Mujeres flamencas que nos honran

Enorme satisfacción en la Peña Enrique Morente de Oviedo por la decisión del jurado del premio “Princesa de Asturias” de las Artes

María Pagés posa con socios de la Peña Flamenca de Oviedo. | PFO

María Pagés posa con socios de la Peña Flamenca de Oviedo. | PFO / Fernando Romero

Fernando Romero

Fernando Romero

Que la Fundación Princesa de Asturias otorgue, por segunda vez en su historia, su máxima distinción de las Artes al Flamenco, le honra. El jurado ha comprendido a la perfección el alcance de su universo: “(han impulsado) el carácter universal de un extraordinario patrimonio cultural, popular y sensorial”. Y es así, tal cual. El flamenco –siempre que puedo insisto en ello– debe entenderse como una música universal, al igual que el jazz, con quien comparte genealogía y es por tanto un patrimonio universal de la humanidad, que trasciende el folclore y el vínculo con un espacio determinado, en este caso el andaluz.

El Premio de las Artes fue primero para el gran Paco de Lucía en 2004 y ahora se lo llevan dos grandes del flamenco, María Pagés y Carmen Linares. La bailaora sevillana ha elevado el baile flamenco a las más altas cotas de elegancia y sentimiento. Muchos socios de nuestra peña flamenca de Oviedo Enrique Morente la pudimos ver en 2019 en el Campoamor, recibiéndonos luego unos minutos y cautivándonos con su encanto y sencillez.

Carmen Linares conoce bien Oviedo y pisó los tablones de nuestra peña hasta en cinco ocasiones. La primera vez ya hace casi 40 años, era el año 1985, y estuvo muy bien acompañada por el gran Pepe Habichuela al toque.

Le honra también a la Fundación premiar a dos mujeres. Mujeres en el flamenco ha habido muchas y la propia Carmen Linares las homenajeó en un disco editado en 1996 “Antología de la mujer en el cante”.

Este premio es por tanto un reconocimiento a todas las mujeres flamencas que, dicho sea de paso, no vivieron de manera tan rígida, como en otros sectores, la exclusión machista, porque el flamenco no se ha caracterizado nunca por su misoginia (quizás por su influencia gitana, que aunque es una cultura patriarcal no desprecia a las mujeres). Así y todo, y que se lo digan a María Pagés, las cosas para el flamenco y más siendo mujer no eran iguales hace 30 años cuando empezó a taconear el suelo de madera, que ahora. Tampoco para Carmen, en sus inicios con Fosforito y Pepe el de la Matrona en Torres Bermejas y en el café de Chinitas, en el cante atrás, como una más del cuadro en aquel Madrid en el que se forjó parte de la historia del flamenco. Pero su padre la animó porque sabía que había algo grande en ella. Y tenía razón.

Al decir de Ángel Álvarez Caballero, Carmen Linares es “la gran voz femenina del cante de estos tiempos. Ha desarrollado su carrera sobre unos presupuestos de dignidad y nobleza”.

Realmente, la voz rota de Carmen es larga y maneja a la perfección todos los palos. A mí personalmente me gusta por seguiriyas y por peteneras, ese cante que los gitanos no quieren interpretar porque dicen que da mal fario y que ella eleva a su plenitud melódica.

Guillermo Pérez de Castro, que fue durante muchos años presidente de la peña Enrique Morente de Oviedo, valora también su lado humano y destaca que es una mujer “muy querida por esta peña, porque además de cantar muy bien es muy buena gente.”.

Tanto María Pagés como Carmen Linares han visto reconocido su buen hacer a lo largo de su carrera con este premio, confirmando un poco las propias creencias de la cantaora jienense para quien el flamenco se asienta con los años y la veteranía. Dejan ambas escuela y buena influencia artística. Carmen ha sido referencia de una nueva generación en la que están Estrella Morente, Marina Heredia, Rocío Márquez, Arcángel, Pitingo y el propio Miguel Poveda. También María Pagés ha creado escuela y siempre tuvo fe en el flamenco y su futuro. En la Universidad de Cádiz lo dijo alto hace algo menos de un año “el flamenco tiene un gran porvenir. A lo largo de su historia ha habido muchas amenazas, un temor y un miedo sobre su futuro, pero su grandeza es su capacidad para conectar con las artes contemporáneas”.

La bailaora sevillana, al decir de sus críticos, es iconoclasta con un profundo sentido ético de la cultura, un compromiso social y vital que está inscrito en su arte, poliédrico, al igual que el cante largo de Carmen Linares. Su danza forma parte de una cultura flamenca que se mueve con los tiempos, que evoluciona y que dialoga con su entorno, asimilando aquello que la enriquece. Olé y olé para dos mujeres que han contribuido a dignificar el flamenco desde el cante y el baile.