Opinión | En ritmo sinusal

Colesterol: cuanto más bajo, mejor; cuanto antes, también

Concienciación ante un tipo de grasas que elevan el riesgo cardiovascular

El término dislipemia se utiliza de modo genérico para hacer referencia a las diferentes alteraciones del metabolismo lipídico (las grasas) del organismo. Como de costumbre, la cuestión es más compleja, pero, para simplificar, nos quedaremos con la idea de que cuando un paciente es dislipémico "tiene el colesterol alto".

La dislipemia es uno de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) clásicos, junto con la hipertensión, la diabetes y el tabaquismo. En una analítica que incluya perfil lipídico aparecen, al menos, cuatro valores:

- Colesterol total

- HDL (el conocido como colesterol bueno)

- LDL (el temido colesterol malo)

- Trigicéridos

Las moléculas de LDL, por su baja densidad, son especialmente tendentes a infiltrar la pared íntima arterial y desencadenar una serie de reacciones que dan como resultado la formación de placas de ateroma que van ocluyendo la luz del vaso y, si llegan a romperse, pueden desencadenar un evento trombótico agudo.

Desde la segunda mitad del pasado siglo sabemos que el LDL es un FRCV independiente y que cifras elevadas suponen un problema para la salud del paciente, sin que exista posibilidad de "compensarlas" con un HDL alto.

Las campañas de concienciación poblacional del riesgo de aterosclerosis por dislipemia no son algo nuevo. Recuerdo la realizada a mediados de los 80 por la Caja de Ahorros de Asturias, que tenía por protagonista al trasgu "Furaquín". Lo que sí ha cambiado en estos últimos cuarenta años es nuestro conocimiento de la fisiopatología de la placa de ateroma y, sobre todo, las herramientas farmacológicas para combatir la dislipemia. Estos dos factores han contribuido a que, a lo largo de este primer cuarto de siglo, se hayan ido reduciendo los objetivos en el tratamiento de la dislipemia, buscando cada vez cifras más bajas. Gracias a los nuevos tratamientos y a estos objetivos más exigentes, los pacientes están mejor tratados y su riesgo cardiovascular se reduce, pero el esfuerzo realizado en la comunicación, quizás no haya ido a la par del invertido en investigación y tratamiento. No en vano, resulta bastante habitual encontrar pacientes que sospechan, cuando no afirman, que tras la reducción de los objetivos se esconde una conspiración que busca vender más pastillas. El argumento es muy sencillo y, por ende, tentador. Si bajo el objetivo de 240 a 200 habrá muchos más pacientes con el famoso asterisco en la analítica, candidatos a recibir tratamiento. ¿Qué otra explicación puede haber para semejante maniobra?

Pues una que, en buena tradición escolástica, es al mismo tiempo trina; o dicho de otro modo: porque es posible, necesario y seguro.

Porque es posible. Durante décadas el tratamiento en monoterapia con estastinas, si bien permitió tratar y salvar la vida a muchos pacientes, era incapaz de conseguir los niveles de LDL que hoy buscamos en un paciente en prevención secundaria. En cambio, la terapia combinada basada en el uso de estatinas junto con otros fármacos como la ezetimiba, los inhibidores de pcsk9 o, más recientemente, el ácido bempedoico, han hecho posible reducir el colesterol de la mayoría de los pacientes a niveles antes inimaginables.

Porque es necesario. Lejos de responder a un capricho o a una estrategia de ventas, la búsqueda de descensos tan grandes de LDL responde a los datos que ha ido ofreciendo la evidencia científica de los últimos años. Entre ellos destaca el estudio PESA dirigido por el Dr. Valentín Fuster, que estudió el colesterol y las arterias de dos mil individuos sanos. El estudio corroboró la relación directamente proporcional entre las placas de aterosclerosis y los niveles de LDL (a más colesterol malo más enfermedad), pero demostró también la presencia de placas de ateroma en personas con niveles de LDL que habitualmente consideramos "normales". También ha quedado demostrado que cuantos más años vivamos con el colesterol alto,mayor será el daño causado. Igual que sucede con el tabaco: no es lo mismo dejarlo a los 30 que esperar a los 65 después de un infarto.

Porque es seguro. El doctor Luis Masana y su grupo de investigación han publicado varios artículos en los que demuestran la seguridad de reducir drásticamente los niveles de LDL circulante (que es el que se mide en una analítica). ¡Ojo!, no se trata de que el cuerpo se quede sin colesterol, se trata de que tenga solo lo necesario dentro de las células y que sobre lo mínimo posible en sangre.

Como síntesis, una idea sencilla pero poderosa: "El LDL, cuanto más bajo, mejor; y cuanto antes, también".

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