Opinión | A contracorriente

Irundina, a fuego lento

El adiós a una guisandera que dedicó su vida y su trabajo a hacer felices a los demás

Irundina Argüelles. | C. C.

Irundina Argüelles. | C. C. / carlos cuesta

Irundina Argüelles Zapico fue el ejemplo de cocinera intensa, abnegada y creativa a su manera desde el emblemático Bodegón de Sama. Entre sartenes, potas, cacerolas y demás útiles coquinarios vivió a fondo el trabajo placentero de guisar con estilo y gusto para la legión de fieles clientes que disfrutaron las buenas sensaciones de preparados de enjundia en su cocina, de carbón primero y gas después.

Irundina, en su santuario laboral, convertía las recetas de sus antepasados en platos de esencia popular y sabrosa. Su gratificante casquería, el picadillo bien tratado, el hígado encebollado y al ajillo, las cebollas rellenas, la carne gobernada a su antojo, los callos insuperables y la caza en sazón con la guarnición apetecida entre otras viandas con solera son historia viva de una cocinera marcada por la intuición y los saberes de su madre y abuela.

Cocina con historia y a fuego lento para satisfacción de los disfrutadores del excelente condumio de siempre entre porrones de vino de calidad y tertulia amistosa en ese bodegón marcado por paredes antañonas, cajas de vino y esencia de sabores. Y allí, en su reducto de buenos guisos, vivió la vida durante muchos lustros la intrépida y amatoria Irundina que siempre apuntaba que sólo se conformaba con ofertar calidad y que los asiduos clientes disfrutarán con sus propuestas de tradición y buenos alimentos. Ahora sería interesante que toda su sabiduría culinaria quede reflejada en un manual gastronómico para que sus elaboraciones se perpetúen y sirvan de orientación a las nuevas generaciones de cocineros y a las nuevas amas de casa que gusten de la tradición entre fogones. Con la muerte de Irundina se va esa sabiduría en forma de platos de nombradía y mucha remembranza en el buen comer. Cuánta historia en sus recetas y en su ánimo de cocinera ejemplar.

A buen seguro que está esforzada guisandera se murió feliz pensando que se va a encontrar en ese paraíso bíblico con su nieto querido, Fruela, fallecido a temprana edad en un fatal accidente. Para Mario, su hijo, la resignación y el ánimo de saber que Irundina vivió la vida con sentimiento y cocinando con el placer de hacer felices a los demás. Y eso es mucho.

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