Opinión | Sol y sombra

Rovira predica normalidad en Cataluña

La amnistiada Marta Rovira, al regresar a Cataluña tras siete años fugada, ha dedicado sus primeras palabras a predicar la normalidad independentista de la que tanto alardea el Gobierno. "Hemos venido para terminar el trabajo que dejamos a medias", ha dicho. Señal de que, efectivamente, toda esta patulea de la que forma parte se encuentra aplacada gracias a la diplomacia sanchista. No solo no muestra gratitud por el perdón sino que su objetivo, como se han cansado de repetir otros dirigentes golpistas del procés, es seguir adelante y volver a intentarlo, esta vez sin tener que huir escondidos en los maleteros de los coches como hizo el jefe de la banda en 2017.

El archivo de la causa, debido a un error de forma en la investigación, por la que se le acusaba de terrorismo ha permitido a Rovira regresar y preguntar a los periodistas si le ven cara de terrorista. Hombre, tenemos el patrón de Otegi y el de Josu Ternera, entre otros, para poder hacernos cierta composición de lugar, pero yo no me la jugaría con las fisonomías. No sé si Rovira tiene cara o no de terrorista, pero sospecho que lo que los grupos violentos independentistas, como los CDR, iban a hacer con las armas y los explosivos incautados por la Policía no era precisamente una piñata. ¿Actuaban por su cuenta?

Rovira se viene demasiado arriba, sin embargo, cuando proclama la victoria absoluta de los suyos. El independentismo no ha ganado, si acaso ha obtenido el premio de una amnistía inmerecida tanto para los separatistas como para los que los combatieron con las leyes hace siete años y condenaron por sus delitos. La derrota y la indignidad, en último caso, quedan para los que han decidido perdonarlos por rebelarse contra las instituciones y malversar el dinero público para costear su sedición. A cambio de los votos de una investidura que han intentado convertir en un falso ejercicio de concordia que no concuerda con los verdaderos planes independentistas.

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