Opinión | Crítica / Música

Últimas palabras de Aarón Zapico en Granada

El asturiano dirigió de forma magistral a la Academia Barroca en el cierre del Festival Internacional

La septuagésima tercera edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada llegó el domingo a su último día con un programa doble donde la sesión matinal estuvo a cargo del asturiano Aarón Zapico, que ha estado al frente estos cinco años de la Academia Barroca del Festival de Granada.

Con un templo abarrotado hasta en el crucero y antes de comenzar el concierto, el maestro Zapico agradeció al director del festival Antonio Moral su apuesta por esta academia y formatos nuevos, que a la vista del éxito han sido un acierto. Y tras las palabras habladas llegarían las musicales con Haydn y sus "Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze, HOB.XX:1" (Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, 1787) incardinadas con "SHEBA" (Siete estudios para orquesta histórica sobre "Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze de J. Haydn", 2018) del compositor residente en esta edición el algecireño José María Sánchez-Verdú que suponía el estreno en España.

Por tercera vez en el festival volvían a sonar en el mismo espacio "Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz" tras las anteriores versiones del "Cuarteto Quiroga" (23 de junio) y el teclado de Yago Mahúgo (6 de julio), al fin la verdadera y primigenia escritura de Haydn (publicada por Artaria a mediados de 1787), quedando solamente por escucharse en Granada la versión en forma de oratorio, pero rindiendo tributo a la Viena como eje de este festival.

Aarón Zapico junto al narrador y periodista radiofónico Enrique Árbol (al que llaman "la voz de Granada") haría una lectura con una versión arriesgada al alternar el original de Haydn con los estudios de Sánchez-Verdú, no siempre en el orden esperado de original y recreación, pero dejando siempre el elemento sorpresa de las sonoridades que el compositor gaditano saca como buen orquestador que es, de una orquesta joven que rindió con plena entrega y calidad a la maestría del director asturiano. Un director capaz de aglutinar dos obras en una con total naturalidad, esmero en los contrastes, manejo de unas dinámicas donde los silencios son tan importantes como el sonido, aprovechando la reverberación de la iglesia monacal para dejarnos unas "últimas palabras de Aaron Zapico en Granada" que son parte de la propia historia del Festival.

Si la obra original tiene muchas dificultades, unir esta serie tan heterogénea en los "tempi" manteniendo el bloque sonoro, supuso un verdadero reto interpretativo donde la palabra se sumó a un verdadero espectáculo escuchado con un respetuoso silencio, contagiados de una mística más que poética musical.

De los jóvenes músicos excelentes las maderas (oboe, flauta y fagot), bien empastadas las trompas, una cuerda homogénea con solos del concertino de calado maduro, y "El terremoto" final con trompetas y timbales para expirar y respirar.

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