Adiós a Ángel Gutiérrez, grande del teatro en España y en Rusia

Fallece a los 91 años el director teatral piloñés que brilló en la Unión Soviética, a donde fue evacuado en la guerra, y que de vuelta a su país se convirtió en una referencia actoral

Ángel Gutiérrez en 2019, en una de sus estancias en Asturias. | F.T.

Ángel Gutiérrez en 2019, en una de sus estancias en Asturias. | F.T.

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

El asturiano Ángel J. Gutiérrez Ramírez, actor y director teatral que dejó su impronta en toda una generación de intérpretes españoles, falleció el sábado en Madrid a la edad de 91 años. Fue uno de los «niños de la guerra», evacuado con 6 años por el puerto de El Musel con destino a la Unión Soviética. Allí comenzaría a despuntar en el mundo de la escena y haría amistad, entre otros personajes relevantes, con el director de cine Andréi Tarkovski. En 2019, Ángel Gutiérrez dictó sus memorias a LA NUEVA ESPAÑA y en ellas contaba este episodio, que definía su carácter: «En la época que en conocí a Tarkovski nos reuníamos tres o cuatro veces a la semana, tomábamos un poco de vodka y hablábamos de cómo íbamos a construir ese mundo ideal que soñábamos y formulando cuál es el sentido de la vida. Llegamos a la conclusión de que el sentido de la vida es el permanente autoperfeccionamiento del hombre. Pero no para sí mismo sino para ayudar a los demás. Así que vivíamos, cantábamos, nos enamorábamos y estábamos seguros de que íbamos a hacer un mundo maravilloso».

Ángel Gutiérrez, como refleja en el documental sobre su vida «A la mar fui a por naranjas», de Anastasia Hristova, proclamaba: «Vivamos el presente para hacer algo bonito en el futuro» y sostenía que había que aprovechar cada momento porque la vida era demasiado corta.

La suya, tanto en años como en experiencias, fue muy larga. En 1974 fue repatriado a España desde la Unión Soviética. Fue entonces, pasados los cuarenta años de edad, cuando «conoció» a su madre y a otras hermanas de distinto padre. Eran la familia que había dejado atrás. Ángel volvió cuando Franco aún vivía. Así recordaba el retorno: «Cuando llegué a España era como volver desde un planeta del futuro a otro del siglo I antes de Cristo». Aterrizó en Asturias, pero pronto se fue a Madrid a reiniciar su carrera. Fue profesor en la Escuela de Arte Dramático, donde introdujo el método Stanislavski, y en 1980 funda su propia compañía, Teatro de Cámara Chéjov, que permaneció activa durante más de tres décadas. También hizo trabajos para Televisión Española y, en concreto, para el programa «Estudio 1», hoy casi legendario, donde dirigió «El tío Vania».

Cuando volvió a España, y aunque Ángel Gutiérrez sostenía que la vida era corta, ya había vivido lo bastante para alimentar de acontecimientos dos vidas más convencionales. En las memorias que dictó a este diario confesaba que se «había hecho hombre» a los seis años de edad. Y a la fuerza. Fue en septiembre de 1937. Aquel día se terminó una infancia de pastor en el pico Viyao, cerca de Pintueles, la aldea piloñesa donde se había criado, aunque su nacimiento fuese en La Habana, a donde su padre había emigrado a los 17 años. El padre había vuelto a España para encontrarse con la muerte: lo fusilaron al principio de la guerra. Ángel se hizo mayor cuando los llevaron a él y sus dos hermanas a El Musel rumbo a Rusia. «Nos llevaron a la pasarela, donde había un hombre que preguntaba los años y nos dejaba pasar o no. A mi hermana mayor y a mí nos dejaron pasar pero a la pequeña no». Intentó quedarse con la pequeña, que le gritaba: «¡No me dejes, hermanito!». Le metieron al fuerza en el barco. «De mi otra hermana, la que desapareció en Gijón, nunca supe más. Mi madre tampoco sabía nada, o no me lo quería contar», confesaba en sus memorias a este periódico.

En la Unión Soviética, en cambio, quedó sorprendido con el recibimiento que tuvieron en Leningrado, donde estuvo acogido en la Casa 8. «Nos trataban como angelitos, con mucho cariño», recordaba. En Leningrado vivió el brutal cerco al que las tropas nazis sometieron a la ciudad, pero logró ser evacuado a través del lago Ladoga – «El camino de la vida»– a Miass, en Los Urales. Una vez terminada la guerra, estudió Dirección de Teatro en el GITIS, el prestigioso Instituto Estatal de Artes Escénicas de Moscú. Luego desarrolló una notable carrera como actor y director de teatro en la URSS. Lo nombran director del Teatro Dramático Chéjov, de Taganrog (ciudad natal del escritor) y posteriormente, en Moscú, dirige relevantes puestas en escena en el Teatro Gitano Romen y en el Teatro Dramático Stanislavski.

En Rusia, intervino también como actor en conocidas producciones cinematográficas, como «¡Saludos, Maria!», de Joseph Kheifitz (1970), y «El espejo» (1975), de su amigo Andrei Tarkovsky. Durante su estancia en la Unión Soviética intentó a lo largo de una década sacar adelante un guión titulado «A la mar fui a por naranjas» –de donde tomó Anastasia Hristova el título para su documental– y en el que Gutiérrez quería dejar constancia de la peripecia vital de los niños de la guerra. Pero, tal y como confesaba en las memorias que dictó a LA NUEVA ESPAÑA se dio repetidamente de bruces con la negativa de las autoridades soviéticas. «Años después, días antes de volver a España, descubrí que la prohibición venía de Dolores Ibárruri». No guardaba muy buen recuerdo de la Pasionaria: «Tenía muchísimo poder: en cualquier cosa que tratara sobre España, mandaba ella, y era una tirana».

El filósofo y escritor asturiano Gonzalo Barrena está traduciendo al castellano los «Diarios de un español ruso» de Ángel Gutiérrez, publicados en Moscú en 2018 en ruso. «El último año de su vida, dedicó toda su ilusión y minuciosidad a revisar la traducción al castellano, pero no pudo llegar a verla publicada», lamenta Barrena.

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