Opinión

El turismo y las cosas de comer

La crítica de la gente frente a los excesos del turismo resulta saludable. Sin embargo, una reacción excesiva, cuyo runrún se extendiera por el mercado, podría ser mortal de necesidad. El desarrollismo español iniciado en la década de los sesenta del siglo XX, que pese a desmesuras e injusticias sentaría bases materiales y sociales para la democracia que llegaría una década más tarde, tuvo en el naciente turismo una de sus grandes cartas. Desde entonces, entre visibles errores y aciertos indudables, se ha ido robusteciendo una oferta tan competitiva que hoy resulta difícil de igualar. Un activo intangible de esa oferta es la actitud positiva de los españoles ante el turismo y los turistas. Así que, pónganse límites a la masificación, regúlense flujos y alojamientos, vale; pero si aquella actitud social cambiara, se entraría en terreno muy peligroso. Con las cosas de comer no se juega.

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