Opinión

El arte de sumar

El recuerdo de un hombre que ayudaba desinteresadamente a todo aquel con quien se cruzaba

Daniel González es el presidente de la Cámara de comercio de Avilés

El miércoles fue de esos días largos, en los que las horas pasan más despacio de lo normal. De esos días que nunca tenían que haber empezado. La llamada que recibí de mi amigo y compañero presidente de la Cámara de Oviedo, poco antes de la 9.00, informándome de la repentina muerte de Carlos de la Torre, fue la peor manera con la que jamás deseamos comenzar un día de trabajo.

De Carlos podemos resaltar muchas cualidades, pero las resumiría en estas palabras: entregado, afable, educado, moderado, leal, competitivo, profesional. Pero, sobre todo, muy familiar. Es de esas personas que vinieron a sumar.

Normalmente las intensidades de las carreras profesionales van acorde a la edad y el paso de los años en una empresa o entidad, mermando con el paso del tiempo. Pero algunas personas siempre están dispuestas a aprender nuevas cosas, les inquietan los nuevos proyectos, convirtiendo lo que a priori parece una complicada adaptación profesional en un reto. Así era Carlos. Le encantaban los desafíos laborales que llegaban a la Cámara con nuevas materias y proyectos, y se apuntaba a liderarlos sin dudarlo.

Recordaremos a Carlos como esa persona que se adelanta a los problemas, sin cruzarse de brazos, trabajando por el bien común y descolgando el teléfono para dar buenos consejos desinteresados, solo para que todo fuese bien y alcanzar objetivos comunes de interés general.

Repasando el móvil abrí los últimos mensajes que compartimos. En uno de ellos le decía: "Carlos, muchas gracias por tu ayuda". Volviéndolo a leer, lo siento como una pequeña despedida, resumiendo en ese mensaje de pocas palabras lo que consiguió Carlos durante tantos e intensos años de trabajo.

Desde mi toma de posesión en junio de 2022, se mostró dispuesto a ayudarme en todo lo que estuviera en su mano. Conocía a la perfección la Cámara de Avilés tras sus 23 años como secretario general. Asimismo, contrató y fue el mentor de la actual secretaria general, Carmen Fernández, con quien le unía una estrecha amistad. Su talante conciliador reforzó la relación con la Cámara de Oviedo.

Un mentor para sus sucesores sin precedentes, que con trato casi familiar aconsejaba como cualquier padre a sus hijos, una enseñanza cargada de argumentos y experiencia. Como recuerdan en la Cámara sus compañeros de Avilés, le inquietaba enormemente que cualquier persona estuviese perdida por los pasillos de la Cámara sin atender. "¿Está usted atendido?", preguntaba, siempre sumando, siempre constructivo, con conocidos y desconocidos.

Recientemente le pedí ayuda para un asunto. No se me ocurrió mejor persona a la que acudir. Como siempre, desinteresadamente se puso manos a la obra y encontró la respuesta y la solución. Y es que era de esas personas que hacían fácil lo difícil. La única contraprestación por ello fue emplazarnos para almorzar. Nos quedará ese almuerzo pendiente.

Sus buenas maneras se han contagiado a muchos, y ese será uno de sus legados. Virtud presente el pasado miércoles a través de sus hijos Cristina, Javier y Jorge, recibiéndonos con excepcional integridad, pese a los difíciles momentos, y transmitiéndonos así esa esencia de Carlos que jamás olvidaremos.

A su mujer, Luisa, sus hijos Cristina, Javier y Jorge, resto de familia, amigos y compañeros, quiero trasladar mi más sentido pésame. Descansa en paz, Carlos.

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