Entrevista | Manuel García Parody Historiador, publica el libro "La otra historia de España"

"Me molestó leer en Covadonga que ‘Aquí nació España’, no es verdad"

"La Historia nos enseña la perversión que se ha derivado de conceptos aparentemente tan nobles como son los de Nación y Patria"

Manuel García Parody.

Manuel García Parody. / Tino pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Contar "La otra historia de España". Así se las gasta en su último libro Manuel García Parody, catedrático jubilado de Geografía e Historia y profesor de Historia Moderna y Contemporánea del Centro Asociado a la UNED de Córdoba. Pelayo, la Reconquista, Covadonga, el Cid Campeador o el apóstol Santiago se someten a su examen sin paños calientes.

–Al grano: don Pelayo.

–Hay una carencia de fuentes históricas cercanas a los momentos iniciales del reino de Asturias. Ninguna crónica cristiana o musulmana escrita en el siglo VIII habla de quien consideramos el primer rey de Asturias. La primera referencia sobre él aparece en la "Crónica Albendense" escrita ciento sesenta años después de la batalla de Covadonga. Se dice que era un noble visigodo, descendiente del rey Recesvinto, que fue espatario –algo así como alférez real– de los reyes Witiza y Rodrigo y como tal participó en la batalla de Guadalete. Otra versión pone en duda el origen visigodo de Pelayo y su vinculación con la Casa Real. Así lo afirman fuentes andalusíes que le llaman Belay al-Rumi, o sea, Pelayo el Romano.

–¿Pero existió o no?

–Probablemente existió un Pelayo que protagonizó el nacimiento del Reino de Asturias. Pero poco más se sabe con seguridad de quién se refugió en las montañas cantábricas, se negó a pagar tributo a los andalusíes y con la ayuda de los Cielos venció en Covadonga a las tropas mandadas por al-Qama.

–¿Y la batalla de Covadonga qué?

–Todo parece indicar que existió aunque hay discrepancias en la fecha: la más probable fue mayo del 722, pero algunos la sitúan cuatro años antes. De nuevo nos encontramos con unas fuentes muy difusas. La fuente cristiana más cercanas a los hechos es la "Crónica Mozárabe" escrita en Toledo en el 784, o sea 62 años después, y en ella no se habla de Covadonga. Más completa es la narración de la "Crónica Albeldense", escrita en el 880, ciento sesenta años después de la batalla, que es descrita como un acontecimiento trascendental en el que no faltó la ayuda divina y como un gran combate en el que 187.000 "caldeos" –nombre dado impropiamente a los andalusíes– fueron vencidos por un reducidísimo grupo de astures mandados por Pelayo. En cambio, las fuentes musulmanas son muy parcas a la hora de narrar el episodio de Covadonga.

–¿Y tuvo alguna relevancia?

–Desde luego. Fue el punto de partida del reino de Asturias de donde surgieron los distintos núcleos cristianos del occidente peninsular, es decir León, Galicia, Portugal y Castilla. Otra cosa es que ese origen esté muy mitificado.

–Leo: "Decir que el reino de Asturias es el origen de la nación española o la esencia de España es negar la misma españolidad a otra realidad como al-Ándalus".

–O negársela también a los núcleos cristianos orientales como Navarra, Aragón o Cataluña, que no se derivaron del reino de Asturias. El problema está en que se ha querido identificar a España solo con lo castellano y lo cristiano, lo cual es absolutamente falso. Tan español es Abd-al-Rahman III como Fernando III de Castilla y León y tan español es Ibn-Hazam como Cervantes. Todo depende de cómo queremos ver a España: como una uniformidad o como una pluralidad. España se acerca más a lo segundo que a lo primero. Por eso me molestó leer en Covadonga una lápida –no sé si todavía se mantiene– que decía que "Aquí nació España". No es verdad, ya existía identificada con toda la Península. Y España era también ese al-Ándalus que fue una de las más importantes síntesis culturales del medievo y del que nos debemos sentir orgullosos.

–Sigo: "Ni la Asturias de Pelayo y sus sucesores, ni la monarquía leonesa fueron una continuidad de la de los reyes godos".

–Pues sí porque la monarquía goda se hundió tras la derrota de Rodrigo en Guadalete. Sus vencedores fueron capaces de lograr en poco tiempo la conquista de la mayor parte de la Península, mientras que los romanos necesitaron unos doscientos años en hacer lo mismo. El intento de conectar el reino astur-leonés con la monarquía visigoda empezó de definirse en el reinado de Alfonso III (866-911) cuando se estableció una mínima estructura administrativa del reino que imitaba las instituciones visigodas. Con ello se pretendió darle a ese reino el derecho de conquista sobre tierras vacías y territorios andalusíes. Lo malo de todo esto es que el punto de partida nunca ocurrió. Ni la Asturias de Pelayo y sus sucesores ni la monarquía leonesa fueron una continuidad de la larga lista de los reyes godos.

