Opinión | Cada 30 días

Entre música y queso fue la cosa

Orbón y Tuero en el mismo escenario que quienes defienden un tesoro gastronómico asturiano sin igual

En estos últimos treinta días que no nos frecuentábamos en esta columna –ustedes lectores y quien escribe– han sucedido en mi entorno algunos hechos dignos de destacar, al menos desde mi punto de vista, que hoy con mucho gusto comento con ustedes.

He tenido la oportunidad de conocer y compartir, estas semanas atrás, programa de televisión y almuerzo con Ignacio Orbón, guitarrista gijonés, de antepasados avilesinos, sobrino de nuestro Julián Orbón y con Aquiles Tuero –el gran Aquiles– promotor cultural sin igual, que fue llevando a España por el mundo a los más altos escenarios que uno nunca hubiera podido imaginarse.

El periplo artístico al que la historia abocó a ambos y que les llevó a veces a estar juntos en alguna de esas historias por contar, como también paralelamente las propias de cada uno, conforman dos apasionantes relatos por escribir dignos de detallar por el mejor biógrafo, siendo quien escribe testigo de cargo de alguno de ellos, como el título de alguna película de Hollywood. ¡Que pena no saber escribirlo!

Confesaba Ignacio Orbón sentirse muy orgulloso de su nascencia en esa pequeña aldea cerca de Pillarno llamada Orbón y por supuesto la misma emoción que sentía del nombre que lleva el conservatorio de música de Avilés en referencia a su tío Julián Orbón. Las referencias y anécdotas por la "gran manzana" de ambos personajes dieron para ocupar una gran parte de la sobremesa este día pasado, pareciendo estar viviendo el momento que describían, dada la meticulosidad, rigor y complicidad con la que contaban sus increíbles anécdotas. Repito, un buen biógrafo tiene materia prima sobrada para hacer un libro con personajes de talla internacional que han representado a la cultura española por todo el mundo. Al despedirnos, nos volvíamos a emplazar próximamente y volver a gozar de momentos tan increíbles como los vividos en aquel encuentro.

Cual hipérbole de Lope de Vega se tratara –cuando dice–: "Más de ciento, en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro" en este caso simplemente, un mero cambio de escenario sin exageración ninguna, pasamos de la música al queso, como referencia hacemos en el título de este escrito. Y es que verán ustedes:

En el mismo escenario en el que recibíamos a los músicos, recibimos también en su día a quienes bajo la bandera de un tesoro asturiano sin igual, andan tierra arriba, tierra abajo, en defensa de su cultura, tradición y seña de identidad, genuinos valores –entre otros– de Asturias y sus habitantes. El protagonista no es otro ingrediente que el queso, como también lo son sus defensores y promotores al amparo y representación de la Real Cofradía de Amigos de los quesos del Principado de Asturias, ellos son su Cofrade Mayor Rafael Secades y su Cofrade de número Ramón del Fresno, por cierto, primo éste de Luis Vázquez del Fresno, el autor de la ópera "La dama del alba", no hace mucho tiempo estrenada en el teatro Campoamor. Quienes tuvimos la oportunidad de hablar con ellos sobre todo de quesos asturianos y sus respectivas problemáticas, enseguida comprendimos que algo tan representativo de Asturias, merecía sin la menor excusa el apoyo incondicional de todo aquel que fuera consciente del asunto. Es realmente una cuestión –esta del queso– apasionante por muchos motivos. No en vano, más de una cuarentena de empresarios, profesionales, gente inquieta por conservar lo verdaderamente autóctono, se reúnen cada mes y comparten experiencias, escuchan a quien sabe, debaten y proponen soluciones a la diversa y controvertida problemática, que también afecta al sector.

Es mucha la gente, son muchas familias, es incierto y preocupante lo que acontece en este ámbito. Una parcela vital en el tejido empresarial asturiano, que más allá de nuestras fronteras autonómicas, representa hoy por hoy a Asturias como nadie. No en vano, solo en Asturias, existen más de 350 variedades de queso.

Entiendo ahora la devoción, el mimo, la dedicación que muchas personas ponen desde la Real Cofradía de Amigos de los quesos del Principado de Asturias, como pude comprobar hace unos días, invitado por ellos a su plenario mensual.

Tierra bendita esta asturiana, protegida y amparada por nuestra Santina de Covadonga, a quien –por supuesto– hoy también imploro y rezo, rogándole que las soluciones más benignas y fácilmente aplicables a esta incipiente y preocupante situación, lleguen pronto antes de vernos abocados a un futuro de difícil arreglo.

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