Entrevista | José Antonio Bande Nuevo rector del Seminario de Oviedo, llega tras cinco años al frente de diversas parroquias de Llanera

"Necesitamos un Seminario en salida, que sea capaz de acoger"

"La tarea del rector es acompañar a las vocaciones con calidad y calidez, ser compañero de camino, como pastor que huele a oveja"

José Antonio Bande, en la iglesia de Lugo de Llanera.

José Antonio Bande, en la iglesia de Lugo de Llanera. / L. P.

Valdesano de nacimiento, el sacerdote José Antonio Bande hace un símil con su tierra marinera natal para describir lo que es para él el ejercicio del ministerio. "No soy de anclarme al puente mando, sino de engrasarme las manos en la sala de máquinas", asegura. Y quizás por eso estos días anda dividido entre la pena de dejar las parroquias de Lugo de Llanera, Pruvia y Villapérez, en las que "tan feliz me encuentro", y la "gran ilusión" con la que afronta su nuevo destino: el rectorado del Seminario Metropolitano de Oviedo. Eso sí, promete seguir en contacto con sus fieles, y afirma sentir una gran tranquilidad al dejar al frente de sus parroquianos a Sotero Alperi, quien lleva ya varios años colaborando con él.

–¿Con qué disposición afronta el reto del Seminario? ¿Tiene ya alguna idea para desarrollar?

–Apuesto por la corresponsabilidad en una causa común, no podemos hacer un camino en solitario y todos tenemos que aportar nuestra responsabilidad. A ello sumo la honestidad, porque en una sociedad como la nuestra, de tanto postureo y tanta componenda, hace falta ser honesto como servicio al mundo y a la sociedad. En línea con el Papa Francisco creo que necesitamos un Seminario en salida, es decir, un Seminario capaz de acoger. La Iglesia no puede cavar trincheras ni montar búnkeres, es momento para la audacia. También para la prudencia, pero sobre todo para la creatividad. Porque cuando tienes algo que proponer y algo que merece la pena, es un cometido en el que hay que invertir tiempo y energías. La imposición nunca ha ido conmigo, siempre se me convenció mejor por la propuesta y el pacto, y con ello espero poder hacer camino en la Iglesia en su aportación humanista. La fidelidad y la coherencia son claves también.

–¿En qué punto se encuentran las vocaciones en Asturias?

–Hay un cierto despertar vocacional. No podemos hablar estadísticamente de un resurgir, pero sí que hay unas vocaciones, sobre todo las retardadas, que tienen una trayectoria y son hasta cierto punto consolidadas. Gran parte de los chavales y no tan chavales que llegan al Seminario son personas que buscan honestamente, y que cuando llevan a cabo el discernimiento vocacional, tienen un planteamiento honesto, con una generosidad como punto de partida que es digna de apreciar y de acompañar. Y quiero hacerlo con calidad y calidez, creo que esa es la tarea de un rector. Ser compañero de camino, como pastor que huela a oveja. Además el Seminario no es para mí desconocido, llevo más de 20 años impartiendo docencia en él, y puedo decir que tanto la comunidad formativa como el personal de servicios y administración son un material humano muy valioso.

–Presume de que tiene buena mano con la gente joven...

–Si de algo estoy convencido es de que los jóvenes son el futuro, y tenemos a los mejor preparados de la historia de la humanidad. Hay muchos jóvenes sanos e inquietos, lo que pasa es que sucede como con los aviones: solo se habla de los que se caen. Pero hay muchísimos con valores y una formación exquisita, aunque a veces quizás confusa. Y ante tantos reclamos, necesita apostar por lo esencial, y tenemos que darles tiempo para la maduración, y ser capaces de acompasarnos a su ritmo. Ellos tienen sus ámbitos, sus espacios, y hay que ser capaces de sintonizar con ellos y sus inquietudes para llegar a ellos. En estas parroquias el mérito en este ámbito es del grupo de colaboradores, y yo puedo decir que he visto mucho y bueno entre los jóvenes. No les tengo miedo.

–Lo que tiene es pena por irse de Llanera, como ya ha confesado.

–Tengo pena, efectivamente, porque somos humanos y nos puede el corazón. Han sido menos de seis años, y en Pruvia meses, pero ha habido un "feeling" mutuo que hace que ahora me apene. Pero para ser justo he decir que no es bueno vivir de rentas ni apoltronarse y quedarse instalado en la zona de confort. Desde que el Arzobispo me encomendó esta tarea, todos los días me acuerdo de la oración de Isaías que dice: "Mis planes no son vuestros planes, ni mis caminos son vuestros caminos". Así que pena sí, pero me puede la ilusión. Y si hay algún don que Dios me ha dado, es el de no ser descastado. No voy a hacer sombra a nadie, sería un flaco favor al párroco, pero seguiré relacionándome con las parroquias humanamente, con la naturalidad de las puertas abiertas. Cuando uno se siente en casa, es fácil. Y si a algo doy valor es a la fidelidad.

–Llegó a Llanera en 2018.

–Venía de un periodo académico e intelectual, con tres años en los que estuve absorto preparando la tesis doctoral en Salamanca. Y yo que me siento párroco de pueblo, sentía que me faltaba esa vertiente. Llegar a estas parroquias supuso para mí como un volver a un primer amor, iba exultante. Y venía para trabajar solidariamente en la tarea pastoral con José Julio Velasco, al que conocía del Seminario y para mí era una gran seguridad. Lo tenía todo a favor, y también tenía conocimiento de lo que era Llanera.

–¿Qué les transmitirá a sus fieles en estas últimas semanas en Llanera?

–Mi agradecimiento a estas gentes que tanto me han dado, que me han hecho sentir sacerdote de pies a cabeza, y pedir que recen por mí y por las vocaciones. Con eso es suficiente.

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