Temor entre los vecinos de un bloque de La Corredoria por el mal estado de sus viviendas: "El edificio puede derrumbarse"

La enorme grieta en la pared de una comunidad de vecinos de Antidio Velasco, propiedad de VIPASA, se convierte en foco de humedades y ratas

De izquierda a derecha, Maite Orozco, Antonio Rosillo con Aday Rosillo, Mari Carmen del Valle con Indira González, Bernardo Sánchez, Josue Rosillo, Justina Fernández y Sonia Gabelas.

De izquierda a derecha, Maite Orozco, Antonio Rosillo con Aday Rosillo, Mari Carmen del Valle con Indira González, Bernardo Sánchez, Josue Rosillo, Justina Fernández y Sonia Gabelas. / IRMA COLLIN

Las condiciones de las viviendas de Antidio Velasco son dignas de un guion de Eloy de la Iglesia: humedades, ratas, asfalto hundido y canalones rotos de donde escapa el agua a raudales. Todo ello propiciado por una enorme grieta que cruza algunos de los bajos del bloque de edificios, y cada día va en aumento. Bernardo Sánchez introduce su mano en el hueco que se abre paso entre yeso, y escucha una advertencia: "Ten cuidado no te muerda algún bicho". Ahí, según dicen, solo se acumula porquería y entre los vecinos falta de paciencia: "Tememos que el edificio pueda derrumbarse".

Esta comunidad de residentes situada en pleno corazón de La Corredoria pertenece a Viviendas del Principado de Asturias S.A. (VIPASA), se trata de domicilios de protección social, que más que protegidos parecen olvidados. Al menos así se sienten sus habitantes, que se enfrentan cada día a infinidad de situaciones que tachan de "inhumanas". Los pisos, cuya antigüedad es de más de medio siglo, se encuentran situados en una zona que antes era pantanosa y eso propicia que la humedad se expanda por todas partes mientras el suelo va cediendo. "En el 81 ya quería derrumbarlos, no hay más que mierda y montones de tierra", afirma Mari Carmen del Valle. Ese olor mohoso invade el ambiente y se impregna en los barrotes e interiores de los domicilios: "Ni siquiera podemos pintarlos porque se estropean las paredes a los dos días", denuncian.

Bernardo Sánchez junto a la grieta de la fachada de un edificio de Antidio Velasco

Bernardo Sánchez junto a la grieta de la fachada de un edificio de Antidio Velasco / IRMA COLLIN

Y la problemática se convierte en una pesadilla que se muerde la cola: el aroma a agua estancada no se va, porque apenas abren las ventanas debido al pavor que dan las ratas. "No son ratoncillos, son enormes", ilustran separando las manos unos 20 centímetros. Los roedores se esconden por norma general en los contadores de exterior, pero en ocasiones han accedido a los portales e incluso han llegado hasta algún felpudo. "Un día mi hija pequeña me llamó porque había visto una en la entrada", dice Sonia Gabelas. "Yo ya ni sacó la basura porque veo alguna y salgo corriendo", coinciden otros vecinos.

La presidenta de la comunidad, Sonia Merediz, lleva 17 años de residente y nueve al cargo: "Ni una sola mejora. Y mira que hemos puesto quejas", denuncia, y asegura que hasta que no se renueve la fachada en sus casa seguirán apareciendo fisuras y goteras. Lo único que se ha renovado allí han sido los tejados, y porque se trata de una reforma llevada a cabo en más zonas del barrio. "Vino un técnico de Vipasa y nos dijo que es cosa del Ayuntamiento, por el tema de la acera hundida. Pero el Consistorio a su vez le pasa la pelota a Vipasa, y nosotros abandonados", cuenta la residente Justina Fernández, es propietaria del bajo afectado y cree que algún día quedará enterrada entre los escombros de su vivienda: "Yo ya he vivido mucho, pero tengo un hijo de 25 años y dos nietos que duermen en la zona que da al agujero".

Los descendientes de Justina no son los únicos pequeños de la zona, ya que cada vez hay más niños en el barrio y la situación preocupa en especial por ellos: "Están creciendo entre porquería y bichos". Por eso, reclaman medidas inmediatas, sin importarles de quién vengan, porque a medida que se abre la brecha en la pared, hay otra que crece entre estos habitantes del barrio y unas condiciones de vida digna.

Suscríbete para seguir leyendo