Opinión | Con vistas al Naranco

Entre emboscados sin "Nóbel", Jünger y Kadaré

Acaba de irse Ismail Kadaré sin conseguir el "Nóbel" que también negaron a Jünger, para el que, fallecido centenario, tiempo hubo. Entre el albanés y el alemán, a los que leí ampliamente y hasta, incluso, conocí de forma fugaz, doy con un dato común que no veo reflejado en los numerosos hagiógrafos que salen a poco de revolver para necrologías. Ambos eran "emboscados", en terminología jüngeriana. Kadaré emboscado en el estalinista régimen de Enver Hoxha y el alemán, idem eadem idem, en el Tercer Reich.

Borges, Orwell o Rulfo, tampoco tuvieron el laureado galardón escandinavo, pero difícilmente les atribuiría, al menos yo, el sustantivo, o calificativo, "emboscado". Hitler y Hoxha, crueles dictadores apenas comparables por resultado al camboyano Pol Pöt. Jünger y Kadaré, entre tanta muerte, quedaron sin ser envenenados/encarcelados. Después de haber publicado en "Oviedo al fondo" algo sobre Jünger y enmarcar su autógrafo para la pared de mi antiguo despacho forense, conseguido para mí por Iñaki Uriarte, que sí padeció cárcel de Franco, otro dictadorzuelo de la peor estirpe, le conocí personalmente, interpretado por el germanismo de mi hija. En su longevidad había estado en nada menos que tres siglos. Kadaré, traducido e interpretado por una pareja asturiana de Soto de Agues, María Roces y Ramón Sánchez Lizarralde, me impresionó más si cabe con sus obras y su bondad. Cómo pudo sobrevivir y capear la albanesa dictadura hasta fallecer ahora en Tirana, ciudad en la que estuve comisionado por la UE. Kadaré hace equilibrios fabulosos en las críticas sociales, salpicadas de Homero, supuesto autor de la "Odisea", que pudo ser albanés.

Gran parte de Kadaré se ambienta en la Albania anterior a 1938 para evitar que el déspota agudizase con él su proverbial complejo de persecución a encontrarse reflejado constantemente. Es parecido a la genialidad de Jünger haciendo creer a los nazis que "Los acantilados de mármo" era novela alegórica anticomunista. No leer en obituarios esta semejanza o paralelismo me lleva hogaño a lanzar, en esta modesta provinciana columna sabatina, lo que para algunos literatos patrios sabelotodo será sacrilegio que, sin embargo, en sus perversas maldades y ensoñaciones perdonarán este provocador atrevimiento: Me gusta más Ismail Kadaré que Ernst Jünger.

¡Vivan los dos aunque hayan desaparecido, pues sin duda levitan sobre nosotros!

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