Opinión

El jefe está a la altura del Estado

La primera década de Felipe VI

Los homenajes a Felipe VI con motivo de su primera década en el trono están quedando algo postizos, salvas de ordenanza. Los elogios se parecen sospechosamente a los que recibía su padre en efemérides equivalentes, a menudo con idéntica adjetivación porque los cortesanos no sobresalen en ingenio. Por tratarse de un Rey, a la hora de juzgarlo parece elemental decretar que el Jefe está a la altura del Estado, igual que haríamos con un Macron o un Biden. Y ya solo queda fijar la valoración en números.

La situación del Estado susodicho obtendría una calificación media de 3-4, dependiendo del resultado final de la Eurocopa y atendiendo al veredicto de los mismos españoles que jalean a Felipe VI. Desde este modesto arranque estatal, resulta curioso puntuar al Rey con un 7-8, nota media estadística de los encomios publicados. Para no escurrir el bulto detrás de valoraciones ajenas, mi valoración del monarca sería un 5, el 6 tendría que ganárselo. Por otra parte, ningún indicio permite concluir que una década después persiga el sobresaliente, y mejor así. Para lograrlo, debería empezar por despegarse de los cortesanos importados de su progenitor.

Los valedores de Felipe VI escudan su notable alto en la comparación con su predecesor, cuando este criterio favorece al padre. Con Juan Carlos I no hubo una sola repetición de elecciones, con su hijo han tenido que volverse a convocar las dos celebradas hasta la fecha. Por no hablar de las investiduras fallidas, o del cambio de candidato en una misma legislatura, experiencias inéditas con el anterior Rey. Vale que son tiempos difíciles, pero este atenuante no se le concede a Pedro Sánchez. Sobre todo, los elogios bombásticos son contraproducentes. El Jefe de Estado debería ser tan lejano como las restantes personas que habitan en palacios. Con un 5 o con un 8, la mayor garantía de supervivencia del monarca es un republicanismo formado por personas que votan indistintamente a Podemos y a Alvise. El fervor por la República decae al recordar que ese decorativo formato también requiere un Jefe de Estado.

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