El Bellas Artes de Asturias celebra el centenario de Tàpies con un muestra de su poética creativa en cartón

La obra invitada que llega al museo asturiano procedente del Bellas Artes de Bilbao, «Signe i matèria», abre un ciclo dedicado al autor catalán que incluye una exposición de estampas

Germán Granado

«Es uno de los artistas más importantes y con mayor proyección internacional, tanto en Europa como en EEUU, en la segunda mitad del siglo XX», sostiene Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias. Se refiere a Antoni Tàpies, el protagonista de la 31 edición del programa «Obra Invitada» de la pinacoteca ovetense, con su obra «Signe i matèria», que ayer se presentó al público. 

Procedente del Museo de Bellas Artes de Bilbao, la obra en cuestión –pintada por el artista catalán en 1961–, ha venido para complementar por un tiempo a «Ocre y gris», también de Tàpies y de la misma etapa, la cual ya se encontraba en Oviedo desde que formara parte de la donación de Plácido Arango, en 2017. 

El Bellas Artes de Asturias se suma así a la celebración que, con motivo del centenario del nacimiento del catalán –aunque nació en diciembre de 1923 ha sido este año cuando se ha celebrado esa efeméride–, ha llevado a programar eventos por todo el país, como una exposición en el Museo Reina Sofía. El propio Bellas Artes de Asturias sumará iniciativas. Como se explicó ayer, esta obra comienza el llamado «Ciclo Tàpies», ya que además de la obra invitada se ha programado la exposición: «Antoni Tàpies. Estampas (1969-2011)» dedicada a la obra gráfica del artista catalán entre 1960 y 2011, que se inaugurará mañana con 24 estampas de tres colecciones particulares además de las que ya se encontraban en el museo. 

El ciclo cerrará con la conferencia de Laura Baños, comisaria de la exposición, el jueves 25 en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo.

Pero lo primero de todo ha sido poner en diálogo a dos obras –la bilbaína y la del fondo de Arango– que «pertenecen a uno de los periodos más fértiles del artista, entre 1954 y 1967. En este periodo, Tàpies hace de la materia la base conceptual y formal de su creación. A partir de ese momento, lo matérico va a dejar paso a lo objetual». Algo que se ve muy bien en el soporte empleado, el cartón: «Se trata de un material poco noble y humilde. La belleza que se esconde detrás de estos elementos va a estar en la base, no solo en la poética de esta obra, sino de muchas de las realizadas en este periodo», sostiene Palacio. Para quien además, el cartón es usado como «soporte para la experimentación, con una serie de elementos que parten de ese trabajo con la materia de carácter inicuo y tachista».

Respecto a la composición, Palacio destaca que en las dos obras «el centro queda despejado, siendo en los laterales donde se concentran la mayor parte de los elementos en forma de mancha, signo y gesto». Sin embargo, la clave de la obra es un signo concreto, dos trazos en forma de aspa: «Tiene una significación polivalente: Por un lado, proyecta hacia el imaginario de lo misterioso; por otro, Tàpies también lo usa en algunos cuadros para tachar cosas, suprimiendo algunos aspectos que quiere esconder. Pero en otros hace la función contraria, pues sirve para enfatizar cosas. Independientemente de su significado, se trata de un arquetipo meridiano que marca con mucha energía la composición de sus cuadros».

«Todo se articula en torno a una idea de belleza y armonía a partir de escasos componentes y elementos humildes», resume Palacio sobre la obra. Respecto al estilo único del artista catalán en comparación con otros pintores de su movimiento, el informalismo, Palacio sostiene que «se separa de otros artistas de su generación en el hecho de que en vez de partir de un impulso de efusión anímica, pintaba de forma más meditativa».

Respecto al significado de la obra, Palacio explica: «La idea clave de la obra es el muro, que se ve muy bien en estos arañazos y manchas. El propio Tàpies definió este concepto cuando trabajaba con esta clase de cuadros, que alcanzaba una serenidad y un sosiego, formal y conceptual, y que se convertiría en su marca de estilo. Este muro le recordaba a su infancia, en la que padeció de tifus, y donde las paredes le generaban desconfianza, además de las tapias de la Guerra Civil, llenas de mensajes».

«Esta obra invitada viene a refrendar un programa expositivo excelente, como toda la labor del Museo de Bellas Artes. No podemos entender la cultura en Oviedo sin él», resumía David Álvarez concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo y vicepresidente del patronato del museo. Por su parte, Antón García, director general de Política Llingüística y Acción Cultural en el Gobierno del Principado, no pudo por menos que comentar que las obras de Tàpies dan una sensación de cartografía: «A través de esa materia y esos colores, va haciendo un mapa del momento y de la sociedad. Creo que si algo le caracteriza es como se integra en la vida social de Cataluña, la España o la Europa en la que vive».