Opinión

Vigencia al alza del yoísmo

Reflexiones acerca de la valoración excesiva de uno mismo

El vocablo yoísmo implica hablar insistentemente de uno mismo y que el interés se centre en narrar tus propias experiencias antes de escuchar la opinión del otro. Significa anteponer el "yo" a todo lo demás, pura egolatría: ¡Yo, yo y sólo yo!

Es evidente que nuestra sociedad está padeciendo un trastorno de personalidad retroalimentado gracias a internet, donde proliferan los mensajes, tanto en la propia red como en el día a día, seguramente al rebufo de la prensa rosa, que estimulan conseguir la fama de modo rápido y superficial, piénsese en lo que hoy llaman "influencer". Sobran las adulaciones, tanto ideológicas como gráficas, pretendiendo la perfección de la imagen con las fotos "selfies" en las redes sociales y diferentes pormenores relacionados con un ego desmesurado (presumir del casoplón donde vivimos o de un viaje exótico, mostrar la exquisitez que comemos, lo bien que vestimos, lo buenos que somos…), intentando aparentar una vida placentera alejada de toda negatividad, exhibiendo delirios de grandeza y un afán descomedido de protagonismo.

Parece que el yoísmo está íntimamente vinculado con el egocentrismo (exaltación desmedida de la propia personalidad) y con el narcisismo (complacencia abusiva en la consideración de las propias facultades u obras), más que con la autoestima o la autoconfianza, pues quien lo practica suele presentar un sinfín de inseguridades, más bien que sentirse superior al restante vecindario.

Recuerdo mis vivencias como docente. Estuve acompañado de compañeros sabios, pero que hacían gala de un comportamiento modesto y muy asequible, y también de colegas cargados de magnificencia, con un exceso de pompa y boato, pero que en el fondo se quedaba en vana petulancia, engreimiento y/o altanería.

El término incluye aspectos muy variopintos, entre los que se encuentran minusvalorar al que no piensa como uno, creerse el centro del universo y pensar que sus opiniones son más importantes que las del prójimo. Este hecho es muy recurrente en las ideologías partidistas, descalificando permanentemente al adversario político, también en el mundo religioso, al rechazar o desdeñar al que no practica el culto de tu preferencia o incluso a quien no profesa creencias celestiales.

Cada vez resulta más habitual infringir las normas de convivencia, sean relativas la educación vial (aparcar en sitios prohibidos, no ceder el paso, adelantar inadecuadamente…) o el no respetar el turno asignado en una cola para efectuar una compra o asistir a un espectáculo. Todo lo cual denota un culto al ego personal, menospreciando los intereses de los demás mortales.

Podríamos señalar como personajes arquetípicos de conductas narcisistas, aderezadas con netos rasgos psicopáticos y excéntricos, a políticos populistas extremadamente célebres: Donald Trump, Jair Bolsonaro, Vladimir Putin, Benjamín Natanyahu, Javier Milei, alguno de ellos aupados al poder con millones de votos de sus conciudadanos que, de alguna manera, se sienten superiores al resto de sus compatriotas que votaron a los adversarios. En esta breve lista tiene justa cabida, asimismo, un buen número de deportistas que se vanaglorian en público de los éxitos alcanzados con expresiones, tales como ¡Me lo merezco! o ¡Soy el/la mejor!, locuciones oídas con harta frecuencia.

Que lejos se vislumbra aquella virtud que tanto nos inculcaron para bien: la humildad, basada en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con esta intuición. Paradójicamente, las actitudes egocentristas lejos de oler a naftalina, pasaron de ser algo peyorativo a convertirse en una conducta normalizada que está muy de moda y de rabiosa actualidad.

Resulta muy veraz lo que pregona aquel popular refrán: ¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces! No es asunto baladí, pues encaja como anillo al dedo aplicarlo a los yoístas, una especie de fariseos y escribas modernos. A modo de remate: "Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra".

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