Los diarios de Ángel Gutiérrez: vida, historia y arte de un "niño de la guerra" en la Rusia soviética

"Arrancado de raíz" de su Piloña natal, se convirtió en un respetado director teatral tanto en la URSS como en España; un maestro de la escena que aspiraba a que los actores que dirigía "escuchen, oigan y reaccionen con todo su ser, como niños, como perros de caza"

Gutiérrez, en el centro, con los actores del Teatro Chéjov: Pavel Budyak, Nina Bardinskaya y Lyudmila Antoniuk (Taganrog, 1953).

Gutiérrez, en el centro, con los actores del Teatro Chéjov: Pavel Budyak, Nina Bardinskaya y Lyudmila Antoniuk (Taganrog, 1953).

Gonzalo Barrena

El jueves 20 de junio, a las 11 de la noche, envié un mensaje de audio a Ángel Gutiérrez: "Acabo de terminar". Esperaba una respuesta inminente que nunca llegó. El día anterior había sido hospitalizado de nuevo y el sábado nos dejaba definitivamente. No alcanzó a ver sus "Diarios" traducidos al castellano, pues en ruso habían sido publicados en 2018, por la editorial de la Academia Zhukovsky de Moscú. En ellos, se registran en tiempo real, mientras nacen o se frustran, las ideas, obras y autores que componen la historia reciente del teatro hispano-ruso. Los diarios comienzan así:

"Aquel niño –y autor de estos diarios– fue arrancado de raíz como un pequeño árbol de su montaña asturiana, y con seis años, trasplantado a una tierra lejana y fría, llamada entonces Unión Soviética. En aquel ‘planeta desconocido’ para mi, los primeros años discurren en solitario; no hablaba con nadie y no me gustaba formar parte de ningún grupo. Apenas comía, mi salud se quebraba a menudo y me ingresaban frecuentemente en el hospital. Descubrí lápices de colores y acuarelas que nunca había visto, y me gustaba sentarme solo a dibujar. La música también me absorbía".

A pesar de que en todas las vivencias de los "niños de la guerra" está presente el desgarro, la mayoría de los tres mil niños que fueron evacuados a la URSS desembarcaron en una ciudad deslumbrante, Leningrado, y en el seno de un pueblo que los acogió con calor. Los diarios de Ángel pasan a vuelapluma sobre los cuatro años de privilegio que arroparon a los hijos o huérfanos de la izquierda vencida, formándolos en disciplinas y artes insospechadas. Tampoco la "guerra patria" librada contra la Alemania nazi tiene capítulo, aunque reaparezca incesante en el recuerdo. Los diarios arrancan con la salida de la Casa de Niños de Bólshevo y el ingreso de Ángel Gutiérrez en el GITIS, el Instituto de Artes Escénicas de Moscú.

"6 de septiembre de 1948. Vivo en la Trifónovka (residencia universitaria). Hoy empiezo mi Primer Diario. Ya soy estudiante del GITIS. Nos lo ha recomendado nuestro profesor de ‘Dirección’, Andrey Mijáilovich Lobánov. En la primera clase nos dijo: ‘Un director es un filósofo, un pensador de su tiempo’. Me impresionó. Hay que aprender a pensar y ver la vida, lo oculto, la otra parte de las personas y de las cosas, observar y leer mucho. Nos aconsejó escribir un diario, como hicieron Pushkin y Chéjov".

Los diarios de Ángel Gutiérrez: vida, historia y arte de un "niño de la guerra" en la Rusia soviética

Ángel Gutiérrez, en el centro, durante el homenaje que recibió en el Ateneo de Madrid, abarrotado para la ocasión. / LNE

Entre 1948 y 1953, tiene lugar la formación de Ángel Gutiérrez en dirección teatral. Son años de empuje y utopía, aunque el componente idealizante jamás dejará de estar presente en la identidad del asturiano. Los cinco cursos en el GITIS, alternados con trabajos de verano como monitor en los campamentos de pioneros, aparecen cuajados de tareas teatrales, encuentros y celebraciones. En plena juventud e idealismo soviéticos, el rigor del Régimen es tan solo una inclemencia. No obstante, la sombra de Stalin se cuela en alguna de las anotaciones:

