Opinión

Minorías ruidosas vs. mayorías silenciosas

Los movimientos en defensa de "supuestos derechos" de grupúsculos

Jorge González Nanclares  es Profesor de filosofía

Es un fenómeno bien conocido que el ruido aturde el sentido y eso es lo que está sucediendo cada vez con más frecuencia en nuestro mundo. Las virtudes de la democracia hacen posible que minorías de ciudadanos reivindiquen con algarabía sus anhelos o aspiraciones ante las instituciones políticas, encargadas de tomar la decisión final. El resultado es que algunas veces estas decisiones vienen determinadas por los movimientos de dichas minorías incluso contra el sentir general.

Ocurre esto con los movimientos en defensa de unos "supuestos derechos" de grupúsculos que, envueltos en causas que consideran incuestionables (cuando no esenciales) elevan sus peticiones hasta el punto de poner contra las cuerdas a las instituciones encargadas de velar su ecuanimidad. Así sucedió con los estudiantes universitarios de muchos países occidentales que, atrincherados contra Israel, pedían la paz y la ruptura de todo tipo de relaciones, pero no lo hicieron contra Putin y Rusia. O los movimientos en defensa de los derechos "queer", "me too", ciertos colectivos animalistas y casi antihumanistas, los cada vez más beligerantes antitaurinos, supuestos pacifistas en sus lemas, pero belicosos en sus formas, los anti transgénicos o, por poner un ejemplo más cercano, los grupos a favor de cooficialidades lingüísticas identitarias.

Los minoritarios se manifiestan airadamente, se ofenden con furor cuando ven que sus peticiones no son atendidas o simplemente que las propias instituciones no asumen la defensa de sus reivindicaciones como propias. Entonces intentan bloquear el funcionamiento institucional hasta que las mismas no sean aceptadas. Apegados a un simbolismo diseñado al efecto tienden a exigir que se pongan y expongan sus banderas en la plaza pública, sin importarles si habrá o no una mayoría menos ruidosa, más silenciosa, que no esté de acuerdo con ellas.

Al contrario, las mayorías silenciosas están más preocupadas de su día a día que del de devenir de unos supuestos derechos esenciales indefinidos o de unos hechos que ocurriendo a miles de kilómetros de distancia por causas complejas en los que directamente no pueden influir, dejan a sus legítimas instituciones la acción debida. Rechazan los "ruidosos minoritarios" la posibilidad de realizar un plebiscito popular cuando sospechan que una gran mayoría de ciudadanos, o del colectivo implicado, pudiera no estar de acuerdo con esas reivindicaciones. La voz ciudadana es entonces prescindible.

Ocurre esto en casos como los de la cooficialidad de lenguas minoritarias con riesgo de resultar minoría los que quisieran cooficializarlas y no mayoría. La pretensión entonces abandona la vía plebiscitaria sustituyéndola, caso de encontrar comprensión partidaria, por la parlamentaria, sobre todo cuando se cree que se tienen suficientes votos de diputados que ni siquiera habían contemplado esa opción en su campaña, pero que acaban siendo presionados para ello. De ese modo las "minorías ruidosas" pueden acabar decantando, entonces, la acción política.

Otro ejemplo, eso es lo que intentan conseguir los nacionalismos identitarios con el denominado derecho de autodeterminación, cuando ya han logrado crear, primero en las escuelas (inmersión lingüística), luego en la calle, con innumerables manifestaciones por el "derecho a decidir", y finalmente trasladándolo el parlamento (el 1-O catalán).

Hay una conocida teoría de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann denominada "La espiral del silencio" de los años 70 del pasado siglo ("La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social", 1977) que establece que las personas se autocensuran cuando perciben que sus opiniones son contrarias a la mayoría y al revés se liberan cuando autoperciben que están en consonancia con ella. Eso es lo que pretenden las "minorías ruidosas", crear un caldo de cultivo tal que la "mayoría silenciosa" perciba como malo aquello que se oponga al "ruido" y como bueno todo lo que ayude a celebrarlo: "una minoría convencida de un futuro dominante, y por ello, decidida a exponerse, se convertirá en la opinión dominante frente a una mayoría dubitativa y poco dispuesta a la exposición mediática".

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