Opinión | El Gasómetro
Orgullo
Una reflexión sobre la regulación de los derechos en relación con la expresión de género y orientación sexual
Fue un 28 de junio hace 55 años cuando la Policía de la ciudad de Nueva York irrumpió en el pub Stonewall Inn, habitual lugar de encuentro de personas de diferentes identidades sexuales o, si lo prefieren, por personas de una identidad sexual diferente a la heterosexual. El apoyo de la sociedad civil a quienes frecuentaban ese local dio lugar con el paso de los años a que cada 28 de junio se celebre el Día del Orgullo, en inglés Gay Pride.
En los próximos días se celebrarán en diversas ciudades, en Avilés ya se celebró el pasado sábado 22, un buen número de actividades conmemorativas, generalmente con alta participación de personas manifestando su orientación sexual o, sencillamente, compartiendo momentos de celebración y reivindicación.
La celebración festiva que veremos en las calles, llena de colorido y animación, no debe diluir la finalidad de la conmemoración. Yo pediría una reflexión adicional a quienes acudan, porque detrás de cada persona que participa en las marchas probablemente haya una historia de sufrimiento, de marginación, de subempleo, no pocas veces de violencia verbal o física, inducida por quienes no comparten el modo de vivir de las personas no heterosexuales, como son gais, lesbianas, transexuales y otras expresiones diferentes de género.
Quienes de un modo u otro forman parte del amplio colectivo LGTBI no dejan de ser personas que hacen la misma vida que las demás, que acuden a su lugar de trabajo o estudio, que pasean por calles y parques, utilizan el transporte público, van al mercado y forman familias con la misma expectativa de estabilidad que las personas heterosexuales.
Han transcurrido muchos años desde el inicio del Orgullo, se han regulado derechos en relación con la expresión de género y orientación sexual en muchos países, España entre ellos, aunque se mantienen numerosas situaciones de discriminación y violencia contra el colectivo LGTBI, limitándose sus derechos como personas.
En otros sesenta países es aún ilegal ser homosexual, con sanciones que pueden alcanzar hasta la pena de muerte.
Entender la celebración del Día del Orgullo supone hacer lo que esté en nuestra mano para evitar la discriminación, denunciar la persecución y avanzar hacia la normalización, hacia la defensa de los derechos de las personas por el mero hecho de ser personas y formar parte de nuestra sociedad.
Sustituyamos, pues, el lema "vive y deja vivir" por "vive, convive y respeta" que, por cierto, es el modo de comportamiento mayoritario en nuestra comarca.
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