Opinión

El cartero ya no llama dos veces

Sobre las losetas instaladas en Barru para rotular barrios y lugares, que facilitan la labor de los repartidores

Era cartero, panadero, alcalde, hasta pronosticaba el tiempo. Jesús Villar, Jesús el carteru, se conocía el pueblo, a sus habitantes y sus veraneantes. Por la mañana recogía el correo en la estación de Económicos de Asturias, llenaba el zurrón de pan y luego distribuía su mercancía por los tres pueblos, Barru, Niembru y Balmori de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores de Barru. Además tenía una cuadra con alguna vaca y un burro y era el alcalde pedáneo del mismo Barru. Al lado de su casa en el barrio de Llubeces una piedra sobresalía de entre el musgo que surgía del boscón. Era su precioso barómetro que le auguraba el sol, el cielo gris o la lluvia del día.

Aquel personaje afable, entrañable, que conocía toda incidencia en el pueblo tuvo una descendencia que no siguió su trayectoria profesional pues cuatro de sus hijos se dedicaron a la construcción, oficio que aún practican algunos de sus nietos. Pero la correspondencia la repartían entonces empleadas/os de Correos que trabajaban desde Llanes. Ya no era lo mismo. Los carteros no conocían a los barrucanos y debían consultar nombres, que iban aprendiendo poco a poco, aunque seguían llegando pocas cartas a unos vecinos que vivían mayoritariamente del campo.

Llegaron después las líneas telefónicas (en el pueblo no había ningún teléfono y cuando se necesitaba realizar alguna comunicación por teléfono debíamos acudir a Balmori donde se solicitaban conferencias que traían una "demora" de horas, generalmente de veraneantes que pretendían hablar con sus familiares). Las facturas de los servicios de agua o luz seguían llegando por correo. Pero ya eran cartas esporádicas que las/os carteras/os fueron aprendiendo por costumbre. Así pasó el tiempo sin muchos problemas ni novedades.

Pero el avances de las comunicaciones trajo las redes sociales y, principalmente para pueblos como Barru, las compras telemáticas, ya que en la pequeña aldea, pueblo al que las distintas corporaciones municipales se empeñan en convertir en núcleo urbano (con la intención de elevar las tasas municipales, que ya superan en algunos casos las de las grandes ciudades con todo tipo de servicios), no hay ni tienda, ni panadería, ni farmacia, ni médico, ni escuela –todo lo pongo en singular– y las compras se han de realizar fuera del pueblo. Solamente existe una salvedad y es que durante la época estival una pequeña tienda del camping Sorraos surte de algunas materias primas a campistas o residentes en Barru en esos meses, paliando las primeras necesidades.

Por esa razón las compras telemáticas están al orden del día. Apareció entonces un nuevo problema ya que los repartidores desconocían las direcciones de un pueblo que no tenía rotuladas calles o barrios. Por lo que tenían que llamar varias veces al cliente para orientarse. Y surgió una idea pedestre para remediar la situación. Se decidió colocar algunas placas para ayudar a identificar domicilios. Las primeras se hicieron en planchas de cinc grabadas al aguafuerte y en ellas figura el nombre del barrio acompañado de un pequeño dibujo esquemático del lugar. Nombraban los principales rincones del pueblo. Luego se compusieron unas con diversos monumentos dibujados para indicar a los peregrinos que por allí pasaba el Camino de Santiago de la costa o del Norte. Finalmente fueron colocadas unas losetas de cerámica dibujadas con la técnica de cuerda seca que mostraban un esquema del barrio o de un rincón del mismo, en color, con la imagen más característica del lugar. Como en el pueblo no hay nombres de calles, también se ha hecho alguna loseta con el nombre de alguna de ellas en el entorno de nuevas urbanizaciones haciendo alusión al ámbito de la zona. Por ejemplo, "Ribera del Llagu", calle que va paralela el humedal conocido como El Llagu. También otra indica el lugar de descanso en el que se paraban quienes regresaban de la faena del campo ("El poyu la capilla") o la llegada a una de las entradas a la playa ("Xiglu, la puerta del mar").

Desde que se fueron colocando las losetas los repartidores de las compras realizadas por Internet o los técnicos que acuden a las distintas reparaciones o servicios domésticos no tienen que llamar varias veces al comprador o solicitante para preguntar por la ubicación real de destino. En el pedido se puede indicar la situación del domicilio y, a la vez, el pueblo presenta un mayor colorido.

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