Opinión

Mil años para volver a su origen

Cornellana llega a una efeméride extraordinaria y bien merece hacer memoria de un enclave fundamental en el Camino Primitivo

¡Paz a vosotros noble pueblo de Cornellana que en este 31 de mayo de 2024 con júbilo celebráis un cumpleaños muy especial!: el de la iglesia monasterial, hoy parroquial, que cumple mil años. Cifra tan redonda y efeméride tan extraordinaria que afortunadamente vivimos, hacen que en este día el recuerdo de este monasterio nos lleve a eso, a hacer memoria de esas piedras que se tornan, por su edad, en augustas. Este enclave fundamental en el Camino Primitivo pide hoy que paremos en nuestros caminos vitales para rememorar sucintamente su historia.

La Mnemósine (Memoria) de este cenobio nos recuerda en su texto fundacional de aquel 31 de mayo de 1024, que el monasterio de Cornellana fue fundado por la infanta doña Cristina, esposa de don Ordoño, hija del rey de León Bermudo II y de Velasquita. Aquella milenaria fundación principió con la iglesia, una explotación agrícola y vivienda que ella tenía en "Corneliana", a la que se añadían 10 vacas, 5 yeguas, 100 cabezas de ganado menor y una mula.

A estos bienes se sumaron después la mitad de la villa de San Juan, junto con las iglesias de San Julián y Santa Eufemia, dentro de Cornellana, más las de San Vicente de Salas y San Pedro de Soto del Narcea, hoy Soto de los Infantes.

En este monasterio vivieron, de manera profesa, la infanta Cristina y su servidora Animia. Fallecida Cristina serán sus hijos, Alfonso, Sancha, Pelayo y Aldonza, quienes se repartan la herencia, repitiéndose este acto hasta que Suero Vermúdez, biznieto de Cristina, y su esposa Enderquina, reúnan todas las propiedades y den lugar a su crecimiento.

El matrimonio del conde Suero y Enderquina no dejó descendencia, por lo que decidieron renovar la fundación del monasterio y donarlo a la congregación de Cluny en 1122. La riqueza de Suero era prominente y donó numerosas posesiones que tenía en los concejos de Salas, Miranda, Somiedo y Teverga, y otras de León y Galicia. Si bien esta donación fue a la Orden cluniacense, pronto el convento quedó bajo la dirección del monasterio de Sahagún, epicentro del movimiento benedictino español.

En el año 1126, el rey Alfonso VII creaba el coto del monasterio de San Salvador de Cornellana, que incluiría la actual parroquia de Cornellana, la mitad de la de Villazón, parte de San Antolín y Santa Eulalia de la Doriga, así como la práctica totalidad de Santiago de la Barca y San Esteban y San Justo de las Dorigas. Esto implicaba el privilegio de que todos los residentes quedaban sujetos a la jurisdicción del abad y tenían que contribuir impositivamente. Dicho privilegio fue ratificado sucesivamente por Fernando IV, Pedro I, que anexa además los cotos de Ranón y La Arena; Enrique II, y más modernamente Felipe V de Borbón.

El ascendiente de la orden de Cluny decrece en el siglo XIV debido a las pugnas nobiliarias sucedidas en el Principado. En este contexto el monasterio se ve involucrado en las luchas de poder que sobre el mismo pretendieron el obispo de Oviedo Gutierre, el concejo de Salas y una serie de nobles que intentaron recortar los privilegios que tenía el monasterio desde el siglo XII.

Entrados en la Edad Moderna, a partir de 1536 el convento pasa a formar parte de la comunidad benedictina de Valladolid. En esa etapa se acomete la reedificación de todo el inmueble, comenzando por la iglesia para adaptarla a las nuevas prerrogativas de la Contrarreforma. En la fachada de la iglesia se ubica el escudo de Castilla y León que significa la dependencia respecto a Valladolid.

En plena Edad Contemporánea es digno de mención el abad Fray José de la Granda que emprendió la obra de canalización del agua de la fuente de la condesa para uso de la cocina y la mesa monacal, durante la realización del Catastro de Ensenada, en 1753. Otro hecho destacable acaeció en julio de 1792 con la visita de Jovellanos a Cornellana, que quedó agradado por el pueblo e impresionado con el monasterio, pues si como afirmaba Kant "la belleza en sí misma es asombrosa y conmovedora", se puede decir que don Gaspar percibió esa belleza del cenobio expresando su asombro y conmoción por el sólido edificio del monasterio en sus Diarios.

Ya en siglo XIX comienza el "vía crucis" monasterial. Durante la guerra napoleónica, las hordas francesas del mariscal Ney pervirtieron el cenobio como cuartel y caballerizas, incendiándolo a su marcha. Posteriormente, en 1827 el privilegio e independencia de Cornellana como coto desde el siglo XII queda abolido, pasando Cornellana a depender del concejo de Salas.

En pleno liberalismo político se consolida el proceso desamortizador iniciado en 1822, empujado desde 1835 por Mendizábal y sustanciándose en una etapa de continuas subastas de bienes monacales hasta que en 1844 se subasta el propio edificio que adquirió Onofre López para instalar en el monasterio una fábrica de mantecas, poco exitosa.

Parecía que Cornellana estaba llamada, parafraseando el salmo 63, a saciarse de la enjundia y manteca de la Palabra de Dios y a alabarlo con labios jubilosos y no de las mantecas de una empresa terrenal. Por ello, como dice el salmo 126 "si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles", siendo evidente que la casa de mantecas de don Onofre no era proyecto del Señor, y fracasó. Así en 1878 la Iglesia compró nuevamente el monasterio que pasó a manos del obispado de Oviedo.

Entrados en el siglo XX, durante el 1º gobierno de la II República, con Alcalá Zamora y Azaña, el monasterio fue declarado Bien de Interés Cultural (1931), gracias al empuje de los vecinos de Cornellana y de Aurelio del Llano.

Finalizada la guerra civil española el arquitecto Luís Menéndez Pidal proyectó la restauración de la iglesia, la torre románica y parte del claustro. Los reconocimientos han seguido y así, en julio de 2015, la Comisión de Patrimonio Mundial de la UNESCO en su reunión anual declaró el camino primitivo de Santiago con sus iglesias, hospitales, albergues y demás infraestructuras, como un bien de patrimonio de la humanidad, por lo que alcanza también al monasterio.

"Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna" reza el salmo. 89. A lo largo de esos diez siglos el monasterio de Cornellana ha acumulado una intensa historia. Esa historia es la que han escrito personas que han protagonizado hechos, entre muchos otros, sus nobles fundadores con intenciones religiosas; los benedictinos que vivieron en comunidad durante siglos; los militares incendiarios napoleónicos; los especuladores decimonónicos que propiciaron expropiaciones, secularizaciones, ventas de los bienes y la reducción de su edificio a mantequería.

Finalmente, vuelta a su ser, al origen, a su esencia, la de la iglesia que peregrina como comunidad creyente en la Buena Noticia, ayer como comunidad regular, hoy como comunidad secular y diocesana. La de hoy no es una vela nocturna, son mil velas que iluminan a Cornellana y su faro, el monasterio de San Salvador.

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