"25 de abril de 1949. Al atardecer nos reunimos en el Gran Salón de la Trífonovka junto con los lituanos y los estonios de la Facultad, cantando y brindando sin parar. Nos sentíamos felices, nos abrazábamos como hermanos y cantábamos a coro canciones lituanas, estonias, españolas y rusas: una verdadera internacional. Una hermosa rubia del grupo estonio se subió a la mesa y, sonriendo alegremente, propuso un brindis por nuestra amistad eterna y la hermandad entre las naciones. Todos aplaudíamos con entusiasmo y volvimos a cantar y bailar. La chica estonia seguía cantando y dirigiendo desde la mesa. De repente, en medio de la fiesta, varios hombres con traje gris aparecieron en la puerta. Yo los vi, pero los demás no repararon en ellos y seguían bailando alegremente. Entonces, dos de ellos se acercaron a la hermosa mujer rubia que cantaba sobre la mesa y le dijeron algo. Ella saltó al suelo y se la llevaron ante nuestros ojos. Todo el mundo quedó en silencio. Estábamos estupefactos. Aquellos hombres se llevaron a otros dos chicos altos y guapos del curso estonio. Pasé la noche en vela. No entendía nada".

Ángel termina sus estudios con la muerte de Stalin, en 1953. Está a punto de salir para Taganrog, la ciudad natal de Chéjov, el escritor de referencia en su imaginario. El joven director elige precisamente el Teatro Chéjov de Taganrog para poner en escena la obra de grado, que en el sistema educativo soviético era un requisito para la titulación como director. La muerte de Stalin le lleva a aplazar unas semanas el viaje y sus diarios recogen detalladamente el estremecimiento social del momento, narrado en primera línea por un joven que no se resiste a ver cómo pasa la historia sin aproximarse al féretro del "líder". A los pocos días del funeral de Estado, sale en tren para Taganrog, una ciudad costera en el óblast de Rostov, a más de mil kilómetros de Moscú y al borde del Mar de Azov:

"14 de abril de 1953. Mañana empiezo a trabajar en el primer acto sobre el escenario. Hemos de realizarlo completo por todos los medios. Conseguir ‘la verosimilitud de los sentimientos y la autenticidad de las pasiones’, eso es lo principal. Que los actores hablen no con palabras del texto, sino con pensamientos y sentimientos verdaderos. Que escuchen, oigan y reaccionen con todo su ser, como niños, como perros de caza".

Después de tres productivos años en Taganrog, Ángel Gutiérrez se traslada a Moscú. Se aloja en un piso compartido, en la calle Bolshaya Molchanovka 18, en pleno centro de la ciudad. Enseguida comienza a trabajar como profesor en el propio GITIS y a establecer vínculos con otros creadores del mundo escénico. Conoce al director de cine Andréi Tarkovski, a Vladímir Vysotski, el cantante y actor, y a muchos otros componentes de la intelectualidad soviética, en cuyo seno brota irrefrenable el despertar a la realidad socialista:

"6 de agosto de 1957. Junto con Tarkovsky, Makarov, Dionisio Zapico, Volodya Vysotsky e Irina –una amiga de Arthur–, fuimos a casa de S.A. Gerasimov. Nos invitó a cenar. Se discutió acaloradamente sobre Stalin, especialmente sobre la represión promovida por él. Le formularon al anfitrión la misma pregunta que alguien le hizo a Khrushev: dónde estaba él, por qué habían guardado silencio. Se discutió, se bebió y se culpó a Gerasimov, junto a todos los veteranos, hasta el amanecer".

A caballo de las dos décadas, desde 1956 hasta finales de los 60, ve la luz un puñado de brillantes puestas en escena de su mano. Son días de vodka y rosas, pues aunque Ángel no bebe, sí lo hacen todos sus correligionarios en las noches de vivos debates estéticos. Ángel comienza a trabajar en el Teatro Romen de Moscú, poniendo en escena "Las chicas del Tabor" y más adelante "Carmen", para seguir con "La Casa de Bernarda Alba" en el Teatro Stanislavsky, todas ellas con un éxito arrollador en los estrenos:

"22 de julio de 1962. Pablo Neruda acudió a la representación de ‘La casa de Bernarda Alba’. Vino con Alberto Sánchez y Clara, su mujer. Le gustó mucho. En los bastidores, Alberto había materializado a un pastor conduciendo el rebaño. Neruda estaba encantado con el trabajo de Alberto. Después fuimos a su casa. Neruda cantaba y leía en voz baja sus poemas de un modo exquisito. Cómo se reían y se abrazaban los dos genios juntos, uno al lado del otro, ¡como si fueran niños!".

