Alma de Oviedo

Carlos del Cano encontró en los comercios textiles de la familia el lugar para desarrollarse

Se decantó por la informática y saltó, con los años, al mundo editorial

Carlos del Cano, fotografiado en Villa Magdalena, cerca de su casa, en Hermanos Pidal.

Carlos del Cano, fotografiado en Villa Magdalena, cerca de su casa, en Hermanos Pidal. / Irma Collín

Chus Neira Foto: Irma Collín

Quien ronde ahora los sesenta, haya pateado el centro de Oviedo de chaval y tenido cierta inclinación por las máquinas de arcade, quizá recuerde a un tal CCB encaramado al top de la pantalla de los mejores jugadores en la de asteroides que había en la cafetería Santa Fe. Carlos del Cano Barbón estaba detrás de aquellas iniciales y protagonizaba en ese momento su propia transición digital adolescente, pasando de los muy analógicos palos y piedras, con los que había entretenido su niñez camino de la Gesta desde Fray Ceferino, a los joysticks y píxeles que le podían tener entretenido toda la tarde allí o en el Giovi con solo echar un duro, tal era su destreza.

1- Con los hermanos y los primos en los veranos de la infancia en Villanófar, en León. 2- Penúltimo por la izquierda, en una fotografía familiar, con sus padres, en 1967. 3- Inauguración de Nither en 1976, la tienda que él bautizó con una contracción de los nombres de su padre (Nilo) y su madre (Esther). 4- Con su mujer y sus tres hijos. 5- En la presentación de uno de sus libros realizado con Juan de Lillo, en el centro, y junto a Álvaro Ruiz de la Peña, en el Club LA NUEVA ESPAÑA.

Con los hermanos y los primos en los veranos de la infancia en Villanófar, en León. / LNE

El sexto de los ocho hijos de Nilo del Cano y Esther Barbón ocupa un lugar privilegiado en la familia que le permitía pasar desapercibido y había desarrollado desde pequeño una pasión rural en los veranos de tres meses en el León paterno de Villanófar, disfrutando de un inagotable e insaciable parque de atracciones que incluía la pesca de los cangrejos en el río o las pacas de hierba convertidas en camas elásticas. El comercio, las tiendas de la familia, eran en esos años la forma de ganarse la paga del fin de semana. Superadas las protestas airadas de la cola madrugadora en busca del chollo de las rebajas al ver colarse a aquellos chavales en Kopa Vestir, su tarea consistía en recoger y doblar las montañas de jerséis desmoronadas por la clientela. Eran, explica ahora, los años en que toda Asturias venía los sábados a comprar a Oviedo y los negocios hacían en solo aquel día la mitad de la caja de la semana.

Capítulos aparte

Penúltimo por la izquierda, en una fotografía familiar, con sus padres, en 1967. / LNE

En aquellas tiendas Carlos acabó pudiendo aplicar todos los conocimientos de informática que había ido aprendiendo por su cuenta, al meterse con los primeros ordenadores compatibles y el MS-DOS. Explica, divertido, que todavía es capaz de encender uno de aquellos cacharros y le salen los comandos. Esa facilidad le llevó a dejar Económicas y dedicarse de lleno a la digitalización de las empresas de la familia, primero, y de todo tipo de negocios en Asturias, una vez que su padre le convenció para que se constituyera en empresa. Con Informática Uría atravesó los noventa instalando hardware y software en unos 2.000 negocios, en especial farmacias. Carlos ya iba entonces de la mano de Beatriz Ferrer, aquella chica con la que siempre se cruzaba en González del Valle a la hora de ir a por el pan. Tuvo su oportunidad en una fiesta en el Arizona. A la salida ella le tiró bolas de nieve y él, tímido y jovial, aprovechó el Día de los Inocentes para pedirle salir. "Era diciembre de 1979, la broma nos lleva funcionando 45 años".

Capítulos aparte

Inauguración de Nither en 1976, la tienda que él bautizó con una contracción de los nombres de su padre (Nilo) y su madre (Esther). / LNE

Un capítulo más, al menos, lo forman los libros. Después de entrar y salir del negocio familiar, cerrar la tienda de informática y ejercer de cuidador de su madre, empezó a cultivar con mayor dedicación una faceta literaria que ya tenía dentro. Primero fue el libro de la historia del comercio de Oviedo, siguió con la del ocio y ahora, asociado en fraternal camaradería con Juan de Lillo, combinan tertulia, investigación y escritura para dar a imprenta proyectos como el de "Ovetenses populares". Y lo que queda.

Capítulos aparte

En la presentación de uno de sus libros realizado con Juan de Lillo, en el centro, y junto a Álvaro Ruiz de la Peña, en el Club LA NUEVA ESPAÑA. / LNE

Suscríbete para seguir leyendo