–¿La Reconquista existió?

–Si aceptamos la segunda acepción de la RAE de que fue "la recuperación del territorio español invadido por los musulmanes y cuyo epílogo fue la conquista de Granada en 1492", tendríamos que afirmar en primer lugar que los cristianos fueron muy malos guerreros, pues necesitaron nada menos que ochocientos años en "reconquistar" lo que los hijos de Alá le habían arrebatado en pocas décadas desde el 711. Pero si miramos con objetividad lo ocurrido en esos ocho siglos veremos que la "reconquista" militar se limitó a episodios muy concretos. Lo demás, combates más o menos puntuales que apenas produjeron avances territoriales que en todo caso se efectuaron por medio de la repoblación de tierras vacías. O sea que aquello de una larga guerra de ocho siglos, nada de nada. Además, si se aceptara que los reinos castellano-leoneses fueron una continuación de la monarquía visigoda, en ese caso "reconquistarían" lo perdido tras Guadalete. Pero como no existió esa continuación, lo que hicieron fue "conquistar" y "repoblar", nunca "reconquistar".

–¿El Cid... troleador?

–El personaje de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, es junto al rey Pelayo uno de los grandes mitos de nuestra historia. A diferencia de las dudas que hay respecto al segundo, sobre el castellano hay una plena certeza histórica y ya en su tiempo alcanzó justa fama por sus hazañas militares. Ahora bien, no todo lo que dijo de él y aun se dice corresponde a la realidad y entra más en el mito. Rodrigo fue ante todo un hombre de guerra que con sus mesnadas combatió como mercenario tanto a cristianos como musulmanes, pero siendo siempre un guerrero excepcional y que nunca se enfrentó a Alfonso VI. De él se han contado episodios que hoy están puestos en duda como la famosa jura de Santa Gadea o haber vencido después de muerto a los almorávides.

–Los Reyes Católicos, ¿tanto mienten, mienten tanto sobre ellos?

–El co-reinado de Isabel y Fernando en las coronas de Aragón y Castilla-León tuvo una especial trascendencia, con luces y sombras indiscutibles. Obviamente sobre sus protagonistas se han vertido infinitas opiniones que no siempre responden a una realidad objetiva. La primera es cómo accedieron a sus respectivas Coronas. Fernando se convierte en titular de la de Aragón por la muerte en extrañas circunstancias del primer heredero que fue su hermanastro Carlos. Peor fue el caso de Isabel que llega a ser reina de Castilla autoproclamándose como tal en Segovia en cuanto conoció la muerte de su antecesor y hermanastro Enrique IV en 1474. La legítima heredera del trono, según la última decisión de Enrique IV en Buitrago de Lozoya, era su hija Juana a quien un amplio sector de la nobleza quiso apartar por entender, con más insidia que fundamentos, que no era hija legítima del rey. Además, por delante de Isabel se hallaba su hermano Alfonso que murió en extrañas circunstancias el 5 de julio de 1468 después de haberle aupado al trono los nobles levantiscos tras la famosa Farsa de Ávila.

–Vale, ¿y luego?

–Una vez asentados en sus respectivos tronos, Isabel y Fernando nunca unificaron sus respectivas Coronas que mantuvieron sus instituciones independientes hasta el siglo XVIII. Solo hubo en común, como luego ocurriría con los Habsburgo, que esas Coronas estaban bajo las mismas personas, y una misma política religiosa. Piénsese que algo tan importante ocurrido bajo los Reyes Católicos, como el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo fue solo una empresa castellana. O sea que eso de que ellos lograron la unidad de España es difícil afirmarlo. Lo más que se puede decir es que hicieron la unidad dinástica al recaer las diferentes coronas españolas en unos mismos soberanos.

–¿Santiago yace en Santiago?

–Creo que no. La historia de cómo llegaron a Galicia los restos del hijo del Zebedeo no tiene ningún fundamento como tampoco que los restos hallados cerca de Iria Flavia el año 813 correspondan al apóstol. Otra cosa es que esto último beneficiara a Alfonso II y a su recién nacido reino de Asturias para su consolidación. Tampoco es cierto lo que ha dado origen al llamado "voto de Santiago" que todos los años cada 25 de julio se hace presente en la Ofrenda Nacional ante la supuesta tumba jacobea. Me refiero a la batalla de Clavijo en la que el apóstol se presentó subido en un caballo blanco para vencer a la morisma y poner fin al ominoso tributo de las Cien Doncellas. Está más que demostrado que esa batalla y ese tributo no existieron. Pero alguien bastante avispado se lo inventó todo para que la jerarquía eclesiástica compostelana recibiera gustosamente las ofrendas que se le hacían en recuerdo de la intervención celestial. Otra cosa es destacar la importancia que supusieron las peregrinaciones al "finis terrae" en que se hallaba la supuesta tumba de Santiago.

