Entrevista | Sixto Sánchez Lorenzo Ganador del premio "Ateneo de Sevilla" con la novela "Sonata del diablo"

"La novela histórica atrae al lector porque lo invita a viajar al pasado"

"Un buen libro, al final, siempre es la voz de un muerto que trasciende el tiempo, como cuando escuchas la música de Bach: sientes la misma belleza que él concibió"

El escritor Sixto Sánchez Lorenzo, ganador del premio "Ateneo de Sevilla".

El escritor Sixto Sánchez Lorenzo, ganador del premio "Ateneo de Sevilla".

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Sixto Sánchez Lorenzo (Oviedo, 1962), es el ganador del LVI Premio "Ateneo de Sevilla", fallado el pasado miércoles, con la novela "Sonata del diablo". Catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de Granada desde 1995, aún anda enredado estos días en "los flecos" de final de curso. Emprendió la carrera literaria en 2012, cuando publicó su primera novela, "El amante de la reina", sobre el "affaire" entre la reina María Antonieta y el noble sueco Axel von Fersen, y en 2016 ganó el V Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda por la segunda, "La segunda vida del mariscal", sobre la misteriosa desaparición del mariscal de Napoleón Michel Ney. Ahora, con la tercera, "Sonata del Diablo", viaja a fines del siglo XVII y recrea el taller de Stradivarius, donde su protagonista, Lorenzo Ancelli, un humilde huérfano de Cremona, busca abrirse camino en la vida, como violinista y lutier. Habrá que esperar al próximo otoño, cuando Algaida Editores presente la novela en la Feria del Libro de Sevilla, para leer sus aventuras.

–¿Cómo se animó a escribir?

–Fue una opción un poco inconsciente, de un lector que leyendo historia encuentra personajes que le llaman la atención. Por ahí se empieza. Una novela histórica tiene una parte de documentación que exige mucho tiempo, hay que leer mucho, y es duro. Hay que diseñar un escenario que tiene que ser real, algunos personajes son reales... Tienes que documentarte.

–Mucho más fácil escribir una novela totalmente ficticia, ¿no se lo ha planteado?

–Así uno se ahorra todo ese trabajo, sí, no lo descarto.

–Uno de los escenarios de "Sonata del diablo" es el taller de lutier de Stradivarius.

–La historia comienza en la ciudad de Cremona, a finales del XVII, principios del XVIII, con el hijo de un molinero, que se queda huérfano y va a estudiar al colegio de los jesuitas, luego al taller de Stradivarius, y a partir de ahí se va a ir complicando. La educación le va a permitir acceder a cierta élite social, no ascenderá en la escala social, pero sí entrará en los palacios –entonces los músicos tocaban en las iglesias y los palacios– y tendrá acceso a una clase social superior. Así conocerá a una pupila que le va a hacer una propuesta extraordinaria, que le llevará a Venecia, Praga, Dresde...

–¿La novela recorre todos esos escenarios?

–Él los va a recorrer con su instrumento, que es un violín. Es una historia de rebeldía, sobre la separación de clases sociales en una época en la que ya se van anunciando la Ilustración, la Revolución Francesa, la caída del antiguo régimen... Y luego está la música, como búsqueda de la elevación espiritual y de la belleza. Los personajes están vinculados a la historia de la música. Los grandes maestros que llegaron después no se entenderían sin lo que, en el plano musical, ocurrió en la Italia de aquella época.

–¿Aparecen compositores y músicos históricos en la novela?

–Aparece Tartini, el autor de "La sonata del diablo", que va a ser uno de los grandes amigos del protagonista, uno de los personajes principales y que era un tipo muy novelesco; aparecen Juan Sebastian Bach, Corelli... Y por supuesto Stradivarius y su familia.

–¿Cómo era su taller? ¿Cómo lo ha recreado?

–De Stradivarius se sabe muy poco, solo hay un documento suyo, que es una carta de venta. Tengo los planos de su casa en Cremona, sabemos de sus violonchelos y sus violines, y para escribir de ellos hay que informarse sobre cómo se fabrican, del ensamblaje de 70 piezas, de donde conseguían las maderas... No sabemos cuál era el secreto de los instrumentos de Stradivarius, yo me he entrevistado con algún buen lutier de Granada para poder reconstruir todo aquello. Stradivarius era bastante rico, algo que a mucha gente le extraña, porque sabemos lo que cobraba por cada pieza y no parece que fuera para tanto,

–No dejaba de ser un artesano.

