Arsenal de Historia en la plaza de España: las colecciones de la Delegación de Defensa se postulan como base de un proyecto museístico en la ciudad

La antigua sede del Gobierno Militar exhibe unos 200 fusiles fabricados desde el siglo XVIII

Javier Pintos acaba de restaurar una de las vidrieras  

Por la izquierda, Artemio Mortera, Juan Luis González, Juan Carlos García Palacio y Jesús Suárez,  posando junto a las vidrieras de la segunda planta de la Delegación de Defensa.

Por la izquierda, Artemio Mortera, Juan Luis González, Juan Carlos García Palacio y Jesús Suárez, posando junto a las vidrieras de la segunda planta de la Delegación de Defensa. / Fernando Rodríguez

Centenares de armas fabricadas entre los siglos XVIII y XX, dos docenas (ocho por planta) de espectaculares vidrieras diseñadas por Paulino Vicente "El Mozo", varias esculturas salidas del taller de fundición de la fábrica de armas de Trubia, herramientas fabricadas por los aprendices, maquetas y una ingente cantidad de documentación. Todo esto y mucho más convierten a la sede de la Delegación de Defensa en Asturias, en la plaza de España, en una suerte de embrión de lo que según muchos expertos en materia cultural y militar podría ser uno de los mejores museos de historia militar de toda España.

El propio edificio tiene ya de por sí mucha historia. . Se levanta sobre los terrenos del antiguo Hospital Provincial de Llamaquique destruido durante la Guerra Civil. Tras la contienda bélica, la Dirección General de Regiones Devastadas decidió, fruto del nuevo plan de urbanismo, trasladar el hospital y construir en esos terrenos la plaza de España, originariamente concebida para acoger las principales sedes administrativos del Estado. La primera piedra de la plaza fue la del edificio del futuro Gobierno Militar (se colocó el 23 de octubre de 1944). El inmueble de composición historicista asturiana con aires neoclásicos, fue inaugurado el 29 de julio de 1958. El resto de la plaza no sería rematada hasta 1984. "Algunos se referían a las obras como El Escorial en tono de broma", indica el doctorando de Historia del Arte, Isaac Cuello.

Hoy día, además de sus funciones administrativas, el inmueble se ha convertido en un gran fondo artístico e histórico relacionado con lo militar. Entre sus joyas destacan las vidrieras. Divididas en tres plantas, cada una relata una historia. Las de la planta baja, con fondo amarillo en un guiño al "Siglo de oro", rinden homenaje a los Tercios, según explican el doctorando en Historia del Arte Isaac Cuello y el sargento primero reservista voluntario Juan Carlos García Palacio durante un recorrido por el edificio.

El propio Cuello participó directamente el pasado mes de mayo en las labores de restauración de la vidriera conocida como "Capitán del Tercio", en colaboración con el vidriero gallego Javier Pintos. "La intención es ir recuperándolas una a una, pero empezamos por la más deteriorada", apunta el doctorando, que lleva años indagando sobre la historia del legado de Paulino Vicente "El Mozo" en la Delegación.

Arriba, herramientas hechas por la antigua escuela de aprendices de la Fábrica de Armas de Trubia e Isaac Cuello junto a la vidriera restaurada en mayo. Abajo, Artemio Mortera y Jesús Suárez mostrando la colección de armas fabricadas en La Vega, y Juan Carlos García señalando el busto de Isabel II.

Arriba, herramientas hechas por la antigua escuela de aprendices de la Fábrica de Armas de Trubia e Isaac Cuello junto a la vidriera restaurada en mayo. Abajo, Artemio Mortera y Jesús Suárez mostrando la colección de armas fabricadas en La Vega, y Juan Carlos García señalando el busto de Isabel II. / Fernando Rodríguez

Arriba, en la primera planta del inmueble, otras ocho obras de "El Mozo" se convierten en un tributo a Asturias. Fondo azul intenso y las cruces de Los Ángeles y La Victoria. Junto a ellas, el símbolo del Estado Mayor del Gobierno Militar de finales de los 50 que, finalmente, se convertiría en Delegación de Defensa.

Justo encima, en el segundo piso, destaca una lámpara de hierro de 2.900 kilos de peso, construida en la fábrica de Armas de Palencia que obligó a reforzar la estructura del segundo piso del edificio. Rodeando la misma están las ocho últimas vidrieras en tonos rojos "para recordar el sangriento siglo XX". En cada una de ellas se muestra uno de los cuerpos del ejército moderno. Incluida la caballería, cuya última incursión había sido unos años antes, durante la Guerra Civil.

En la planta más alta está el Salón del Trono, donde se muestran los trabajos de fin de curso de los alumnos de las escuelas de aprendices de las fábricas de armas de Oviedo y Trubia. Son armas en miniatura, a escala ½ , pero perfectamente útiles. Las piezas las hacían en grupos como prueba final de curso de aquellas escuelas por las que pasaron miles de ovetenses. Estos centros de estudio, tremendamente cualificados, dotaron de profesionales altamente especializados a toda la industria armamentística nacional. La escuela de aprendices de La Vega estuvo abierta entre 1857 cuando el director de la fábrica decide que los hijos de los empleados pueden ir a trabajar con sus padres y 1999.

Sin embargo, uno de los reclamos con más éxito entre el público está en la planta baja, en lo que era el salón de actos del edificio. Allí puede visitarse cada jueves una amplia selección de los alrededor de las 400 armas fabricadas en Oviedo o importadas para su estudio que fueron recuperadas por miembros de la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana (ARAMA) tras el cierre de La Vega en 2012. "Estuvimos un año trabajando unas 14 personas para recuperarlas", coinciden Artemio Mortera y Jesús Suarez, ambos integrantes del colectivo, subrayando que muchas de esas armas fueron repartidas por distintos museos militares del país.

En la colección se pueden ver todos los sistemas de disparo, de chispa (construidos con planos de 1796), de pistón y de cartucho. Destaca el arma más mortífera de la primera Guerra Mundial. La ametralladora Spandau de 1908, la que más muertes provocó en aquel conflicto. A poca distancia, en la pared, el despiece total de un Cetme, una de las piezas que más trabajo dio a La Vega durante el siglo XX y que armó durante décadas al Ejército español, así como los fusiles Mauser Oviedo, de 1893, todo un referente de la historia armamentística local, o una ametralladora Hotchiss del año 1914, que utilizaron los dos bandos durante la Guerra Civil.

También en la planta baja, justo junto a la escalera principal, llama la atención el busto de Isabel II fundido en hierro en la fábrica de Trubia, inaugurada en 1858 en La Vega con motivo de la visita de la propia reina. No obstante, en la delegación pueden verse otras esculturas realizadas en Trubia como la del Infante Muerto, una escultura dedicada a uno de los bebés fallecidos de la Reina.

Estos elementos, unidos a otros como el libro de honor de La Vega, una muestra de miniaturas de la armada o colecciones fotográficas componen un enorme legado patrimonial e histórico que la Delegación de Defensa ya exhibe en sus dependencias, pero aspira a convertir en museo, a poder ser en los terrenos de la fábrica de La Vega. "Es el mejor enclave posible", defiende el delegado de Defensa, Juan Luis González.