– ¡Vaya palo da a los Borbón!

–Si contar la verdad de esta dinastía, sobre todo la de sus monarcas de los siglos XIX y XX, es dar un palo a los Borbón, pues sí, puede que se los dé. Pero quiero matizar ese palo. No soy yo, un humilde historiador, quien se los da, sino su verdadera historia. Los primeros miembros de la dinastía reinaron en el siglo XVIII. Los dos primeros sufrieron graves enajenaciones mentales: Felipe V en casi todo su reinado y Fernando VI al final de su vida. Eso sí, tuvieron excelentes ministros que en general mejoraron la vida de sus súbditos. Carlos III, tal vez el mejor rey que ha tenido España, fue una excepción entre los miembros de su familia. Desde su muerte en 1788 ninguno de sus descendientes ha iniciado y/o terminado su reinado de una manera normal, es decir recibiendo pacíficamente de su antecesor la Corona y cediéndola de la misma manera a sus sucesores. Además, desde Carlos III hasta nuestros días nunca se han sucedido de manera normal más de dos reyes. Tres de esos monarcas –Carlos IV, Isabel II y Alfonso XIII– murieron en el exilio. Y no sabemos qué le pasará al Emérito que vive su dorado retiro en Abu Dabi. Esto quiere decir que entre los Borbón y los españoles se han alternado episodios de amor y desencuentro, cuando no de odio, fruto en buena parte de la incuria y el desprecio hacia sus súbditos de quienes tuvieron la responsabilidad de reinar sobre ellos. Ese continuo desencuentro entre los Borbón y los españoles nunca fue culpa de los segundos sino de los primeros en los que no sabría decir si fue peor la inoperancia que mostraron al gobernar o las inmoralidades que protagonizaron. Solo salvaría a Alfonso XII.

–Nacionalismo español y catalán. ¿Los extremos se tocan?

–En este caso sí, lo mismo que cada vez que se utiliza la Historia para justificar los nacionalismos. Cuando esto ocurre es fácil caer en la tentación de confundir el mito con la realidad para justificar las señas de identidad de los pueblos. Hay un nacionalismo español bastante alejado de la verdad histórica que defiende la identificación de España con lo castellano y lo católico quitando carta de naturaleza hispana que lo que no sea ni uno ni otro. En el caso del nacionalismo catalán se ha construido una historia con premisas erróneas. Se puede decir que Cataluña ha tenido una historia propia e instituciones específicamente catalanas desde su origen como una desmembración de la Marca Hispánica carolingia hasta los Decretos de Nueva Planta de principios del siglo XVIII. Pero desde que se configuró la Corona de Aragón en 1137 los condados catalanes formaron parte de una entidad "supranacional" que fue esa Corona, conservando eso sí sus singularidades, y posteriormente en la Monarquía Hispánica. O sea que "independencia" como tal no hubo. Algo que nos enseña la Historia, y no solo en el caso de los nacionalismos hispanos, es la perversión que se ha derivado de conceptos aparentemente tan nobles como son los de Nación y Patria. Dejemos esos conceptos en el plano de los sentimientos individuales pero no los utilicemos como arma arrojadiza de unos contra otros.

–¿Los políticos prefieren opinión a conocimiento al hablar de Historia?

–Pues sí. Y no solo cuando hablan de Historia. Hay más de uno que intenta utilizarla contando las cosas no como fueron sino como a ellos les hubiera gustado que fuesen. Pero esto no solo ocurre con la Historia sino con casi todo, ya que aquí se pontifica muy alegremente sin saber muchas veces de qué se habla. También inciden en los mismos vicios muchos periodistas y creadores de opinión.

–Entre la realidad y la leyenda, ¿se suele preferir lo segundo?

–Las leyendas han servido desde tiempos inmemoriales para construir un supuesto pasado glorioso en el que fundamentar las realidades del presente y han servido para crear conciencia de pueblo en muchas ocasiones. Lo cierto es que esas leyendas son más bonitas que la cruda realidad. Por ello arraigan fácilmente en el sentir de los pueblos. Es verdad que algunas leyendas tienen un poso de autenticidad. Pero en ellas prima más lo fantástico y lo irracional. Por eso se las prefiere sobre lo que realmente ocurrió que es mucho más prosaico. Es misión del historiador poner los puntos sobre las íes y reconstruir el pasado sobre las fuentes de su conocimiento y no sobre las tradiciones legendarias.

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