–Sí, pero muy cotizado. Venían de París a su taller, de muchas ciudades europeas. Era discípulo del gran Amati, trabaja en el tiempo en el que el violonchelo desplaza a la viola de gamba, el violín se hace paradigmático –en el Palacio Real de Madrid hay cuatro de los primeros Stradivarius, de aquella época–... Stradivarius era un artesano muy cualificado y muy famoso, y más en el XIX, cuando sus violines se convierten en míticos con los conciertos en las grandes salas, que necesitan de instrumentos de una gran sonoridad.

–¿Más personajes históricos en la novela?

–Un gran amigo del protagonista, un castrato al que le une una amistad a prueba de bomba, y hay personajes que, aunque no existieron, están influenciados por personalidades históricas como Giacomo Casanova. Tenemos mucha información histórica de la vida pública, pero es difícil encontrar datos de la vida privada: que comían, cómo se saludaban, cómo se relacionaban... Para eso solo puedes utilizar memorias y reconstruir la época a partir de ellas.

–Hace unos años se hablaba mucho de "boom" de la novela histórica, ¿continúa?

–La novela histórica es difícil de definir. Novela histórica es la que se refiere a un hecho histórico, o lo que hace Posteguillo, que lo hace muy bien; también se entiende como novela histórica la que está ambientada en el pasado, aunque todo sea ficticio. En los dos casos hay algo mágico, que atrae al lector, y es la posibilidad de hacer un viaje al pasado. No estoy de acuerdo con que se denueste la novela histórica diciendo que es un género de evasión: el género no determina que una novela sea buena o mala. Yo no busco que la gente se evada, busco que se entretenga, eso sí; aspiro a que se emocione, que la lectura le deje cierto poso, que al acabar piense que ha merecido la pena leerla y que no la olviden fácilmente.

–¿Cuáles son sus lecturas?

–Yo leo un poquito de todo: historia, filosofía, ensayo, ficción, teatro, poesía... Si vamos a la novela, soy más lector de clásicos que de novela contemporánea. Me frustra leer novela contemporánea porque hay tantas cosas intemporales que leer: Tolstói, Flaubert... Hay muchos libros que leer y poca vida para leerlos. Hago una lectura muy trasversal, también clásicos del siglo XX: Proust, Zweig... Lo que no estoy es a la última moda, prefiero dejar pasar unos años para ver cómo se decantan.

–¿Leen los jóvenes?

–Hay mucho talento joven, también lectores jóvenes. Los jóvenes leen mucho, otra cosa es que lean bien. Está orientados a un tipo de lectura muy enfocado en las redes y las plataformas. Eso puede hacer que pierdan interés por otras cosas que son fantásticas. Pueden ver "Jurassic Park" y pensar que es una obra de Spielberg, sin llegar a saber nunca que está basada en "Un mundo perdido", una novela de Arthur Conan Doyle. ¿Cuántos jóvenes saben que existe esa novela? Y sigue siendo una buena historia, porque las buenas historias lo son de un modo atemporal. Pero lo importante es que lean, aunque sea algo muy condicionado por el mercado, así se genera un hábito y de una cosa se va pasando a otra.

–¿A usted el mercado le condiciona a la hora de escribir?

–No, para bien o para mal. Llegué a pensar que esta novela era cosa de otra época, de hecho. Pensé que no era el tema, el lugar, ni la forma de escribir una novela histórica que demanda el mercado. No me interesa emular a Ken Follet, aunque lo lea. Me gusta que la novela tenga ritmo, que te enganche, pero no quiero renunciar a una manera de entender la literatura que es un arte; eso hace que tu público potencial sea minoritario, aunque parece que en este caso no es así.

–Algaida es una editorial enfocada a un lector joven.

–Sí, es cierto. Tengo varios "sparrings" en mi entorno a los que doy a leer mis novelas, personas de más de 80 años y de menos de 30, y todos opinaron lo mismo de la novela: emociona igual a los mayores que a los jóvenes. Eso es lo mágico: la emoción. Lees algo escrito por una persona hace 200 años y te sigue emocionando. En "Sonata del diablo", cuando el chico está aprendiendo a leer, dice a su maestro que los libros son la voz con la que hablan los muertos; el maestro le corrige, le dice que es también la voz de los vivos, pero es verdad que, al final, un buen libro siempre es la voz de un muerto que trasciende en el tiempo, como cuando oyes la música de Bach: estas sintiendo la misma belleza que él concibió, una belleza que trasciende el tiempo. La obra literaria para mí es exactamente igual.

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