Opinión | Sol y sombra

Verdades y mentiras, según Sánchez

El primer objetivo del Gobierno, parece demostrado, es oponerse a la oposición. Los problemas de los españoles han pasado a un segundo, qué digo, a un tercer o cuarto plano, si es que realmente existen como algo digno de tener en cuenta en la cabeza de los ministros. Sánchez dice preocuparse por la democracia y se erige defensor de los medios mientras plantea una cruzada contra ellos, desde los que difunden bulos, que puede ser cualquiera a través de las redes sociales, hasta los que publican hechos contrastados. No lo concreta como en su día hizo Fraga con ley de prensa, pero lo llama plan de regeneración y mantiene que su finalidad es proteger la libertad de expresión y el derecho a la información, desenmascarando a los que distorsionan la realidad y ayudando al ciudadano a discernir entre la verdad y la mentira.

Todo el que no sea Sánchez está legitimado para rechazar la doctrina sobre credibilidad que imparte el presidente del Gobierno. Si hay alguien poco indicado para acusar a los demás de faltar a la verdad, es precisamente él. Por eso Feijóo le ha respondido con una salida oportuna: "Oírle a usted dar lecciones de regeneración es como oír a Otegi dar lecciones sobre los derechos humanos". El político que por mudar continuamente de opinión, como él mismo admitió, ha faltado tantas veces a su palabra diciendo hoy lo contrario de lo que ayer sostenía no es quién, creo yo, para prestarse a ayudarnos a discernir entre la verdad y la mentira, y a combatir esta última. Para protegerse de los delitos contra el honor de las personas –si eso es de lo que se trata a la hora de frenar a los que difunden los bulos– en una democracia están los tribunales de justicia. Con una legislatura aparcada por culpa de una amnistía infumable, Sánchez se atreve a impartir lecciones sobre transparencia y pluralidad informativa, y a plantear reformas electorales contando con sus socios.

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