Opinión

Cáncer infantil en países pobres

La incidencia de este mal tiene escasas variaciones en el mundo pues la mayoría resulta de errores en la replicación celular

El cáncer infantil es un drama que afecta de manera más dolorosa a los países menos ricos. Es allí donde hay más niños y menos medios para curarlos. Los niños mueren muchas veces desatendidos, en una agonía dolorosa que destroza emocionalmente a la familia. Son muchas las necesidades que tienen que atender los gobiernos de esos países con presupuestos raquíticos empequeñecidos muchas veces por la ineficiencia y también la corrupción, ambas en proporción inversa a la riqueza.

Ante esa situación, movidos por la compasión y un sentido deber ciudadano, en algunos países surgen iniciativas privadas que intentan paliar los déficits del Estado. Hay ejemplos formidables en Hispanoamérica. Uno que me sorprende es la fundación Ayuda a vivir, AYUVI, de Guatemala.

Guatemala es un país que lucha por salir del pozo del subdesarrollo, pero que arrastra un índice de desigualdad escalofriante debido principalmente a la pobreza de los llamados indígenas, orillados por un desarrollo que no ha sido capaz de incorporarlos de una manera armónica y respetuosa con su cultura, expectativas y necesidades.

El sistema público de atención sanitaria, que se ocupa de los más pobres y desamparados, ha permanecido letárgico durante muchos años. Ahora despierta con un esfuerzo en inversiones que quizá en unos años se traduzca en una atención más justa y equitativa. Mientras, los niños siguen sufriendo desnutrición, diarreas, infecciones respiratorias y otras enfermedades que los llevan demasiadas veces a la muerte. También cáncer.

La idea es que el cáncer es una enfermedad del desarrollo. Es hasta cierto punto acertada. Hay más cáncer donde hay más personas con edad avanzada, donde se contienen otras enfermedades crónicas que matan antes, como las infecciosas, y donde hay más exposiciones derivadas de la forma de vida occidental. Por eso, incluso ajustando por edad, hay más cáncer en los países ricos. No ocurre lo mismo con los niños.

La incidencia de cáncer infantil tiene escasas variaciones en el mundo pues la mayoría resultan de errores en la replicación celular, pocos por agentes externos. La incidencia hasta los 19 años en Europa es de 12 casos por 100.000 habitantes, la misma que en Latinoamérica. Pero el número de cánceres por 100.000 habitantes es mucho mayor en Latinoamérica simplemente porque hay más niños entre esas 100.000 personas. De manera que en los países menos desarrollados el cáncer infantil es un verdadero problema.

Un grupo de grandes empresarios guatemaltecos sintió su corazón herido al contemplar el drama de esos niños, de esas familias. De manera altruista, con un empeño y una vocación de servicio, nace las Fundación Ayuvi. Era finales del siglo pasado. Entonces, con las dificultades que se tienen para las estadísticas, la supervivencia era del 20%, una cifra que recoge la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además de no recibir una atención adecuada, más del 60% abandonaban el tratamiento. La Fundación logró reunir fondos, contratar a magníficos pediatras formados de manera excelente en EEUU en oncopediatría y pronto llegó a un acuerdo con el gobierno para abrir un hospital en el recinto de uno público en el centro de Guatemala.

En pocos años han logrado que el manejo del cáncer infantil en ese país sea un ejemplo para los países del entorno e incluso para el mundo. Todos los años tratan unos 500 casos nuevos y se realizan 5.000 ingresos entre casos incidentes los que están en tratamiento. Se calcula que cada año se producen unos 700 casos, su ambición en llegar a tratarlos todos. Porque han demostrado que son eficaces y también eficientes: la supervivencia ya llega al 70%, la tasa de abandono es inferior al 2% y el gasto por caso es comparativamente bajo por varias razones: apenas usan medicamentos biológicos, que son muy caros, tampoco hacen trasplante de médula, una asignatura que tratan de resolver, y reciben medicamentos de organizaciones caritativas de otros países.

Llegar a esa supervivencia con medicamentos tradicionales es formidable, como lo es todo lo que hacen alrededor de la pura atención médica: facilitan y pagan los viajes, alojan a los familiares, les dan alimentos, tienen una red de apoyo emocional extraordinaria provista por voluntarios bien formados, hay un hogar de paliativos para los casos que ya no tienen tratamiento y, de una manera que puede ser criticada, consiguen órdenes judiciales de los jueces para imponer el tratamiento a los niños cuyos padres se nieguen siempre que se tenga la certeza de que lo pueden salvar. Tratan por imposición judicial del 1 al 2% de los niños.

La supervivencia del cáncer infantojuvenil en España supera el 85%. El objetivo de la Fundación es incluir en los tratamientos los medicamentos biológicos que tienen una relación coste/efectividad más alta. Están haciendo protocolos para calcular el incremento del coste anual. En la situación actual han llegado al máximo en la eficacia, avanzar desde ahí requiere grandes inversiones, el trasplante de médula, por ejemplo. El gobierno guatemalteco contribuye con una importante subvención. Su implicación es cada vez mayor y todos esperan que se encuentre un camino de colaboración estable centrados en una meta: tratar con calidad y calidez a esos niños y adolescentes con cáncer y apoya a las familias.

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