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Francisco Palacios

LÍNEAS CRÍTICAS

Francisco Palacios

Las veleidades del diablo

Historias de las teorías conspirativas

Las teorías conspirativas de la historia, o de los asuntos más inmediatos, son una constante a lo largo de la historia. Se utilizan cuando se carece de explicaciones racionales para analizar y comprender determinados acontecimientos que generalmente afectan a los intereses de grandes colectivos. Me voy a centrar ahora en tres ejemplos separados por casi 70 años, en las que el protagonista es el diablo.

El caso polémico más reciente es el protagonizado por el presidente de la Universidad Católica de Murcia, José Luis Mendoza, que manifestó públicamente que las "fuerzas oscuras del mal" eran las culpables del coronavirus que tantos sufrimientos está causando en el mundo. Y que hay determinados poderes fácticos que tratan de controlar a la sociedad implantando chisps encubiertos en las vacunas antivirus, personalizando esos poderes en los multimillonarios Bill Gates y George Soros, "esclavos y servidores de satanás". Una teoría conspirativa (o conspiranoica) que comparten, entre otros, los famosos cantantes Miguel Bosé y Enrique Bunbury. Es la vieja apelación al chivo expiatorio. Sin ningún fundamento objetivo.

En segundo lugar, días pasados, el exministro del Interior con el Partido Popular, Jorge Fernández Díaz, compartió unas confesiones que supuestamente le había hecho Benedicto XVI hace 15 años en una audiencia de casi una hora.

El Papa le reveló entonces que "el diablo ataca siempre a los mejores, por eso ataca especialmente España", a la quiere destruir por los servicios prestados a la Iglesia. Le habría dicho además que la humildad, la oración, el sufrimiento y la devoción era la mejor fórmula para vencer al diablo contra el independentismo catalán

A pesar de todo, Benedito XVI le aseguró que el diablo no lograría nunca destruir a España. Desconozco si las emocionadas declaraciones de Fernández Díaz (según se observa en un video) son apócrifas o no, lo que sí me recuerdan es una afirmación atribuida al canciller alemán, Otto von Bismarck: "España es el país más fuerte del mundo, porque los españoles llevan siglos intentando destruirla y no lo han conseguido". Por tanto, el diablo lo va a tener muy difícil.

El tercer caso se remonta a 1952, en pleno franquismo. En esta ocasión, el diablo vendría paradójicamente en auxilio de Stalin, un declarado enemigo de España para la propaganda oficial.

Al parecer, los logros económicos de la Rusia soviética durante el estalinismo tendrían un origen diabólico, según el primer ministro de Información y Turismo del régimen franquista, Gabriel Arias Salgado, al que José María Pemán definió como "uno de los hombres más ferozmente buenos que había conocido".

Pues bien, en el contexto de la guerra fría, Arias Salgado creía adivinar (nunca mejor dicho) cuál era el principal secreto de los avances económicos del líder soviético: "Stalin viaja con frecuencia y no se dan explicaciones acerca de a dónde va. Pero nosotros lo sabemos. Se va a la República de Arzeibadjan, y allí en un pozo abandonado de las perforaciones petrolíferas, se le acerca el Diablo que surge de las profundidades de la Tierra. Stalin recibe las instrucciones diabólicas sobre cuanto hay que hacer en política. Las sigue al pie de la letra y esto explica sus éxitos pasajeros".

Diez años después, en 1962, Arias Salgado manifestaba que el llamado "Contubernio de Munich" había sido el resultado de un "meditado plan del Anticristo".

Cuesta entender que el ministro se creyera estas esotéricas afirmaciones; y más aún: que pretendiera que se las creyeran los demás. Aunque, dadas las circunstancias, tampoco me atrevería a descartarlo del todo.

Sobre la influencia del diablo en la maldad del mundo hay una abundante literatura con versiones muy dispares. Y con una escéptica visión de la naturaleza humana, el cáustico y eminente Karl Kraus afirmó que "el diablo es optimista, si cree que puede hacer peores a los hombres".

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