Opinión

El presidente sitiado

Sánchez, en alocada huida hacia adelante

Al circo de Pedro Sánchez le crecen los enanos. Al presidente sitiado en su carpa -por sus socios secesionistas y por los jueces que investigan los tejemanejes de su señora y de su propio hermano- se le caen los trapecistas y le lloran hasta los payasos. Ya no se sostienen, a la vista de las últimas acciones judiciales, el victimismo impostado y una propuesta de regeneración democrática con ánimo de amedrentar a los críticos mediáticos. ¿Cómo osa regenerar quien ha caído con estrépito en la degeneración democrática; quien ha tratado de subvertir a su antojo y en beneficio propio los poderes del Estado? El líder del PSOE ha emprendido una huida hacia adelante sin posibilidad de mirada atrás, hasta que sus encamados decidan, después de repartirse los últimos retales de la túnica ajada, convertir al personaje en estatua de sal y decretar el final de una escandalosa legislatura que deambula a tumbos.

Ningún presidente reciente de este país había sucumbido a la osadía de llegar tan lejos en el desmantelamiento del Estado, ni siquiera el cervatillo de León rescatado de las catacumbas de los soldados de terracota de Ferraz para erigirse en juglar imprescindible de las loas y cantatas del sanchismo. El mismo que le hizo, impertérrito, un Carvajal a la bandera de Estados Unidos, en descomunal desplante institucional. Ni el bigotón que hablaba tejano en la intimidad y posó las botas sobre la mesa de Bush padre fue tan atrevido en embustes y chamarilerías. Nunca antes se había registrado en este país la tropelía de un tribunal que instruye a los delincuentes políticos y un delincuente político que redacta una ley para su propia amnistía. Nadie hasta ahora había osado hacer con el código penal mangas y capirotes. Todo eso, y más, se lleva Sánchez en la alforja de su escapada sin freno.

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