Opinión

Lo que queda por investigar de la historia de la Iglesia asturiana

Una invitación de la Diócesis a estudiar su pasado más reciente

En el pasado mes de marzo, defendí mi tesis doctoral sobre la historia de la Iglesia asturiana entre los años de 1931 y 1949. Apenas veinte años de cronología, pero que acabaron traduciéndose en un texto de más de 1.500 páginas, lo que puede dar a entender la complejidad de lo investigado y la multitud de fuentes consultadas. Aun así, queda mucho por investigar.

La proclamación de la II República en 1931 conllevó, a finales de ese mismo año, la aprobación de una Constitución y una legislación que abarcaba materias tan importantes como la educación o la secularización de los cementerios, entre otras muchas cuestiones, y que redefinía las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica.

En todo este proceso, Asturias tuvo un papel protagonista. Algunos de los más importantes intelectuales republicanos que pusieron las bases de esa legislación laica eran asturianos o estaban trabajando en nuestra región por aquel entonces. Lo mismo sucedió con algunos de los más destacados intelectuales católicos del país, como el obispo Luis y Pérez, el dominico José Gafo, Alfredo Mendizábal Villalba o Maximiliano Arboleya. En este último caso, y a pesar de su importancia en el catolicismo social español y para la administración diocesana, carecemos de una edición crítica de su importante correspondencia, como sí han publicado en Italia con la de otro importante propagandista católico, Luigi Sturzo, fundador del Partido Popular Italiano y con el que Arboleya mantuvo un contacto permanente.

Asturias también fue protagonista de una importante violencia anticlerical, tanto en Octubre de 1934 como durante la Guerra Civil. Sin embargo, y entre las cuestiones que quedan por investigar, desconocemos el número total de víctimas religiosas durante la Guerra, con cinco recuentos contradictorios que arrojan cifras de entre 115 y 153 asesinados, dentro de un amplio margen de error que debe ser revisado al haberse utilizado criterios diferentes para esta cuantificación. La violencia anticlerical de este período no deja de ser sorpresiva si tenemos en cuenta que los últimos asesinatos de personal religioso en España se habían producido casi un siglo antes, en 1835, en lugares como Zaragoza, Barcelona o Madrid, pero no en Asturias.

Algunos tópicos han persistido en el tiempo, como el continuo enfrentamiento entre las autoridades religiosas y las municipales. Sin negar casos destacados como el de Gijón, tras consultar más de una veintena de archivos municipales la imagen que se proyecta es que esta última idea debe ser matizada. Por ejemplo, la justicia republicana atendió las demandas ejercidas por los párrocos locales cuando en algunos ayuntamientos intentaron implantar un impuesto sobre el toque de campanas, dando la razón a la Iglesia de acuerdo con la legislación republicana.

Así mismo, las fuentes consultadas muestran que la sociedad asturiana mantuvo una religiosidad popular y cotidiana muy activa. Aunque la prensa de izquierdas destacaba los casos de personas que se negaban a recibir los sacramentos o sepultura religiosa, lo cierto es que la mayoría cumplía con muchos ritos católicos, sobre todo cuando se trataba de ritos de paso.

Por otro lado, y a pesar de toda la propaganda franquista, la Iglesia no fue una institución monocolor de total adhesión al régimen. Durante la Guerra, algunos sacerdotes asturianos fueron detenidos por las autoridades franquistas, investigados en otros casos, lo que obligó a la intervención del Obispo para que la situación no pasara a mayores. Poco después, ya en el año 1942, algunos sacerdotes ya estaban en el punto de mira por criticar desde el púlpito la violencia y la situación económica desfavorable.

A finales de la década de los cincuenta, dentro del contexto de la huelgona de 1962 y el Concilio Vaticano II, una nueva generación de católicos asturianos ligados a los movimientos obreros de Acción Católica va a poner en entredicho esa estrecha relación entre la Iglesia y el franquismo. No sólo eso, sino que contribuyeron a la superación del anticlericalismo de izquierdas del período republicano, sustituido ahora por otro ligado a la extrema derecha franquista.

Como comentaba al principio, quedan muchos temas por estudiar. Sirva este pequeño artículo para animar a la Diócesis a impulsar estas investigaciones.

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