Silencio

Sobre un discurso de Juan Mayorga y una chica en un avión

ricardo junquera

Hace unos días estuve leyendo el discurso de ingreso de Juan Mayorga, premio "Princesa de Asturias" de las Letras del año 2022, en la Real Academia de la Lengua. Su título es el mismo que el de este artículo: "Silencio", y su contenido, una auténtica joya de la corona, como tantas otras obras de su autor. El silencio, nos dice Mayorga, es algo necesario para un acto fundamental de la Humanidad: escuchar las palabras de otros. También para decir las propias. El silencio, frontera, sombra y ceniza de la palabra, también es su soporte. Por eso los que hablan bien dominan tanto la palabra como el silencio. A veces, callando, decimos mucho; a veces, callamos hablando mucho.

Y es que hay muchos tipos de silencios, nos recuerda Mayorga: silencios prudentes y silencios cobardes; silencio de ajedrez, silencio para la memoria o la imaginación. Unos los temen y otros los necesitan. Y también hay otro tipo de silencio del que quiero hablar ahora: el de saber estar con uno mismo, y ese me lleva a otro que quizá sea hermano de este, el silencio de la oración.

Mirad, leyendo a Mayorga recordé algo que me pasó también no hace mucho en un viaje en avión. Se sentó al lado mío una chica joven. Al iniciar el despegue vi cómo se persignaba, es decir, y para los que no sepáis o recordéis lo que es eso, se hizo la señal de la cruz. Después durante todo el viaje vino callada, eso es normal, pero no hizo uso de nada que la entretuviera, lo que ya no es tan normal. Solo silencio. Cuando nos avisaron de que iniciábamos la maniobra de aterrizaje, volvió a persignarse, y a mí se me ocurrió preguntarle si eso lo hacía porque era creyente o por simple superstición para calmar el miedo al avión. "No –me contestó ella–, lo hago porque soy creyente y aprovecho estos momentos para estar en silencio conmigo misma y también rezo; me gusta hacerlo y aquí en el avión, donde, además de leer, poco más puedes hacer, pues aprovecho".

A uno, que también le enseñaron a ser creyente y me gusta practicarlo, me sorprendió y me agradó aquella respuesta. Ya no es normal oír algo así, y menos en una chica joven. Si hubiera dicho que estuvo haciendo algún ejercicio de meditación o algo de yoga, que ahora es tan habitual, pues vale; pero eso de que contestara que estuvo en silencio y aprovechando para rezar, pues eso ya no es normal, no. Y es que a los creyentes de nuestra sociedad parece que nos da pudor decir que lo somos, estamos más a gusto sin hablar de ello, no vaya a ser que el que nos escuche no piense como nosotros y nos ponga una etiqueta; y si alguna vez lo manifestamos, enseguida también lo matizamos con un: "Sí, soy creyente, pero poco o nada practicante", o algo parecido, no nos vayan a considerar bichos raros.

Por eso me gustó aquella respuesta sincera y sin matices. Cree en lo que quieras creer, pero no te avergüences ni tengas miedo a expresarlo ni al qué dirán. No silencies aquello en lo que de verdad crees. No silencies tu alma. Por eso también, cuando leía a Mayorga, me acordé de esa chica del avión y de aquel silencio tan lleno de contenido. Como su respuesta.