Opinión

¿Hay diplomacia?

La mala idea de desafiar al Mossad sin considerar antes las consecuencias de esta estrategia

¿Hay diplomacia?

¿Hay diplomacia? / .

"Con estrategia se gana la guerra, el triunfo es fruto del consejo" (Proverbios 24,6). Es la cita bíblica que, durante muchos años, sirvió de lema al Mossad, es decir, al Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales de Israel. O sea, la agencia de espionaje israelí. Desde 2011 es este otro, también del libro de los Proverbios: "Pueblo sin gobernantes se hunde, con muchos consejeros se salva" (11,14).

Lo sinónimos del término "estrategia" más utilizados al traducir el correspondiente vocablo hebreo al español han sido los de "engaño", "ingenio" o "estratagema", siendo la versión más difundida ésta: "Por la vía del engaño ganarás la guerra". El lema tiene tela.

No creo que sea una buena idea, pues, la de desafiar abiertamente al Mossad sin haber considerado antes las consecuencias que las "estrategias" de una de las cinco o seis agencias de inteligencia más importantes del mundo le pueden acarrear a quien se crea que puede plantarle cara abiertamente.

Y es lo que ha hecho algún miembro del gobierno de España, que ha tenido la audacia de enarbolar con jactancia un estandarte en el que figura la consigna "Desde el río hasta el mar", tal vez porque no sabe que, a oídos de un judío, eso significa "querer echarlo al mar". Para que se ahogue. Y, como es natural, no se va a dejar.

Si yo trabajara en la administración del Estado, junto a esos altos cargos del gobierno de nuestro país que sacan alegremente la lengua a pacer, o fuera un familiar suyo, me miraría mucho en lo que hable por teléfono y me andaría con ojo, porque, en una guerra entre inteligencias, la del Mossad lleva las de ganar. Y afirmo esto dando por supuesto el que, en la parte española, la hubiere.

He recordado en estos días aquella etapa de mi vida en Jerusalén, en la que, cuando, desde el teléfono del Instituto Español Bíblico y Arqueológico, llamábamos a nuestras familias en España, había un residente que tenía la costumbre de saludar al escucha que controlaba nuestras conversaciones telefónicas, ya que manteníamos una relación muy amistosa y casi diaria con el personal diplomático del Consulado General en aquella ciudad.

Que todo ese lío internacional en el que se ha sumergido actualmente España se debe a que no hay cabeza ni política de Estado se aprecia sobremanera en el hecho de que el cuerpo diplomático no pinta en todo ello absolutamente nada. Los embajadores son llamados a consulta, no para atender a lo que puedan decir basándose en sus conocimientos y en su experiencia, sino para que formen parte del espectáculo de los enfados.

Los convocan, los quitan, los pasean de un país a otro con la solemnidad con la que un bobo se levanta de la mesa de juego tras no haber ganado ni una sola partida. Porque es que ya no hay visión global de política exterior. Tampoco interior. Hoy, y en todas las instancias, no sólo la estatal, la forma de gobernar se caracteriza por la voltariedad. Lo que impera es el capricho, la ocurrencia, el oportunismo, la conveniencia particular y el contradecirse si hace falta.

Hubo un tiempo en el que los embajadores eran plenipotenciarios y concertaban incluso matrimonios entre los miembros de las casas reinantes europeas. Unían naciones y pueblos. Ahora se decide el futuro de una relación comercial entre países, se inicia un conflicto o se fijan las condiciones de un acuerdo por guasap. Pobres diplomáticos. Incluidos los nuncios y los delegados apostólicos. Los puentea todo el mundo. Anteayer tuvo que salir el ministro de Asuntos Exteriores a decir que la política exterior era cosa suya, por si alguna ministra no lo tenía claro o no alcanzaba a entender la tautología.

Y ya que el artículo de hoy va de diplomacia, aprovecho para confesar que me he leído el texto de los "Cuadernos de la Escuela Diplomática", número 51, que el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación tiene colgado en su web. Se titula "El judaísmo. Contribuciones y presencia en el mundo contemporáneo". Para ser de la Escuela Diplomática lo encuentro bastante poco conciliador.

El autor del capítulo sobre el antisemitismo le zurra de lo lindo a la Iglesia Católica. Aunque no sólo a ella. Se le nota que lo hace con gusto. Qué atrabilis. Y eso que es el presidente del Movimiento contra la Intolerancia y Secretario General del Consejo de Víctimas de Crímenes de Odio. No logro imaginarme qué otras cosas peores podría escribir si, en vez de estar en contra de la intolerancia, fuese partidario de ésta o alófobo.

Lo que dice de la Iglesia no voy a reproducirlo aquí, pero sí este puntapié que, en la página 193, le propina a quienes confunden, "per modum unius", lo que no tiene por qué ir necesariamente asociado: "Para abundar en la inconsciencia, parte de la izquierda política y social no supo diferenciar el conflicto político palestino-israelí del conjunto de la comunidad judía reiterando erráticamente posiciones antisemitas".

Me da que el autor de este parrafillo estaba pensando, entre otros, en los actuales socios de gobierno del Partido Socialista Obrero Español. Lo llamativo es que esté colgado en una web estatal. También pudiera ser que lo hayan hecho a propósito. Estimo que lo más probable es que nadie haya tenido el menor interés en leerlo. Pero, en fin, se ve que cosas de ese estilo, y en tono tan poco amistoso, son las que estudian quienes se preparan para la alta misión de servir a los intereses de España en el extranjero y a trabajar por la paz entre las instituciones y los pueblos.

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