Opinión | Cada treinta días

Este Tito...

El origen de la tertulia "La Gabardina", que honra, desde la variedad de sus miembros, el valor de la amistad

Es increíble cómo un paisano de 90 años recién cumplidos, hecho y derecho –y no es una frase hecha– lo digo atendiendo a todo su significado literal, es capaz de movilizar a todo un séquito de personas o sanedrín (ya veremos porqué lo llamo así), que unas veces en animada tertulia, otras en torno a un buen almuerzo, otras simplemente porque les apetece estar juntos y divertirse a su manera, es capaz –repito– de erigirse en sumo sacerdote de aquel figurado sanedrín y a la vez ser respetado como punto de unión de muy diversas y controvertidas personalidades como las que conforman en este caso, la diaria tertulia de "La Gabardina" y cuya vicepresidencia ocupa nuestro querido "Tito el de la cantina", que ojalá lo sea por muchos años, y de la que, por supuesto, me honro en pertenecer. La presidencia, por otra parte, la ocupa el personaje que a continuación describo, pero que ni él mismo es consciente de la distinguida plaza que ocupa en tal variopinta tertulia. Se comenta entre los tertulianos en ocasiones, que alguna vez tendrá que saberlo; otra cosa será, quien se lo comunique.

Todo empieza a tomar unas ciertas maneras de tertulia constituida en forma y maneras, no ha muchos meses, cuando un grupo de amigos y conocidos toman el vermut diario a una hora de mediodía –más o menos la misma– en la Cantina de Avilés, y ven pasar a esa hora todos los días por delante de sus napias avermutadas, a un individuo que 10 meses al menos, de los 12 que tiene el año, viste de gabardina. En un prodigio de creatividad incontenida, uno de los tertulianos decide –motu proprio– un día bautizar a la tertulia, peña, grupo o lo que quieran ser, en definitiva, como "La Gabardina".

Tras muchas batallas profesionales, familiares (como todo el mundo) y otros avatares vitales, Tito ha conseguido cultivar un tesoro –por desgracia hoy en vías de extinción– como son las tertulias. Desde distintas profesiones, distintas situaciones familiares, distintos gustos (hasta en lo gastronómico) gusto este gastronómico, motivo central y confluyente de muchas tertulias, en fin, de un variado panorama también cultural, artístico y de pensamiento, reúne casi todos los días a una serie de amigos en lugar concreto, a hora determinada, sin orden del día predeterminado, eso sí, con un trago muy especial de por medio, como es el internacionalmente conocido como vermut de la Cantina de Avilés.

Pero hoy no estamos aquí para hablar del vermut de "Tito el de la cantina", hoy estamos aquí para –abierta y directamente– hablar de Tito. Y es que, este Tito…

El ingenio, los reflejos (aquí incluyo sus famosas rimas mal sonantes; cuidado con lo que hablas con él, no te vaya enseguida, a buscar la rima correspondiente con lo que digas) la rapidez, su socarronería a veces interconectada con su mordacidad, su humor –casi inglés– su capacidad de sorprender, sus detalles a modo de pincho, su amistad (difícil de conseguir, pero una vez conseguida … férrea que resulta), su experiencia vital (de la cual a algunos nos habla, a veces en exclusiva), las ganas de aguantarnos a todos nosotros, su sinceridad, también su generosidad, son virtudes todas ellas de las que Tito no hace preponderante gala, sino más bien forman parte integra de una personalidad cautivadora como la suya.

Ese figurado sanedrín del que antes hablaba, del que Tito (con el no autorizado permiso del presidente) es y ejerce de sumo sacerdote, fue inmortalizado por nuestro artista local Favila (componente de esta tertulia también) íntimo amigo de Tito, y que el pintor le regaló el día de su cumpleaños. No están todos los que son, pero sí que son todos los que están. El sumo sacerdote con parte de su sanedrín inmortalizados por nuestro pintor de cabecera Favila, que también aparece en el cuadro. Queda a la consideración del lector en este caso, ubicar a nuestro artista, que, desde luego, estar, está.

En el 1, Tito; en el 2, Trabanco; en el 3, Guardado; el 4, Juanpri, el quinto, Ovidio; en sexta posición, Pepa; en el puesto número 7, Juangar; en el 8, Beny; en el 9, Ramón; el décimo, Alejandro; en el puesto 11, José; el 12, Rafa y el 13, Justo.

Quiero terminar diciendo que para mí –no sé para el resto del sanedrín– es un auténtico honor y privilegio ser pintado –inmortalizado– por Favi, ya que dentro de 500 años, cuando el artista esté encuadrado como uno de los mejores pintores del siglo XXI, alguien pueda preguntarse, quien sería esta camada de comedores de marisco, que posiblemente pertenecieran a algún sindicato (lo digo más que nada por lo del marisco).

Bromas aparte, hoy en mi despedida habitual pido por ti, querido Tito, a la Santina y que te siga conservando ese humor y desbordante vitalidad de la que gozas con muchos más años, y que nos sigas aguantando (a unos más que a otros, también es verdad) y poder llegar a verte como presidente de la tertulia "La Gabardina", sustituyendo al actual y triste presidente.

Hasta dentro de treinta días aproximadamente.

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