Opinión

Las seis cosas

O no olvidemos lo que de verdad es importante

Lo que voy a contar hoy no creo que vaya para nada de dramático ni de lúgubre ni de triste. Más bien creo que es una llamada a lo contrario. Empiezo con el porqué del tema y después os cuento un par de experiencias personales. Voy allá: una de estas noches pasadas que se me estaba haciendo larga, entré en YouTube a ver algo mientras cogía el sueño, y me topé con una entrevista a Enrique Rojas, ese conocido médico psiquiatra español, autor de bastantes obras y cuya principal constante de pensamiento es la búsqueda de la felicidad; padre, además, de Marián Rojas Estapé, también una extraordinaria psiquiatra y comunicadora, últimamente muy de moda en las redes sociales.

Pues aquella entrevista a Enrique Rojas desembocó en la lista de las seis cosas de las que más se arrepiente la gente cuando están ya en el lecho de muerte. Tal cual. Puede sonar duro, pero como antes dije, más bien creo que es una lección de vida. Y Rojas hizo este listado de esas seis cosas: la primera, haber trabajado demasiado, haber vivido casi solo para trabajar; la segunda, haberlo pasado mal sin necesidad, habernos tomado muchas cosas de forma demasiado dramática cuando no era para tanto; la tercera, no haber dedicado el tiempo suficiente a la familia y a los amigos; la cuarta, no haber sabido disfrutar más de la vida, no haber aprovechado bien nuestros tiempos libres; la quinta, no haber tenido el coraje de hacer lo que realmente queríamos, sino solo lo que los otros esperaban de nosotros; y la sexta, no haber tenido una espiritualidad más sólida, haber vivido solo en la piel de la vida.

Después de escucharle, me puse yo mismo a marcar las cruces de esas seis cosas en el currículum de mi propia vida, y ahí ya perdí el sueño definitivamente… Y ahora os cuento un par de experiencias personales que recordé en ese momento. La primera creo que ya la he contado aquí alguna vez; se la oí a Albino Laruelo, sacerdote poleso y párroco de Cenero, que una temporada estuvo destinado de capellán en el Hospital de Cabueñes, en Gijón. Y él lo decía: una constante en la gente que ya veía su final y que quería confesarse, era eso de que "si hubiera sabido esto antes, me hubiera dedicado menos al trabajo y más a mi familia". Así nos lo cuenta.

Y la segunda, mía personal. Hace algunos años me llama un conocido, de poco más de cincuenta años, y me dice que está en casa, cerca de Pola, que se está muriendo y que quiere hacer testamento. Voy rápido para allá para coger datos, preparárselo y ya después volver para firmarlo; y cuando llego recién sale de su dormitorio el médico. Le digo a lo que voy, y me dice que está plenamente consciente pero que el desenlace es solo cuestión de horas. Entro a ver al buen hombre, y allá está en la cama, casi irreconocible desde la última vez que lo vi, pero con una pequeña sonrisa de recibimiento. Hablamos de lo que él quería hablar, y después, con menos prisa él que yo, me empieza a dar una auténtica clase de vida, con la claridad que al parecer te ilumina en esos momentos. Y creedme que lo que me dijo se puede resumir casi punto por punto en los que antes enumeramos. Murió esa misma noche.

Y sí, cuando salí de aquella casa, y visto lo visto y oído lo oído, llevaba en mi cabeza bien claro la necesidad de cambiar alguna de las pautas de mi vida; pero cuando por la tarde llegué a la mía, creo que ya se me había olvidado todo. Por eso me quitó el sueño de aquella noche en vela el marcar casi todas las cruces sobre esas seis cosas de las que muy posiblemente nos toque arrepentirnos cuando estemos en el final de nuestro camino. Intentaré cambiar otra vez. A ver si va de esta.

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