Opinión

Sabemos qué hacer con la basura ¡y no es quemarla!

Las alternativas a la incineración del combustible sólido recuperado que procede de la bolsa negra

Este domingo, me sorprendió encontrar en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA un artículo del exdiputado Xuan Xosé Sánchez Vicente en el que arremetía contra los diputados del Grupo Mixto en la Xunta Xeneral –el diputado Adrián Pumares y yo, la diputada Covadonga Tomé– por una supuesta falta de alternativas para la gestión de los residuos en Asturies.

De la lectura de esa tribuna, bajo el título "Tomé y Adrián no saben qué hacer con la basura", extraemos dos conclusiones. La primera, que es la que más nos preocupa, es el discurso de los costes que supone una gestión de residuos –o de CSR, o del nombre que le quieran poner– que no contemple la incineración. Nos preguntamos, cuando se apela al alto precio (económico) de la búsqueda de alternativas, ¿cuánto consideran que vale la salud de sus hijos y sus hijas, de sus sobrinos y sobrinas, de sus nietos y nietas? Todas pensamos lo mismo: no tiene precio.

Entonces, ¿por qué apelan a lo económico para defender un modelo con graves consecuencias para la salud de las y los niños y jóvenes? No estamos exagerando. Un tercio de las muertes de menores de 19 años es atribuible a exposiciones ambientales. De hecho, la exposición prolongada a algunos de los productos liberados con la combustión de CSR –por ejemplo, las dioxinas– produce en las y los niños alteraciones inmunitarias, del sistema nervioso en desarrollo, del sistema endocrino y de la función reproductora. También afecta a la formación del feto.

La contaminación atmosférica también se ha relacionado con problemas respiratorios –se le atribuye un 33 por ciento de los casos de asma infantil en Europa–, además de afectar al sistema cardiovascular, el peso y el desarrollo del cerebro. Esto quiere decir que la contaminación atmosférica puede afectar a la capacidad de aprendizaje de los niños y niñas.

¿De verdad vamos a hablar de coste económico? Nos acusa Sánchez Vicente de no haber puesto alternativas sobre la mesa. Sí las hemos puesto. A corto y medio plazo, proponemos enterrar provisionalmente esos paquetes de CSR en áreas geológica y medioambientalmente seguras de algunas canteras, o espacios similares, hasta encontrar una solución definitiva.

Mientras tanto, como hemos reiterado en varias ocasiones, tenemos que cambiar desde la raíz el sistema para la gestión de los residuos.

Y es aquí donde llegamos a la segunda conclusión que sacamos de la lectura del artículo de Sánchez Vicente. Él, como tantos otros, no es lo suficientemente valiente para confrontar a los verdaderos responsables de la situación actual. Una situación que genera 350.000 toneladas anuales de basura no separada en Asturies.

Los verdaderos culpables son los que no han legislado para poner límites al envasado de productos de grandes multinacionales. Los que permiten que las galletas se vendan envueltas dentro de paquetes de plástico, y dentro de una caja de cartón. O que se destine una bandeja envuelta en plástico para dos manzanas.

El verdadero culpable es un sistema ultracapitalista que succiona, tritura y destroza en nombre de un presunto avance que no es tal. Sirva un ejemplo: Amazon entierra 130.000 artículos a la semana; se trata de productos que no se vendieron o que fueron devueltos por los clientes.

Por eso, a largo plazo, nuestra propuesta –que tanto inquieta al señor Sánchez Vicente– es un cambio estructural en el modelo de la gestión de residuos que empiece por legislar –al menos, a nivel estatal– este despilfarro de embalajes, de consumo de nuestros recursos. Un sistema que, de verdad –y no nos cansaremos de decirlo– apueste por las 3 R’s (reducir, reciclar, reutilizar) y la economía circular.

Un sistema que sea todo lo contrario al discurso de Sánchez Vicente y de tantos otros. Un sistema que sea valiente.

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