Mi fachada no es un pipicán: "No es culpa de las mascotas, falta civismo a los propietarios"

Cruzada hostelera contra los dueños de los perros que orinan ante sus locales

Fernando González, a la puerta de su local, señala desperfectos en la verja producto del pis de los perros, mientras, a su espalda y de modo casual, una mascota orina junto a un banco.

Fernando González, a la puerta de su local, señala desperfectos en la verja producto del pis de los perros, mientras, a su espalda y de modo casual, una mascota orina junto a un banco. / O. L.

Fernando González regenta un bar en la calle Víctor Sáenz, junto a la plaza de la Paz. Hace años que cuando levanta la persiana del Café Julia se encuentra indeseables "regalos": algún perro ha orinado o dejado excrementos a la entrada de su negocio. Unas veces en el suelo, otras en la zona de la terraza y otras, directamente, a la puerta del local. Una desagradable forma de comenzar el día de trabajo. Es un mal común, como ha detectado entre muchos compañeros y ha decidido alzar la voz para llamar al civismo a los dueños de los canes. De hecho, ya hay carteles por el barrio denunciándolo con la consigna "Mi fachada no es un pipicán". Piden que los amos hagan lo posible por evitar que las mascotas orinen en las fachadas de los edificios y de los comercios. Y que, si ocurre, sean responsables, respeten la normativa vigente y lo limpien. Porque, vaya por delante que, "los perros no tienen culpa", afirma el hostelero.

Su convicción por acabar con el orín de las mascotas le ha traído situaciones incómodas con algunas personas. González recuerda cuando los perros de una clienta le orinaron en unas sombrillas. "Ella marchaba y ni me avisó, aunque fuese para limpiarlo", relata el hostelero. Llamó la atención a la mujer de buenas maneras y, en vez de obtener una disculpa, la señora se ofendió. "Solo pedimos educación y respeto, que la gente lleve una botella de agua para limpiar el pis, pero la usa solo uno de cada cien, falta civismo", reitera.

"Tengo que salir muchos días a echar agua con algún producto de limpieza por fuera", relata el hostelero, que ha sufrido desperfectos en la pintura de la fachada y del cercado de su cafetería por los orines y su acidez característica.

Esto ocurre por toda la ciudad. En la otra punta, en Teatinos, también sucede y la queja es exactamente la misma. "No tenemos nada en contra de los bichos, no es su culpa, muchos los tenemos, pero es que vas por la calle y es un estropicio", afirma Joaquín Fernández, de la Taberna Salcedo. Este hostelero cuenta que en su área las quejas de comerciantes y vecinos son también generalizadas. "Hay locales con las fachadas perdidas, maderas corroídas y puertas de garajes oxidadas", detalla.

Fernández hace hincapié en que, tal como funciona el comportamiento canino, cuando un perro orina en un punto ese queda "marcado" y sus congéneres van a miccionar encima una y otra vez. "El problema es la convivencia", opina el hostelero de Teatinos sobre una cuestión que sucede "desde siempre", pero que ahora se ha acentuado más porque en la ciudad "hay más perros que hace años".

"La sociedad ha evolucionado y ahora prestamos atención a cosas que antes no lo hacíamos", expresa respecto a los tiempos en los que pocos recogían los excrementos de sus mascotas. Ahora es el momento de ir un paso más allá y hacer lo propio con las aguas menores de los perros. Porque, como reza el cartel en la plaza de la Paz, las fachadas "no son un pipicán".

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