Opinión | Solo será un minuto

Avisa cuando llegues

No naces con un manual de instrucciones bajo el brazo así que te las apañas como puedas. O como te dejan. Si tienes suerte encontrarás a unas pocas personas que harán las veces de guías para no extraviarte demasiado, quizá no porque sean buenos ejemplos sino todo lo contrario: aprendes lo que es bueno gracias a todo lo malo que traen. Lo ideal es que las buenas lecciones las imparta gente que realmente vale la pena porque no hay en ella sustancias tóxicas que pudran tus días. Bienvenidos sean los encuentros que sirven para mejorarte o, al menos, para ayudarte a hacer de los errores una vía de aprendizaje. Es importante detectarlos lo antes posible para aprovechar sus ventajas, y, sobre todo, para protegerte por comparación de todo lo que rompe y corrompe. Con esfuerzo y tenacidad se puede desarrollar una suerte de instinto para reconocer pronto a esos seres que dedican la mayor parte de su tiempo y casi todas sus energías a extender una mancha aceitosa de envidia, egoísmo, ruindad, amoralidad y odio, entre otras fosas sépticas.

Las mejores enseñanzas, en cualquier caso, son las que llegan por los errores propios. Si eres capaz de detectarlos, asumirlos y corregirlos, claro, porque hay quien disfruta equivocándose para echar luego la culpa a los demás. Un buen fracaso que derrumbe estériles expectativas, una acción equivocada por activa o por pasiva, un paso en falso o una huida a tiempo para no caer prisioneros de éxitos baldíos pueden proporcionar vías de escape y salidas de emergencia en el tránsito por ese territorio al que te lanzan sin mapas ni brújula: busca tu camino y avisa cuando llegues.

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