Opinión

josé ramon castañón, "pochi"

Un pequeño manantial de verdad

Ante la triste despedida de la librería Polledo en la calle del Peso

Debo confesaros que estos días albergo en mi corazón un pequeño resquicio de tristeza, de una ausencia largamente anunciada y poco deseada. Hace ya semanas que todos conocíamos esa pequeña e insignificante noticia en la inmensidad y locura de una ciudad provinciana y bulliciosa, de uno de aquellos rincones literarios más emblemáticos de nuestro cultural villorrio; por muchos cauces y de muchas maneras ya habíamos oído que la pequeña y celebérrima librería Polledo tocaba arrebato en sus últimos sones de sabiduría regalada, después de más de 70 años de historia, de presencia, de sencillez y de sonrisas amables regaladas a tantas generaciones de estudiantes, de listillos y culturetas ovetenses, de profesores reconocidos y de pequeños autores que buscaban un rincón para hacerse oír o tal vez para dejar una pequeña huella de letras y de sueños...

Para mí ha sido algo más que una librería, ha sido parte importante en mi devenir universitario y en mis posteriores años como profesor, un pilar y un apoyo bibliográfico impagable. Incluso en mis años romanos y en mis trabajos de investigación por aquellas tierras imperiales fue mi pequeño refugio en la distancia, que me suministraban publicaciones y saberes que difícilmente podía encontrar en otros rincones de este vasto mundo. Desde aquellos años 80, en los que yo recorría las calles de este Oviedo con mis apuntes y mis libros, con mis lecturas apasionadas y revolucionarias, con mis utopías y mis sueños, aquellas dos mujeres de apariencia diminuta y muchas veces maternal, fueron para mí, como para tantos cientos y miles de ovetenses, un rincón placentero en el que pararse unos minutos para vivir una enriquecedora conversación, para escuchar sencillos pero profundos consejos, para descubrir las últimas novedades o tal vez el relato de grandes novelas de historia, de relatos imaginarios o de ensayos enjundiosos, para bucear en grandes clásicos o zambullirse en las filosofías más rocambolescas.

La librería Polledo, en su aparente pequeñez, en lo reducido de unos espacios que querían contener toda la sabiduría y todos los minutos de la creación humana, te regalaba siempre la respuesta y el consejo que necesitabas, te habría puertas y ventanas para nuevas búsquedas y nuevos conocimientos. Debo reconocer que Oviedo ha perdido algo más que un pequeño rincón a la sombra del ayuntamiento, ha perdido un pequeño manantial, un pequeño remanso de conocimiento y de verdad, de consejos y lecturas, que ni tan siquiera las grandes cadenas de cultura llegarán a igualar por muchos millones de libros y de publicaciones que puedan albergar en sus estanterías.

Aquel angosto rincón, casi como una cueva imperceptible, de la calle del Peso, era algo más que una librería, era el verdadero nacimiento de un caudaloso regalo de sabidurías, de fondos bibliográficos, de pequeñas y grandes aventuras que se escribían en papeles vetustos, en libros raros, en publicaciones desconocidas, en rincones olvidados y polvorientos en los que solo aquellas dos sencillas mujeres eran capaces de escarbar para extraer la lectura buscada, la filosofía añorada, aquellas poesías que pocos conocían; cuanta vida albergaba entre aquellas cuatro paredes. No me resisto a su ausencia, es más, quiero revelarme contra esas grandes cadenas de culturas vacías, con dependientes muchas veces ignorantes de todo lo que atesoran en sus estanterías, de grandes ofertas y de majestuosos lanzamientos. Yo quisiera seguir con mi librera de cabecera, sí, una sencilla pero formada mujer, de aquellas valientes que lucharon contra todos y contra todo en un mundo que silenciaba a las mujeres y les negaba la cultura. Mi librera, mi consejera, mi lechuza del conocimiento, la crítica valiente y mordaz de mis escritos y mis pensamientos. Agradecido por todo lo que significaron las paredes de la Librería Polledo, quiero brindar un sonoro y triste aplauso, un reconocimiento merecido, que ojalá todo el cultural Oviedo, con sus instituciones de saber, también sepa reconocer y recordar.

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