Opinión | Pasado imperfecto

La revolución del ferrocarril

El gran cambio socioeconómico de los 170 años de historia del Ferrocarril de Langreo y el del Norte

Hace 170 años llegaba a Langreo, concretamente a La Felguera, un tren mixto de viajeros y mercancías procedente de Gijón. Fue un acontecimiento celebrado con gran solemnidad por autoridades y vecinos. Dos años después llegaba a Sama. Su primer objetivo era transportar carbón y acero al puerto gijonés. La empresa promotora arguyó que era un ferrocarril de interés nacional, porque iba a facilitar la salida de carbones baratos para promover la industria española.

El Ferrocarril de Langreo era el primero que circulaba en España con un ancho internacional. Y la sociedad promotora, antes de integrarse en Feve, llegó a ser la segunda más antigua del mundo, después de los Ferrocarriles de Pennsylvania (Estados Unidos).

Cuando se anunció su puesta en marcha, los inversores más arriesgados y dinámicos de aquel tiempo compraron terrenos, levantaron fábricas y multiplicaron la explotación de los pozos mineros. Con la inauguración de la fábrica Duro y Compañía se iniciaba en Langreo un modelo socioeconómico intenso, expansivo, desmedido que, alternando épocas de crisis y de bonanza, estuvo vigente en las Cuencas hasta no hace muchos años.

Y por el Ferrocarril de Langreo, y años más tarde por el del Norte, llegaron a esta comarca inventos, tecnologías, novedades culturales, corrientes artísticas, idearios, así como una pléyade de personalidades atraídas sobre todo por las oportunidades de invertir y enriquecerse.

A finales del siglo XIX empezaba a circular el Ferrocarril del Norte, lo que permitió que se estableciera en la orilla izquierda del Nalón otra fábrica pionera en España: la Compañía de Asturias, más conocida como los Talleres del Conde, de los que todavía se conserva una parte de sus reliquias con otra función.

Y por el tren llegaron al valle langreano las primeras doctrinas del movimiento obrero. El anarquismo vino de Gijón, arraigando en la fábrica de Duro. Y por el tren del Norte se introdujo el ideario socialista, con gran influencia entre los mineros.

El tren ofreció también posibilidades de viajar a las clases más modestas. Posibilidades que hasta entonces no habían tenido. Aún más: el ferrocarril minero acababa en un puerto de mar. Y estar cerca del mar era entonces como estar cerca del mundo. Marcel Proust escribió asimismo que, mientras entre los antiguos apenas existía la noción del tiempo, desde que apareció el ferrocarril, la necesidad de no perder el tren nos ha enseñando a contar los minutos, a valorar efectivamente el significado del tiempo.

Hay una extensa literatura que trata de la trascendencia histórica del ferrocarril. Al respecto, el historiador José Girón Garrote declaraba hace unos meses a este diario que el nacimiento del ferrocarril fue una revolución de tal calibre que cambió la historia del mundo.

Por otra parte, en noviembre de 2009, hace casi tres lustros, se ponía simbólicamente la primera piedra para soterrar cerca de dos kilómetros de las vías férreas de Feve en el centro de Langreo. La obra ha sufrido diversas interrupciones en todos esos años. Interrupciones que fueron denunciadas reiteradamente por la Plataforma por el Soterramiento. Así como las molestias y perjuicios causados al vecindario. Y el incremento de casi un 150% del presupuesto inicial: otro despilfarro económico.

Se anuncia otra vez el final de las obras para el próximo año. Si así fuera, queda pendiente cómo se va a llevar cabo la urbanización de ese importante espacio liberado

En definitiva, el Ferrocarril de Langreo, que supuso en su día un auténtico revulsivo socioeconómico, es actualmente un elemento esencial del acervo histórico de estos valles, por los que aún circula 170 años después. Y para el que deseamos una larga y fecunda existencia.

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