Opinión | Sol y sombra

Coces y más coces

Vox ha encontrado el momento propicio de volver a propinar coces coincidiendo con la irrupción del engendro Alvise en su flanco derecho y el temor a una fuga de votos. Utiliza de manera insolidaria una crisis migratoria para lanzarle, por medio del chantaje, un órdago al Partido Popular en las comunidades autónomas donde ambas formaciones mantienen puntos de encuentro. En el resto, los populares ya se han ocupado de alejarse lo suficiente para no sufrir demasiado una contaminación de la que ha sabido aprovecharse Pedro Sánchez en su beneficio hasta el punto de hacer del partido de Abascal su primer reclamo ante los votantes: el señuelo del miedo. Si Vox no existiera, el presidente del Gobierno no podría utilizar ese temor de los electores del que tanto fruto ha obtenido.

Cuanto menos tiempo tarde el PP en aclarar su relación con los ultras más se despejarán el futuro de la derecha moderada y sus opciones de poder gobernar. O mejor aún, cuanto menos tiempo tarden en darse cuenta los españoles que quieren perder de vista a Sánchez de que ello resulta imposible si continúan votando al partido de Abascal. Existe una izquierda a la que no le interesa que Vox desaparezca mientras que, por otro lado, se dedica a propagar el pavor que supone su presencia en la política y a identificar el fascismo con la oposición en su conjunto. Javier Cercas, flamante académico de la RAE, se preguntaba en un artículo, "¡Larga vida a Vox!", publicado en EPS, si a esa gente le importa de verdad el futuro del país, de la izquierda y de la democracia, o si lo único que le importa es el poder.

La crisis migratoria de los "menas" en la que se ha visto envuelta Canarias y la respuesta absolutamente insolidaria de Vox, inmerso en su batalla particular contra la inmigración ilegal, demuestran cómo la política ha dejado de aportar soluciones y se ha convertido exclusivamente en el arma arrojadiza con que demonizar al adversario.

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