hard" en el método de supervivencia.

Como secretario general del PSOE, al proponer que la militancia vote por la amnistía, ha dicho que hay que hacer de la necesidad virtud porque es la única vía posible para que haya gobierno en España y no haya repetición electoral. Esta amnistía –disolvente por naturaleza– será algo más que un pespunte del cursor. Va a ser un arquetipo transaccional, entre otras cosas porque a Carles Puigdemont le da un llavín para el séptimo cielo. Pedro Sánchez lo llama destensionar el conflicto catalán, solucionar una crisis territorial y ya, con más épica, el reencuentro total de Cataluña.

A veces es como si el ordenador de Pedro Sánchez se le quedase colgado; el cursor no le responde, pero pierde las elecciones locales y convoca elecciones anticipadas. Pierde el cara a cara electoral con Núñez Feijóo y da un giro cualquiera. Desatiende sus deberes institucionales de turno en la Unión Europea y es el más eurobuenista de todos. Intriga saber qué música escuchaba en su gira en el Peugeot 407 por toda España, cuando en 2016 su partido le despojó de la secretaria general. ¿Marchas militares, tangos, hip hop, reguetón, árabe? Él dice que le gusta la música "indie" y sobre todo la cantante pop Taylor Swift, pero quizá se identifica más con la obertura de "La fuerza del destino".

Suscríbete para seguir leyendo