Opinión

Un amigo imprescindible

En la despedida de un gran hombre de equipo en el gobierno local

El equipo de Gobierno que dirijo y toda la familia del Partido Popular de Oviedo y Asturias estamos de luto por la pérdida de un gran amigo y una excelente persona. José Manuel Suárez Bocero se nos ha ido prematuramente y deja un vacío difícil de llenar para todos cuantos tuvimos la fortuna de conocerle y de quererle.

Aunque ya le conocía antes, fue al iniciar mi andadura política como candidato a la Alcaldía de Oviedo cuando establecí una relación directa con él, allá por el año 2019. Desde el primer minuto sintonizamos. Y desde entonces me demostró todos los valores que hacían de él una persona imprescindible: lealtad, entrega, humildad, capacidad de trabajo, rigor, responsabilidad, sincera amistad y una bonhomía que siempre fue su rasgo más distintivo.

Cuando llegué, él tenía bastante más experiencia política que yo, después de haber sido concejal del ayuntamiento de Oviedo de 2003 a 2007 y en 2011, y le agradecí que se sumara al equipo con toda la humildad y con todo el entusiasmo. Era un hombre de equipo, porque, ante todo y sobre todo, hacía equipo, poniendo el interés general por encima de su propio interés, algo poco habitual en un campo tan competitivo como el político. Y de esa forma, logró hacerse imprescindible en el grupo que consiguió, primero, ganar la alcaldía en 2019 y, después, revalidarla con mayoría absoluta en 2023.

Tuve el gran honor de oficiar su boda con Álvaro Fernández, en diciembre de 2019, lo que, como es lógico, hizo más fuertes los lazos de amistad que nos unieron. Para mí, más que un gran colaborador siempre dispuesto a ayudar, ha sido como un hijo, y eso hoy me hace estar mucho más cerca de sus padres, su marido y su familia para compartir el sufrimiento de una pérdida que a todos nos parece imposible aceptar.

Escribo estas líneas con el recuerdo de su presencia diaria en el Ayuntamiento y me duele cada vez más la certeza de que nunca volverá a estar ahí, a mi lado, con esa capacidad suya para hacer y colaborar sin estridencias y sin fisuras ni concesiones a todo lo que no fuera sumar y fortalecer al equipo. Bocero es –era–, ante todo, una buena persona: un joven educado, humilde, con convicciones, con fortaleza para dar todas las batallas que tuvo que dar para no traicionarse y ser lo que quería ser y con una capacidad asombrosa para integrar.

Bocero nos dio muchas lecciones en los años que tuve el privilegio de compartir con él y siempre le recordaré como el niño grande, tranquilo, sensato y respetuoso que hacía a diario el gran trabajo de cumplir sus obligaciones y sobrevivir sin traicionarse en un mundo tan complejo y competitivo como es este.

Me duele profundamente su pérdida. Siempre estará en mis recuerdos y en mi corazón.

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