Los años van pasando y Ángel estrena obra en el Teatro Yermólova. Se trata de "Madrid no duerme de noche", de Alfonso Sastre: "No acabo de estar satisfecho con la obra: es una mala obra, un panfleto político y una imitación de Sartre", recoge en los diarios, mientras menudean en ellos las veladas con Tarkovski, la incursión en el cine y un flujo recurrente de interesantes consideraciones estéticas:

"Andryusha Tarkovsky vino a leernos su guión de ‘Andrei Rublev’. Mantuve una conversación con él. Hablaba de modo muy interesante sobre su forma de entender el cine moderno. El cine es un documento. Puso un ejemplo. Normalmente, cuando se muestra una decapitación, se filma así: en primer lugar, la cabeza del condenado sobre el poyo. El segundo plano es el verdugo blandiendo su hacha. Y el tercer plano es la cabeza volando. Me interesa el momento en que el hacha atraviesa el cuello del condenado. Eso es el cine para mí".

A medida que avanza la década, siempre con su amigo Dionisio Zapico, dibujante y filósofo como gusta de presentarlo, el arte, el cine y los cineastas cobran cada vez más relevancia. Ángel Gutiérrez escribe el guión para una película retrospectiva sobre la odisea de los españoles con el título "A la mar fui por naranjas", que se estanca sin motivo aparente en las aguas muertas de la burocracia estatal. Crece el desencanto y se reaviva la idea siempre latente de regresar a España. El cine y lo español ganan presencia en su vida, con Ángel en el papel de Pablo, un marinero español, como coprotagonista de "Saludos, María" (1970), de Iósif Kheifits. Así y todo, Ángel persiste en la idea y guión de su propia película, entrevistándose con Carrillo en uno de sus viajes a Moscú:

"17 de septiembre de 1970. Fui a ver a Santiago Carrillo. Él, pálido y cansado, me escuchó y me dijo: ‘Nosotros ahora no estamos bien vistos aquí… Así que no creo que mis palabras te sirvan de ayuda en este momento. Temo que incluso puedan resultar perjudiciales. Hoy no estamos bien vistos en este país. Ya sabes lo que pasa… Ahora nos tildan de antisoviéticos y trosquistas… No es buen momento para hablar de tu guion".

Y como el mar continuaba sin dar las naranjas a por las que había salido, Ángel Gutiérrez amasa mentalmente el retorno entre dudas, apremios y la inquietud asfixiante por abandonar de nuevo una patria, ésta, de interrumpir de nuevo una vida, la del teatro, y de lanzarse al agua incierta de un futuro personal y profesional en España. Otro de los detonantes de la decisión fue la controvertida puesta en escena de "Seis personajes en busca de autor", de un Pirandello al que los vigilantes de las esencias no le perdonaron jamás su relación con el partido fascista. Las autoridades vetaron la obra y generaron una sensación de vía muerta en nuestro director. A finales de 1971, tres años antes de la repatriación, los diarios recogen su estado al salir de dar clase, en el GITIS:

"No salgo, ni siquiera me apetece bajar a la tienda de al lado, para evitar las caras grises y desencajadas de la gente. Y creo que podría vivir así, recluido, prisionero voluntario durante el resto de mi vida. Estoy aburrido y asqueado de todo, y parece que nada tiene sentido en la vida… Un auténtico recluso. Andryusha (Tarkovski) también vive así, en casa, solo, sin trabajo. Es un verdadero genio: le ofrecen guiones sobre ordeñadoras mecánicas y líderes obreros, pero él los rechaza. Está muy triste. Su ‘Rublev’ se exhibe en Occidente con gran éxito, y él, aquí, prácticamente se muere de hambre…"

Y así, a punto de tomar la decisión del retorno definitivo a España, concluyen los "Diarios de un español ruso" (Volumen 1) configurados por la media vida soviética, accidentada y rica, de Ángel Gutiérrez Ramírez. El segundo volumen de los Diarios, desde 1972 a 2018, está constituido por el retorno y dilatada experiencia teatral como profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) y por los más de treinta años como director al frente del Teatro de Cámara "Chéjov", en Madrid.

La vida del asturiano oriundo de Pintueles mutó dos veces de patria y muchas de paisaje. En septiembre de 2023, el Ateneo de Madrid, abarrotado, le rendía homenaje con un documental titulado como su guión imposible. Ya teníamos en marcha la traducción al castellano de sus "Diarios" que, apenas por dos días, no pudo saber concluida.

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