Opinión

La España de los pequeños grandes

A la unidad por la diversidad futbolística

Nico Williams y Lamine Yamal

Nico Williams y Lamine Yamal / Rolf Vennenbernd/dpa

Para George Orwell, el fútbol era una guerra metafórica sin armas y durante décadas  el lenguaje bélico se apoderó del relato del juego, Una guerra danzada, que decía Galeano, que mete a veintidós contendientes en danza, en una frecuente escaramuza de poder y emoción que ayuda, como ninguna otra actividad humana, a hacer patria. Cuando el balón echa a rodar, las ideologías se desvanecen y la polarización se exilia a los polos, a proponer su enfriamiento. Sobre el verde tapete en buena lid no cabe el fango. Mejor jugar al toque que el fútbol militarizado de toque de queda.

Lo hemos comprobado -los más jóvenes lo han aprendido como los más viejos tuvimos ocasión ya hace años- con el exitoso paso de la selección española por la Eurocopa finalizada el domingo con la victoria de la Roja, de la mano y con los pies de un equipo policultural que reúne a atletas de varias generaciones. Que dos jovenzuelos hijos de humildes inmigrantes marquen el camino al equipo confirma que la diversidad ayuda a trazar paredes donde otros se empeñan en levantar muros.

La España de Nico y Yamal certifica que los extremos y los extremismos solo son nocivos cuando se empeñan en enredar en política. Abrir el campo con estos chicos ayuda a que la grada abra a su vez la mente y rechace el rechazo. Con jugadores de gambeta se puede regatear al racismo y la xenofobia. Con futbolistas así, un gol de tijera es un tijeretazo a la intransigencia. Habría que decretar una orden de expulsión contra el segregacionismo. Tarjeta roja directa a los que discriminan.

Esta España solidaria en el esfuerzo, llena de valores y de color diverso merece aún numerosos días de gloria. Nos llena de orgullo esta España del balón al pie y al espacio que se parece tanto a esa España real que algunos se empeñan en embadurnar. Loor a nación de los pequeños grandes.

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